icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
De Interés Público
El conflicto magisterial en Veracruz
Emilio Cárdenas Escobosa
20 de septiembre de 2013
alcalorpolitico.com
Las movilizaciones de protesta de miles y miles de docentes que hemos visto en la entidad en los días recientes son síntoma de un mal mayor y que no es precisamente el impacto de la reforma educativa.
 
Es cierto que el motor de la inconformidad es la cuestionada reforma legal impulsada por el presidente Enrique Peña Nieto, la que ha dado cauce a la expresión de rechazo de los profesores a una reforma más laboral que educativa, que tiene sin duda avances importantes, lo mismo que claroscuros, pero sobre todo muchos, muchísimos aspectos que, si no fueron cabildeados en su oportunidad con quienes afecta de manera directa, al menos debían ser lo suficientemente divulgados para cerrar el paso a la desinformación, al hablar de oídas, a machacar en la cancelación de la gratuidad de la educación, que no hay tal. Pero esto no se hizo, y ahora, ahogado el niño, parece ser demasiado tarde para tapar el pozo.
 
La explosión de descontento rebasó ya por mucho la capacidad o incapacidad tradicional de las instancias gubernamentales del sector educativo, acostumbradas al trato en corto con las dirigencias magisteriales, al control vía las plazas, la nómina y las prebendas varias como mecanismos de control.
 

La inédita oleada de inconformidad que tiene movilizados a docentes en toda la entidad y en gran parte del país tiene su origen, al menos en Veracruz, en el agotamiento del control caciquil que ejercen líderes y dirigentes de toda laya, comprometidos hasta la ignominia con el gobierno en turno y lejanos hasta las pléyades de los verdaderos y legítimos intereses de sus representados, quienes ahora les cuestionan el no acompañarlos en sus marchas y acciones de protesta y reivindicación ante las reformas legales en materia educativa.
 
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la organización radical de influencias maoístas, la de fuerte presencia en Oaxaca, la que ha puesto en jaque al gobierno federal con sus protestas y movilizaciones, la que inició todo el conflicto luego de aprobada la reforma educativa, es prácticamente inexistente en Veracruz. Su presencia se circunscribe a la zona centro del estado y no tiene comparación, en cuanto a número de agremiados, con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE, que es, o era, el sindicato más fuerte.
 
Por eso aunque leamos en titulares de prensa o en columnas que es la CNTE la que colapsa ciudades y vialidades de la entidad y que apoyada con “células radicales del EZLN y del EPR” ha infiltrado al tradicionalmente dócil magisterio veracruzano, a los que vemos en las marchas y en las calles son a maestras y maestros de las secciones 32 y 56 del SNTE, lo mismo que docentes de la SETSE, del SUTSEM y de una larga lista de siglas de organizaciones magisteriales. Maestras y maestros que son nuestros vecinos y conocidos, los que dan clases a nuestros niños y jóvenes, los que, literalmente, se han salido de control.
 

Docentes que hoy cuestionan la reforma y que cuestionan por igual a sus dirigentes, a líderes que ya no reconocen, a maestros-políticos que de tanto defender sus prebendas, sus candidaturas, sus diputaciones, sus alcaldías, el control de infinidad de plazas, sus negocios, sus canonjías, su lugar cercano al gobernante, se les olvidó que si un sector de los trabajadores en Veracruz y en México es combativo cuando se decide a serlo, es el de los maestros. Y la hora de hacerlo llegó, y vaya que se los están demostrando.
 
Los liderazgos se agotaron, por más que se le dé la vuelta. La modernización del sector educativo, si realmente es lo que se quiere, riñe absolutamente con las anquilosadas y profundamente corrompidas dirigencias que han visto y ven a los maestros, a los agremiados al sindicato, llámese como se llame, como fieles de una Iglesia a la que pertenecer implica la obediencia ciega a la jerarquía, a pagar el diezmo, a transitar por los rituales que dicta la cúpula y donde el dogma de la infalibilidad del pastor no se discute.
 
Acostumbrados a tratar de acercarse al dirigente, a ser parte de su corte, de su comité, de su equipo político, muchos maestros acomodaticios, ávidos de plazas y prebendas, contribuyeron a crear un culto a la personalidad y un andamiaje y modus operandi sindical que ha sido el principal lastre de los intentos gubernamentales de transformar el estado de cosas en el sector educativo. Recuérdese si no, documentadas en los medios de comunicación locales, las faraónicas fiestas de cumpleaños del líder y el besamanos de maestros y maestras que, cual procesión a La Meca, se amontonan y empujan para estar con él o ella y refrendar sus lealtades.
 

De ahí que pensar que el control clientelar y corporativo tradicionales ayudará a resolver de fondo las protestas y el atenazar con amenazas e intimidaciones a los “sublevados” será efectivo, solo contribuirá a que el conflicto magisterial siga creciendo como bola de nieve. Los maestros ya perdieron el miedo. Si el sector magisterial ha sido la reserva de votos del PRI, no tardando y con el curso que llevan las cosas, serán la reserva pero de votos de castigo.
 
Ya se echó mano del recurso de la “violencia legítima del Estado” para “recuperar” la Plaza Lerdo de Xalapa a fin de dar paso a las celebraciones patrias de septiembre y los resultados fueron contraproducentes: la movilización creció y la inconformidad se nutre ahora además con estudiantes, padres de familia, diversos sectores sociales y aun periodistas agraviados por los excesos policiacos. Sin contar con el impacto negativo en términos de imagen del gobierno en su conjunto.
 
El problema no es menor y no se resolverá solo. Por lo visto hasta ahora, las armas de la política son las únicas que permitirán solventarlo. El diálogo y la tolerancia, mucha dosis de tolerancia, son los mejores instrumentos. Pero sobre todo, es necesario enfocar las cosas desde otro ángulo.
 

El problema y la solución, o al menos parte de ella, está en voltear hacia los sindicatos.
 
A la fecha de poco ha servido establecer mesas de diálogo o de “armonización de la legislación local con la reforma educativa”, si los convidados para la foto o la reunión son los mismos líderes agotados que los maestros en la plaza y en las marchas rechazan.
 
¿Cómo convencer a los que protestan que se atenderán sus demandas si se busca hacerlo a través de los resortes de siempre y a través de los mismos de siempre? A problemas nuevos, soluciones nuevas. A conflictos inéditos, soluciones también inéditas.
 

¿No sería mejor, como primer paso, que se ofreciera a los docentes movilizados las facilidades necesarias para que lleven a cabo asambleas, congresos y toda reunión indispensable en términos de la ley para que discutiera y evaluara la permanencia o remoción de sus actuales dirigentes? ¿Y si se revisa y publicita la lista de profesores comisionados y se hace pública la lista de quienes tienen dos, tres o más plazas, sean o no docentes?
 
¿No sería una excelente señal, que en modo alguno vulnera el principio de autoridad, si se diera curso a las indagatorias sobre demandas presentadas por quienes resultaron afectados por los operativos de desalojo de la Plaza Lerdo y se sancionara a quien se deba sancionar? ¿No sería sano que se dejara de uniformar a buena parte de la prensa local en el abordaje informativo del conflicto? ¿Y si se les da voz a los que protestan, pasa algo? ¿Y si se replantea en la cúpula del poder la llegada, que públicamente se da como un hecho, de Juan Nicolás Callejas como coordinador de la bancada del PRI en la próxima Legislatura local? ¿Y no sería sano reconvenir a funcionarios y legisladores que declaran que el voto magisterial le importa poco al PRI o que los maestros disidentes son “delincuentes”?
 
Son muchos aspectos que pueden enumerarse de posibles medidas y acciones que, desde la esfera gubernamental, ayudarían a distender el conflicto, pero una cosa es segura: el problema está ahí, creciendo y sin que se vislumbren hasta hoy salidas efectivas y negociadas.
 

Decía el ex gobernador veracruzano Fernando Gutiérrez Barrios que cuando el pueblo dice que es de noche, hay que ir encendiendo las farolas.
 
La ciudadanía cansada de las movilizaciones, de las calles y avenidas cerradas, de la suspensión de clases, de los problemas de tráfico, de los bloqueos carreteros y todas las acciones de protesta que hemos visto y padecido, sin duda lo agradecerá y reconocerá.
 
A grandes males, grandes remedios.
 

[email protected]