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Antes que reelección, México necesita un proyecto de nación por encima de los actores políticos

Sólo se desviarían más recursos para que los funcionarios promuevan su reelección

Xalapa, Ver. 07/12/2009

alcalorpolitico.com

Estimado Joaquín Rosas, Director de Al Calor Político:

Me permito hacerle llegar una reflexión acerca del tema de la reelección de alcaldes y diputados, espero sea de su interés. Muchas gracias por su atención.

¿Qué nos hace falta verdaderamente?

Xalapa, como centro neurálgico de la política estatal presencia, en cafés y en cantinas, acaloradas discusiones acerca de una propuesta que hizo que a más de uno se le cuajaran los ojos de lágrimas: la reelección de alcaldes y diputados o la ampliación de sus periodos a cuatro años.

Si a mí, los diputados y los altos jerarcas políticos, me preguntaran mi parecer acerca de este tema, les diría exactamente lo mismo que voy a escribir ahora aunque no me lo estén preguntando: que no estoy de acuerdo. Y, en el colmo de la ingenuidad —de la mía—, si me preguntaran por qué, les diría lo que voy a escribir enseguida de que ponga el punto y aparte.

Empiezo este razonamiento con una pregunta ¿Para qué damos tantos brincos si el suelo está tan parejo? Es decir, después de la Revolución la no reelección ha sido el paradigma sobre el cual descansan las instituciones políticas y gubernamentales de este país, la piedra angular de los discursos de los gobernantes postrevolucionarios y de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, durante ya casi cien años. Y cuando menciono a toda la parentela es porque, de hecho, la no reelección es un ídolo de barro forrado de oropel, a los pies del cual se han sacrificado los sueños de varias generaciones de ingenuos mexicanos. La no reelección ha sido cuento chino que nos ha hecho creer que tenemos el poder de elegir a nuestros gobernantes; lo cual sólo es cierto en la forma pero no en el fondo. Después de que la Revolución terminó los gobernantes emanados de ella repitieron, hasta el hartazgo, aquello de “sufragio efectivo no reelección” y permitieron, durante décadas, que eligiéramos “libremente” presidentes, gobernadores, alcaldes y diputados. Siempre y cuando, por supuesto, fueran del PRI.

Esta “forma” de “democracia” permitió que las dictaduras individuales terminaran por siempre, pero, en contraparte, promovió que surgiera la dictadura perfecta —bautizada así por el escritor Mario Vargas Llosa en 1990—, que fue una especie de tiranía corporativa en la cual, es verdad, no hubo reelegidos, pero sí una disfrazada reelección de partido. 70 años de priismo ratifican esta teoría.

La política ha cambiado y evolucionado en muchos sentidos, algunos de ellos en el de alcanzar la verdadera democracia; esta evolución ha llevado a ciudadanizar los procesos electorales y a que los partidos se mantengan al margen de los escrutinios y los juicios que de ellos se derivan. Una supuesta alternancia así parece demostrarlo; sin embargo, aunque la política ha cambado para bien los políticos lo han hecho en sentido contrario, y lo que parecía un progreso se ha detenido —incluso en algunos asuntos ha retrocedido—, puesto que el partidismo ha tornado en un corporativismo político-empresarial que ya no sólo obedece a los dogmas políticos de uno u otro partido, sino también a los intereses económicos de los grupos de inversionistas que se han ido enquistando en éstos.

Podemos perder mucho tiempo discutiendo en que sí o en que no haya reelección, en que se alarguen o no los periodos legislativos y municipales, pero mientras no tengamos un proyecto de nación que se sobreponga y se sitúe por encima de los propios actores políticos, de sus alianzas estratégicas con grupos de poder ocultos y de sus particulares circunstancias, nunca tendremos una verdadera democracia.

Si ya tenemos cacicazgos en muchos municipios del país, si ya tenemos verdaderas colusiones de grupos de poder —y no precisamente político— en diferentes Estados; si ya hemos venido viendo que la alternancia es la misma gata nomás que revolcada y si ya sabemos que los funcionarios de elección popular pierden la mitad del tiempo en componendas y alianzas ¿Para qué vamos a legitimar lo que ya ocurre de facto?

Mejor ocupemos el tiempo legislativo y las propuestas de gobernantes y ciudadanos para fortalecer los organismos de contraloría y fiscalización; para impulsar las figuras del referéndum y el plebiscito que tanto nos hacen falta, y para promover el aumento en la severidad de las penas a funcionarios que no cumplan con su trabajo.

El país no está para reelecciones que, yo creo, sólo lograrían que se desviaran más recursos de los presupuestos para promover, durante las campañas políticas para reelegirse, a los alcaldes o legisladores que ya estén en funciones.

El país necesita compromiso y honestidad y, quizá, para cambiar el viejo axioma nacional de “Sufragio efectivo no reelección”, que nos involucremos realmente con madurez ciudadana en los procesos políticos, hasta lograr que éste cambie por el de “Sufragio meditado la mejor elección”.

Alejandro Hernández y Hernández
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