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Sección: Estado de Veracruz

Denuncian anexo para alcohólicos que opera a base de torturas, en Minatitlán

- Trabajan en total impunidad; internos mueren y sufren enfermedades y violaciones de sus derechos

- Por condiciones de insalubridad hay muchos males como sarna, llagas y tifoidea

- Hombre murió a causa de un paro respiratorio, por no recibir atención médica oportuna, aseguran internos

Rafael Mel?ndez Ter?n Minatitl?n, Ver. 11/12/2014

alcalorpolitico.com

El grupo “Framboyán Sendero de Guerra 24 Horas” opera como muchos otras “clínicas de rehabilitación” de Veracruz, donde ocurren torturas, suicidios y muchas otras violaciones a los derechos humanos.

La historia de Henry

Henry “X” fue raptado el pasado 28 de agosto de su domicilio; estaba durmiendo y fue sometido por seis personas, con la autorización de su madre, quien confiada en que la neurosis de su hijo podría sanarse, lo envió a ese lugar.



Como otras madres desesperadas por sacar a sus hijos del alcoholismo, drogadicción y la neurosis, la progenitora de Henry confió en que la estancia de su hijo sería al menos digna, pues realizaba un pago semanal de 500 pesos, cantidad que, le aseguraron, serviría para proporcionarle, al menos, lo básico para subsistir.

Sin embargo no fue así. Henry, como la mayoría de los ahí recluidos, perdió todos sus derechos desde el momento en que pisó el lugar, creado supuestamente para rescatar de la adicción alcohólica, pero mediante múltiples formas de tortura física y psicológica.

Incluso cuentan con una habitación donde exhiben las herramientas que utilizan para golpearlos y torturarlos, que van desde cachas de picos, bates, cuchillos, alambres, sogas y tablas, entre otros.



La historia vivida de Henry es como la peor pesadilla, pero hecha realidad, y ahora después de haber salido, cuenta con asistencia psicológica por el trauma que le dejó su permanencia en Sendero de Guerra 24 Horas.

Violencia desatada

Así como él, Luis “X” fue llevado a la fuerza de su hogar. Permaneció por más de quince días amarrado de las manos a una protección metálica, no recibía alimentos, defecaba y orinaba sin limpiarse y en la misma ropa, pero tampoco recibió un solo vaso de agua hasta una semana después de permanecer atado y golpeado contantemente con palos. Durante su estancia de mes y medio bajó 18 kilos.



Relató el día a día, que comenzaba con una junta de cuatro horas que iniciaba a las 6 de la mañana, antes pasaba una persona pegando con un palo en las protecciones “para amedrentarnos y saber que estamos bajo su yugo, en el baño íbamos todos a una misma hora, suciedad tras suciedad, nos daban un pedazo de papel de tortilla o de periódico para limpiarnos”.

Enfermedad y muerte

Por esas condiciones de insalubridad es que hay tantas enfermedades al interior del lugar, ya que comen alimentos descompuestos y podridos. Hay sarna y tifoidea, y hasta dolencias mortales, como pasó con un interno que murió de un paro respiratorio, por no recibir atención médica oportuna, relató.



“Yo tengo sarna”, dijo mostrando su cuello, pies y brazos. “Pero hay peores que yo, que tienen llagas, que tienen diarrea desde que los conozco y nunca se les quita porque no hay médicos, como les dicen a nuestros familiares”, relató.

La tortura, que reciben también les genera afecciones mentales, “ahí hay personas esquizofrénicas, que están durmiendo y se despiertan en la madrugada y te comienzan a golpear, sin que nadie haga nada”.

Contó que en una de las sesiones maratónicas, como llaman a las juntas realizadas por la madrugada, deben permanecer despiertos toda la madrugada, “una vez me dormí y me jalaron las orejas tan fuerte que me sangraron los tímpanos y así estuve hasta que solas se me compusieron”.



Gran negocio

Estos centros son manejados por grupos de golpeadores que lucran con los adictos al alcohol a base de amenazas, pues viven de las cuotas y despensas que piden a los familiares de los internos.

Es prácticamente una cárcel donde mandan los padrinos, cuya función debería ser rehabilitar al enfermo, pero realmente lucran al quedarse con las cuotas semanales que les piden a los familiares de los anexados, lo mismo que con las despensas que nunca les entregan a los internos.



“Las cosas que me llevaban nunca me las dieron, mi mamá me contó ya afuera que me llevaba cada semana comida y dinero que le entregaban para que me lo diera, pero también le hacían pagar cuentas de refrescos y golosinas que nunca pedíamos”.

Pero los familiares nunca se enteran de las condiciones en las que viven sus hijos porque solo hay comunicación vía carta, en las que los obligan a escribir que están bien y que están avanzando en su rehabilitación.

“Cuando escribíamos, alguien estaba atrás de nosotros con un palo, leyendo lo que escribimos para ver si hacemos lo que nos mandan, pero si no lo hacemos nos pegan hasta el desmayo”, indicó Luis.



Liberación

Luis logró liberarse del lugar al reunirse en un “encuentro” con su madre, a quien le detalló todo lo que vivió en esa especie de cárcel, donde no pudo ver la luz del sol por casi dos meses.

Henry, Luis e Iván promovieron denuncias en contra de Everardo Brito, quien amenazó a un padre de familia, “que a él no le harían nada porque no sabían con quién se estaba metiendo, Carlos Brito es mi hermano”, lo amenazó, cuando fue a rescatar a su hijo de ese lugar ubicado en la calle Francisco Zarco, de la colonia Insurgentes Norte, en Minatitlán.



El padre de Iván “X” apuntó que Pedro Román Prieto, abogado del anexo, y quien forma parte del departamento jurídico del ayuntamiento de Minatitlán, le ofreció dinero para “dejar las cosas como estaban”.

Espera que las autoridades puedan realizar una inspección del lugar y fincar las responsabilidades en quien recaigan por todos los delitos, principalmente la privación ilegal de la libertad, violencia, y violación de sus derechos humanos más elementales.

Aunque pudo saber que después de haberles advertido que promovería denuncias el lugar está siendo remozado.