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La explosi?n cimbr? la tierra

Después de las 2:00, Omealca se convirtió en un pueblo fantasma

Un hombre corrió echando balazos por las calles para alertar a la gente y hacerla salir A las 7 de la mañana muchos retornaron a casa

Hugo Z. Ross Omealca, Ver. 10/09/2007

alcalorpolitico.com

A las dos de la mañana, en Omealca, la tierra se cimbró y una columna de humo negro se levantó desde la tierra y rozó el cielo. En este municipio, localizado entre las ciudades de Orizaba y Córdoba se ubicó una de las cuatro explosiones que ayer desconocidos provocaron en instalaciones de PEMEX.

Después de las dos de la madrugada, Omealca se convirtió en un pueblo fantasma. Toda la población fue evacuada a puntos seguros, ya que la explosión se presentó en la subestación de compresión conocida como El Xuchil, asentada a un costado de la cabecera. Una bomba de tiempo.

“Primero escuchamos un tronido, como 4 veces más fuerte que el trueno de una tormenta. Toda la noche se llenó de luz, parecía que había amanecido de jalón”, cuenta Florencio Cruz Aparicio, habitante de Omealca.

Y comenzó el corredero de gente, a tropezones; lo primero que tomaban eran los documentos y a los niños pequeños. Una fila de camionetas se formó en la calle principal del pueblo. La mayoría se montó en los carros y no se dieron cuenta si dejaron cerrada o abierta la casa. Les importaba salvar la vida.

Florencio Cruz platica que a pesar de los estallidos, algunas personas no despertaron y alguien, no recuerda el nombre, sacó una pistola, varios cargadores y comenzó a echar tiros por la calle. “Corrió por todas las calles echando bala, para despertar al resto”.

Cuando tuvieron la certeza de que nadie faltaba, se fueron al albergue en Yanga, la tierra de los negros rebeldes y otras comunidades en la parte alta.

En tanto, en la subestación seguía el incendio. La columna de humo, cuentan los testigos, no se miraba, ya que le robaba espacio las flamas alzadas al cielo. Algunas alcanzaron los 30 metros de altura y en todo momento mantuvieron con el terror en los labios a los habitantes que se marchaban.

“Se escucharon los truenos de la explosión, y después, la tierra se cimbró, como cuando pasa un ferrocarril”, recuerda Mario López Juárez, de 60 años. Al amanecer, la mayor parte de los pobladores de Omealca, al escuchar reportes en radio de que la situación amainaba, retornaron a sus viviendas.

“Lo primero que hice fue ir a ver mis vacas, porque estaban cerca de la explosión, pero no me dejó pasar el personal de Protección Civil, y ora toy preocupado; salvé a mi familia, pero no sé qué pasará con mi patrimonio”, lamenta Mario López.