El 1 de agosto de 1970, cinco ex bebedores se reunieron en un salón adjunto de la iglesia del Dique, muy cerca de la zona de Los Lagos, para formar el primer grupo de Alcohólicos Anónimos en Xalapa. Actualmente hay casi un centenar. Sus letreros se pueden ver en distintos rumbos de la ciudad, generalmente en letras azules, con el logotipo clásico del círculo y el triángulo y las palabras Recuperación, Unidad y Servicio.
La pregunta que se plantearon aquellos primeros alcohólicos en esta ciudad fue la misma que desde 1935 -año de la fundación de Alcohólicos Anónimos en el mundo- enfrentan todos los ex borrachos que desean dejar de beber en cualquier parte:
- “¿...Podremos?”
Como vacilantes velas en medio de la borrasca, muchos de esos intentos de sobriedad se han apagado en el camino para no volverse a encender jamás.
Es por eso que para un alcohólico no es conveniente "llevársela solo". Es muy difícil mantenerse sobrio sin ayuda. A finales de 1934 Bill Wilson, fundador de la fraternidad, estaba solo cuando en el lobby del hotel MayFlower de Akron, Ohio, cruzó por su mente la idea de un trago. El bullicio del bar lo llamaba para iniciar la locura insidiosa de la primera copa. El hombre sabía que entrar en ese ambiente significaba volver a empezar una borrachera interminable. Por eso decidió mejor buscar a otro alcohólico para conversar sobre su problema... y lo encontró.
Robert H. Smith era un prominente médico de la ciudad que estaba a punto del colapso nervioso gracias a su alcoholismo. Cuando estos dos hombres se reunieron la chispa se encendió. Nunca más volverían a enfrentar solos su problema con la bebida.
Entre los cinco alcohólicos que se juntaron en Xalapa aquel 1 de agosto, el iniciador fue Francisco Cedeño. Había dejado de beber desde el año anterior y necesitaba mantenerse sobrio porque tenía la advertencia del médico de que una borrachera más podría ser fatal. Ingresó a un grupo de la Asociación Mexicana de Alcohólicos en Rehabilitación (AMAR) que tenía un local en la calle Ayuntamiento.
AMAR patrocinaba sucursales en Xalapa, Xico y Naolinco. Sus militantes afirmaban que los doce pasos y las doce tradiciones de Alcohólicos Anónimos estaban "muy hechos" a la forma de ser del anglosajón y que los mexicanos teníamos nuestra propia idiosincracia; por lo mismo debíamos tener nuestro propio programa.
A Francisco no le dio tiempo de dirimir la diferencia en el enfoque de AMAR porque se mudó a Culiacán, Sinaloa, por motivos de trabajo.
Allá buscó un grupo de AMAR pero no había. Entonces supo que Alcohólicos Anónimos ya estaba diseminado por las principales ciudades del norte del país. Pronto se integró a un grupo y se dio cuenta que los principios espirituales y tradicionales eran más sólidos de lo que suponían los hermanos de la otra agrupación.
De regreso a Xalapa él y otros cuatro abrieron ese primer grupo al que nos referimos al inicio. Lo llamaron "Perseverancia".
Al principio su situación fue muy precaria. Rentaron un local pequeño y se mudaron de la iglesia. A los pocos meses consiguieron una casa en la calle Venustiano Carranza número 225. Así empezó el crecimiento de la fraternidad.
Después de casi 4 años de mantener las puertas abiertas, los últimos días de abril de 1974, empezaron a buscar un sitio para abrir el segundo grupo. En la calle Cirilo Flores, pasando por el panteón, encontraron un local alargado, como vagón de ferrocarril. Así inició el grupo “Acción”.
Quedó la anécdota de que el compañero Oswaldo Meneces, que trabajaba en la Universidad, consiguió los asientos de los carros viejos que ya no usaba la institución y los llevó al grupo. Pedro Peña decía “ahora sí tenemos carro lleno”, comparando la situación con un autobús de transporte público.
Más adelante los más jóvenes del grupo -Cristóforo Ceballos, Pedro Alonso y Reyes Galán- encontraron un local en la calle Azueta número 139 por la calle Teresa Medina, y ahí abrieron el grupo “Sacrificio”.
A 40 años de distancia los alcohólicos anónimos decidieron usar los nombres de esos primeros tres grupos para el lema del evento conmemorativo: “Con Perseverancia, Acción y Sacrificio llegamos a 40 años”.
El alcoholismo es una enfermedad que no distingue condición social, cultural o económica. El enfermo alcohólico y la enferma alcohólica son personas que han perdido la capacidad para controlar sus tragos. Harán cosas inimaginables para conseguir alcohol, así vivan dentro de un monasterio.
Actualmente la capital veracruzana cuenta con 94 grupos de Alcohólicos Anónimos funcionando. La mayoría abren sus puertas a las 8:30 de la noche, tienen reuniones de dos horas y cuentan con registro oficial ante la Central Mexicana de Servicios Generales de AA, AC, integrante de los servicios mundiales de AA.
Aplicar los principios tradicionales de la agrupación ha permitido a los y las alcohólicas mantenerse sobrios. El respeto a la dignidad de la persona y el apego a los derechos humanos es una característica importante.
Para Sergio Arista, custodio clase A de la Junta de Servicios Generales, los Aas saben muy bien cuáles son sus alcances.
“Ellos no van más allá del compartimiento de experiencias dentro de la terapia no dirigida que realizan en sus grupos; si una persona presenta síntomas de gravedad o condiciones que puedan poner en riesgo su salud e incluso su vida, la invitan a que acuda con un profesional de la medicina para que lo estabilice”, indica el custodio, quien es uno de los invitados especiales al evento conmemorativo que se llevará a cabo este fin de semana en las instalaciones de la Escuela Normal Veracruzana.
Es muy importante darse cuenta que el síndrome de abstinencia por alcoholismo puede tener consecuencias funestas para el paciente. Es muy riesgoso retener a un alcohólico contra su voluntad. Puede hacerse daño él, o puede hacerle daño a personas a su alrededor. Si está en crisis debe ser atendido por un médico. No es gratuito que se diga que el alcohólico activo está constantemente entre la vida y la muerte.
Con su campo de acción bien definido y su conocida tradición de no recibir cuotas, donativos o contribuciones externas, los alcohólicos anónimos crecieron exponencialmente en todo el mundo. En México existen más de 14 mil grupos abiertos.
Todos los miembros están convencidos de que sus historias personales de recuperación deben ser el mejor testimonio de que el programa de los doce pasos y las doce tradiciones funciona. Por eso optan por mantener sus nombres en el anonimato.
“Más que nuestros nombres preferimos que se difunda cómo estamos dejando de beber. No queremos recibir halagos públicos. Queremos que otras y otros tengan la misma oportunidad que nosotros”, expresaba Arnulfo, quien llegó a cumplir 20 años sobrio y falleció hace unos meses, con una exitosa carrera en la abogacía y los derechos humanos. Su logro más grande -de acuerdo a versiones de familiares y amigos- es no haber vuelto a beber.