Masticando un trozo de piña con chile, Doña Juana endurece el rostro al contar que un día salió a trabajar y cuando regresó su casa estaba pintada de rojo, “¿quién chingada madre les dio permiso?”, reclama, enojada sólo de recordarlo.
Chivería es un complejo habitacional enclavado en la zona norte del Puerto de Veracruz. Sus andadores llenos de hoyancos rodean una serie de edificios de cuatro plantas, pintados de colorado o azul, huella de lo que alguna vez fue la guerra entre priístas y panistas, entre “Fidelistas” y “Yunistas”.
Sin soltar su bolsa de piña enchilada, la vecina avanza, con sombrilla en mano para atajar el sol. Cuenta que ha tenido que pintar dos veces la fachada de su vivienda, porque en un descuido, desconocidos le pasan brocha.
Este conjunto de INFONAVIT tiene más de 25 años en pie. Según la dirección de Desarrollo Social, es una de las colonias más pobres de la ciudad de Veracruz por su bajo desarrollo económico y alimentario.
Allí mismo, se escenificó esta disputa de colores que la ha dejado bicolor por más de una década. Ahora, tanto el rojo como el azul lucen desgastados, descoloridos, chupados por el tiempo y sol porteño, sin embargo, pocos son los que han cambiado su fachada.
Landeros es un mítico líder priísta de la zona. Dicen sus vecinos que anda triste desde que perdieron la gubernatura, aun así, admite relatar cómo se polarizó todo.
El origen de la guerra
En 1992, dijo, el Instituto del Fondo para la Vivienda de los Trabajadores notó que la última etapa de Chivería no era habitable; se inundaba con las lluvias, por lo que decidieron clausurar una decena de condominios de cuatro plantas cada uno.
Un líder popular de su mismo partido, el PRI, al que conocían como Don Pancho, decidió apropiarse del lugar bajo la formación de un comité, vendiendo las viviendas a 8 mil pesos, en la planta baja, y a 2 mil, en lo más alto.
El gobierno federal se percató del robo y arrestó a decenas de invasores, clausurando puertas y ventanas con ladrillos. Sin embargo, con el tiempo, los tabiques fueron cayendo, por lo que nuevos paracaidistas se apropiaron de los departamentos.
Una vez que se asentaron los nuevos inquilinos, ya nadie lo pudo sacar. Con el paso de los años, los condominios lucían en deplorables condiciones, por lo que decidieron pedirle ayuda a una joven que empezaba a hacer sus pininos en la política.
Se trataba de Carolina Gudiño, una de las alumnas políticas más avanzadas de Fidel Herrera Beltrán. Ella, sin ostentar cargo, gestionó la pintada de ese sector. Cuadrillas llegaron con cientos de botes dejando todo rojo a su paso, el color de la Fidelidad.
Al paso del tiempo, cuando Carolina estaba en campaña para ser Alcaldesa, acabó con lo que había empezado, pintando el resto de los condominios, los que estaban regulares, en algunos hasta sin permiso del dueño.
Contraataque del PAN
Según vecinos, la primera vez que pintó Carolina Gudiño provocó la movilización de colonos afines al PAN que de inmediato pidieron el apoyo al entonces alcalde, Julen Rementería del Puerto, que de inmediato envió también a trabajadores para poner todo de azul.
En el 2010, cuando Gudiño arremetió de nuevo con su brocha roja, los panistas enviaron tambores de 200 litros de pintura azul por medio de la Administración de la Aduana del Puerto de Veracruz. El gestor, según cuentan, fue ni más ni menos que Francisco Serrano Aramoni, pariente político del entonces Presidente, Felipe Calderón, que hasta ahora está en calidad de desaparecido.