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Universidad Anahuac

Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Cambio de época, cambio educativo

José Manuel Velasco Toro 31/10/2018

alcalorpolitico.com

(Tercera y última parte)

El gran reto que actualmente tiene el sistema educativo que se desarrolló con el sentido de progreso del siglo XIX, es el de transformarse para responder adecuadamente a la contemporaneidad de la sociedad del siglo XXI. Las nuevas necesidades educativas están estrechamente relacionadas con la dinámica y forma de producir que son cada vez más distantes de las del siglo XX. La educación bancaria que hace cincuenta años señaló Paulo Freire en su libro Pedagogía del oprimido, como una pedagogía del dolor y la opresión, hoy es, más que obsoleta, contraria a los retos de la sociedad del conocimiento. El gran desafío educativo que se tiene en frente y que es necesario asumir, más allá de meros arrebatos ideológicos que ocultan intereses mezquinos contrarios al derecho que toda niña y niño tienen de recibir una educación pertinente con los tiempos para afrontar su futuro, es el de formar aprendientes libres, informados y reflexivos. Personas que posean autonomía para aprender a lo largo de la vida y cuyas habilidades intelectuales les permitan cultivar su creatividad en el hacer. Que tengan habilidad comunicativa, actitud socioemocional abierta a la colaboración y participación, manejo operativo y programático de tecnologías de la información y, sobre todo, un sentido de responsabilidad social, ciudadana y planetario.

Hoy es necesario saber cómo actuar ante un devenir que, paradójicamente, se hace presente a cada instante. Un futuro en el que las cosas están cambiando con inusitada rapidez y, al suceder, el dato de hoy tiene poco valor como indicador para proyectar lo posible por venir. En este sentido, la incertidumbre que conlleva el cambio en todo entorno complejo es, a su vez, la constante que visibiliza la posibilidad de establecer la trazabilidad prospectiva de la transformación social. Es, como señala Daniel Innerarity, saber asumir que el futuro se hace presente con velocidad inusitada y que es necesario aprender a gestionarlo, no luchando contra quienes defienden el pasado, sino aprendiendo a pensar y reflexionar dentro de la dinámica misma de la incertidumbre y con sentido de libertad, lucha eterna en el sentido irrepetible de la historia. Esta es la gran y nueva misión de la educación: preparar a las actuales generaciones para saber proceder en la coexistencia del instante en que el futuro se hace presente. Esa impronta del cambio, a diferencia de hace treinta años, obliga, necesariamente, a percibir el devenir con mirada prospectiva, lo que resulta fundamental para superar la mera gestión del presente y preparar a la sociedad para que sepa como estar inmersa en la gestión del futuro. Por eso, simplemente por eso, cancelar el cambio educativo que ya está en marcha sería un error que desembocaría, irremediablemente, en la expansión de la brecha que nos alejaría del desarrollo mundial cuya dinámica emerge del conocimiento y la innovación, ahondando las condiciones generadoras de la pobreza y la inequidad.



Dos ejemplos nos pueden ayudar a explicar lo dicho. Hace unos días se informó que tres bancos mexicanos recortaron plazas entre su personal de atención gerencial, consecuencia del arribo de la Inteligencia Artificial (IA) que permite al cliente realizar operaciones directas. La transición digital en este campo de la actividad financiera, está desplazando a empleados con perfiles contables y administrativos que no poseen habilidades programáticas e informáticas. Así, BBVA despidió al 4% de su personal (1500 empleados), CITIBANAMEX al 5.5% (1400 plazas) y BANORTE a 500 empleados. En cambio, se anunció, se incrementarán plazas en el área tecnológica. Otro caso en el que la IA está desplazando a trabajadores manuales, es el de Amazon Go, tienda de autoservicio en la que no hay personal en cajas registradoras de cobro. Simplemente el cliente tiene una aplicación en su teléfono celular que le permite registrar cada producto que toma de un estante y un sensor registra, al salir, la mercancía adquirida y la carga directamente a su cuenta. ¿Se imagina usted cuántos empleos se perderán cuando este sistema se generalice en todas las tiendas de autoservicio? Pero también, ¿se imagina cuántos empleos se abrirán para personas con perfiles de manejo informático digital? El mundo cambia, la educación también debe hacerlo.

Desde luego, ante el porvenir de constante cambio, la práctica pedagógica instruccional que da preminencia al registro de información resulta obsoleta y atenta contra el derecho que toda persona tiene a la educación con cualidad y pertinencia intelectual y operativa. La educación es un bien común porque es un derecho universal. Y como derecho va más allá de las actuales generaciones, por lo que la sitúa en un presente cuya dimensión es transgeneracional. Esta es una realidad insoslayable de la que debemos, tenemos que tener consciencia porque posee implicaciones éticas, cognitivas, sociales y culturales profundas que se proyectan y trasmiten hacia generaciones futuras mediante un hacer colectivo en el que radica el porvenir. Hacer caso omiso de la responsabilidad para con el futuro, escudándose en el suspiro del pasado y el confort que se tenga en el presente, es cercenar la libertad a la que tienen derecho las generaciones por venir. La educación no puede ser omisa a ello; y sí ir más allá, mucho más allá del presente para poder visualizar la dinámica del acontecer y complejidad de la incertidumbre que requiere aprender en el aprender para actuar en el presente con sentido de futuro. El desafío educativo que debemos asumir, si no queremos el reclamo histórico que las generaciones del siglo XXI le hagan a las actuales en el poder, es actuar con responsabilidad. Responsabilidad que radica responder al futuro educativo, y no a la inmediatez de la pasión política, impulsando, transformando, creando un nuevo sistema educativo cuya premisa pedagógica radique en la relación entre saber hacer, saber actuar, saber aprender en el conocimiento, saber resolver y actuar con responsabilidad. Algo que el heredado sistema escolar no realiza porque está imposibilitado para ello, aunque tiene el potencial para reinventarse con proyección al mañana.