icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
El Ejército no se toca
Luciano Blanco González
17 de marzo de 2023
alcalorpolitico.com
Toda sociedad se construye sobre un basamento sólido, construido sobre valores morales e históricos que le dan identidad existencial y constituyen su orgullo y dignidad, junto y frente a las demás sociedades agrupadas en otras latitudes.

Podemos ser ricos o pobres, pero orgullosamente mexicanos, porque a lo largo de nuestra historia, hemos sido señeros con nuestras culturas originarias de las demás naciones de Mesoamérica incluyendo a Norteamérica, en donde hasta hace 180 años también fuimos amos y dueños de gran parte de aquellos terruños.

Nuestros ejércitos siempre estuvieron dispuestos al combate en contra de cualquier enemigo que viniera de donde viniera, lo hicieron estoicamente en contra de los intervencionistas, primero los conquistadores españoles, luego los intervencionistas norteamericanos una y otra vez, luego en contra de los franceses, no siempre fueron vencedores, pero miles entregaron sus vidas, su sangre por nuestro pueblo por el que se sacrificaron y derramaron su sangre, se inmolaron por nuestra bandera y junto a ellos el abnegado y sufrido pueblo combatiendo bajo la tormenta o los rayos candentes del sol o en la obscuridad de la noche.


Cuando nuestros generales se han acobardado, los soldados leales y el pueblo indignado, lastimados en su orgullo patrio han agarrado por iniciativa propia las armas y han ido a defender nuestro honor, como lo hicieron los cadetes del Heroico Colegio Militar en Chapultepec o los jóvenes cadetes de la Escuela Naval en Veracruz.

Cuando el temeroso y cobarde emperador Moctezuma se negó a pelear en contra de los conquistadores por las razones que haya sido, el pueblo por su sublime reverencia al sumo sacerdote y emperador y precisamente por temor a desobedecer las indicaciones del timorato emperador, el pueblo alentaba a los caballeros Águila y a los caballeros Jaguar a que combatieran, cuando estos permanecían leales al mandato de su supremo comandante el pueblo no dudó en atacar a los españoles, sitió su palacio y con flechas, lanzas, piedras y fuego comenzaron el sitio y cuando Moctezuma salió a pedirles que se calmaran fueron los propios súbditos quienes con desprecio y odio lanzaron una lluvia de insultos y pedradas hiriéndolo y provocando finalmente la muerte del sumo monarca.

En fin, la historia nos ilustra vastamente de las páginas de gloria que los ejércitos patrios han escrito en defensa del país y para nuestra protección no solo en desastres naturales y en otros eventos en que ha sido necesaria su presencia.


Sin embargo, en esta terrible época de violencia generalizada en que vivimos otra guerra, muy diferente a las convencionales que conocíamos, ante la incapacidad de las fuerzas policiacas locales y federales presas fáciles de la corrupción y del miedo a morir o de las amenazas en contra de sus familias, son presa fácil del crimen organizado a quien se entregan y les sirven sin condiciones, volviendo doblemente peligrosa la situación de las familias que ahora se tienen que cuidar de la policía y de los malandros.

La debilidad de las fuerzas civiles provoca que, cuando se saben inferiores en armas y en capacitación, más les vale correr o no dar la cara en caso de que un ciudadano pida auxilio por encontrarse en medio de un evento armado, ya que inútilmente exponen sus vidas al no contar con los altos calibres, alcance y velocidad del mortífero armamento que los malandros sí tienen y que a las policías locales les está prohibido usarlas porque son del uso exclusivo del Ejército.

Nuestros soldados deben de estar desmoralizados, debe de cundir en ellos el desanimo, las absurdas órdenes que tienen para actuar en los operativos de calle los coloca en estado de indefensión, supuestamente solo hacen guardias y rondines de disuasión para evitar con ello la actuación de los malandros, motivando que en caso de un altercado por respetar un protocolo, expongan o pierdan la vida ante la imposibilidad de poder defenderse, porque esas son las órdenes y si accionan sus armas o sus puños, cometen el grave delito militar de desobediencia.


Esa es la causa de que las turbas los escupan, los manoseen, les den de jalones, los apedreen, los reten, saben que el militar no se va a defender, que tiene la orden de aguantar, el malandro también lo sabe, sabe que son vulnerables y que él también se puede burlar de ellos, a quién le extraña que el delincuente quiera pasar por un retén, desobedeciendo el alto y se le dispare, un ciudadano común no lo haría, a menos que sea un ebrio, un cegatón o un valiente. Debemos de aprender que al Ejército se le respeta.

La sociedad no debe de ser tan drástica para juzgar al Ejército cuando suceden esos incidentes, eso no es culpa de los soldados que están preparados física y psicológicamente para manejar las crisis, de esta naturaleza, si el Ejército y las fuerzas armadas fueran más drásticas, el burlismo y el ataque a los militares no sucedería, nadie en sus cinco sentidos se expondría a un tiro, un culatazo, o un golpe, sucede porque no repelen las agresiones, la respuesta efectiva es lo único que disuade.

Cuando esto sucedía antes, lo menos que sucedía era que los agresores eran detenidos y llevados al cuartel, en donde se les imponían medidas disciplinarias y la clara advertencia de que la próxima vez se atuvieran a las consecuencias.


Existe la presunción de que quienes agreden a los soldados son familiares o colaboradores de la delincuencia, pero mientras no los identifiquen de algún modo nunca se sabrá, estaría bien ejercer el poder del Estado para contenerlos y solo será con un poco más de mano dura.

No queremos ver un Ejército derrotado, queremos ver a nuestras fuerzas armadas sólidas y respetadas por todos, no les podemos pedir respeto a la población, porque sabemos de antemano que es lo que les sobra.

Hay que recordar que ellos solo reciben órdenes, ¿de quién? De sus altos mandos y si la sociedad mediante una ley muy controvertida les dio facultades y poderes, que las usen, ya la sociedad está cansada de una conducta contemplativa y tolerante con demasiada relajación, cualquiera pensaría que en las cadenas de mando hay complicidades, pero no, esa versión hay que descartarla, lo que si hay es el miedo político a una reacción popular en contra de las fuerzas armadas.


Pero tal parece que desde el poder existiera la velada intención de manchar la imagen del Ejército, cuando el subsecretario de Derechos Humanos de La Secretaria de Gobernación, Alejandro Encinas, asegura categórico que existen elementos suficientes para asegurar que los jóvenes asesinados en Nuevo Laredo fueron ejecutados por el Ejército. Aunque pueda tener razón, ¿será positivo flagelarlos de esa manera tan cruda?

Sin duda un punto de vista muy relevante, pero muy peligroso, en este momento en que la familia de la milicia y algunos milicianos seguramente representantes de miles de soldados que por temor a las represalias se quedaron en sus cuarteles o en sus casas, ya salen a las calles, a exigir mejores tratos y consideraciones, las declaraciones de Encinas poseen una fuerte carga de reproche y de ataque nada saludable para el buen ritmo del país y menos para el objetivo de darle valor y fuerza a nuestros guardianes, detrás de esas palabras puede esconderse realmente la intención de desprestigiar al Ejército.

Finalmente es importante decir que si la milicia no está haciendo uso de las facultades que le fueron otorgadas y se vive un fuerte retroceso en materia de seguridad, ha fallado la política de los abrazos a pesar de las estadísticas celebrativas de los logros en esta materia, habría que decir que es necesario buscar otras alternativas o reforzar las actuales pero con planes programáticos y con protocolos de actuación menos severos y más acordes con las circunstancias adversas, pero nadie debe de doblarse y ser blando, si no quiere exponerse al juicio popular y ser galardonado con los mismos trofeos con que el pueblo premió al emperador Moctezuma.