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Columnas y artículos de opinión
Esa boda, ni Obama la tiene
Helí Herrera Hernández
8 de octubre de 2018
alcalorpolitico.com
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titear: HELIHERRERA.es
 
El pasado 5 de octubre Chile celebró el 30 aniversario de aquel plebiscito que la oposición logró arrancarle a la dictadura militar de Augusto Pinochet, sobre su permanencia en el poder. Aquel 5 de octubre de 1988 millones de chilenos salieron con mucho valor a votar por un SI para que el dictador continuara como el tirano de la patria de Pablo Neruda, o un NO para que este se retirara voluntariamente.
 
El resultado lo conocemos. Triunfó el NO y el opresor Augusto Pinochet se vio forzado a convocar a elecciones, entregando el cargo a Patricio Aylwin Azocar el 11 de marzo de 1990, no sin antes asegurarse fuero como senador vitalicio, y manteniendo el poder militar como Comandante en jefe del ejército, que le garantizó inmunidad por todos los crímenes que ordenó, así como a las violaciones a los derechos humanos de decenas de miles de chilenos.

 
Rememoro el hecho porque exactamente el pasado 5, el actual presidente Chileno Sebastián Piñera (simpatizante y defensor de la dictadura pinochetista y de su gobierno militar), invitó al ex presidente Ricardo Lagos Escobar al Palacio La Moneda a celebrar esa fecha histórica, y en donde le iban a rendir un homenaje por haber sido un perseguido y preso político de la dictadura, pero además un promotor del NO en aquel famoso plebiscito.
 
La respuesta que le mandó el izquierdista Ricardo Lagos al presidente Piñera fue sorprendente, lleno de una congruencia digna de un luchador social. Palabras más palabras menos le contestó a través de Radio Cooperativa “Estoy, presidente, totalmente de acuerdo con celebrar tan memorable fecha, porque fue la pauta para el regreso de la democracia a Chile, pero NO ASISTIRE ni al homenaje ni a la celebración, porque usted ha sido un férreo defensor del régimen pinochetista y yo un opositor. Quiero que siga la armonía entre mis actos con lo que pienso y digo”.
 
Viene esto a colación por todo el escandalo que ha generado la boda del izquierdista César Yáñez, brazo derecho del presidente electo, quien contrario al discurso que su dirigente nacional trae de años atrás, sobre “austeridad, primero los pobres, vivir en la honrada medianía”, la celebró con fastuosidad, en la opulencia total, derrochando mas de 10 millones de pesos, contraria al pensamiento de su movimiento y, a los ideales que dice tener y los ha pregonado toda su vida.

 
Pero el asunto no para allí, primero por el silencio que han guardado los altos mandos del partido político al que pertenece César Yáñez sobre el derroche inmoral, económico y político de esta boda, sino porque cuando la prensa que sigue al presidente electo le preguntan sobre la misma, él contesta que “no se caso él”, que “sólo fue invitado”, que “cada quien es responsable de sus actos”, que sus “adversarios lo quieren destruir”, respuestas que las califico al estilo Poncio Pilatos.
 
El daño, sin embargo, ya está causado. El sábado que tuve la necesidad de asistir a una reunión en el puerto de Veracruz, abordé los taxis cuyos choferes antes de la elección del primero de julio eran los propagandistas más acendrados de AMLO, ahora que platiqué con ellos se dicen defraudados, engañados no sólo por lo de la gasolina (por más que quieran ahora decir que nunca dijeron que la iban a bajar, circulan los videos del presidente electo, de la senadora Rosario Nahle –quien hasta presentó una iniciativa de ley para bajar los impuestos a los combustibles, y de esa manera bajar el precio-, del Presidente de la Cámara de Senadores, entre otros altos funcionarios y dirigentes de MORENA), sino también por las declaraciones de no meter al Ejército a sus cuarteles, y claro está, por la boda que ni Obama la tiene.
 
Es cierto, no se casó él, pero si el enlace era contrario al ideario del presidente electo, a su filosofía humanista y política, y estaba en desacuerdo porque era contraria a la carencia, miseria y pobreza que padece mas del 83% de los mexicanos, pues hubiera sido congruente como el ex presidente chileno Ricardo Lagos y no hubiera ido. Su ausencia, además, habría sido un claro mensaje para sus colaboradores, justo antes del inicio de su gobierno, sobre el comportamiento público y privado que deben mantener.