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El antídoto ciudadano frente al abuso del poder

- El abuso en el ejercicio del poder ha llevado al hartazgo ciudadano

- Hoy, ciudadanos están informados y preparados contra la élite que usa el poder para someter a las mayorías

- Tienen el antídoto para defenderse ante quienes usan el poder para beneficio propio

Dr. V?ctor A. Arredondo 28/09/2017

alcalorpolitico.com

Fue impresionante. Nunca antes visto y rompió récord histórico en las redes sociales. Después del segundo temblor del 19 de septiembre, un grupo significativo de mexicanos en distintas partes del país, al atestiguar la respuesta ciudadana de solidaridad espontánea en las áreas afectadas, dedujo lo mismo: Exigir que los recursos para los partidos y campañas electorales se destinaran a acrecentar el Fondo de la Reconstrucción de México.

En su lógica subyacía el mismo razonamiento: usar el dinero público de manera más justa y racional. En lugar de malgastar nuestro dinero como basura electoral contaminante que mancilla el rostro herido de México (folletos, gorras, matracas, bardas ultrajadas, espectaculares ofensivos, mensajes insulsos de radio y televisión o limosnas que se aprovechan del hambre del pueblo como las despensas), se demandó utilizar tales recursos para los damnificados.

La exigencia ciudadana se hizo viral en las redes sociales: “Nunca más el dispendio de campañas de desechos que sólo reflejan el subdesarrollo mental de los políticos”. Tan sólo el sitio Change.org, generó en México más de 3 millones de firmas en 4 días y la solicitud ya se encuentra circulando en todo el mundo.



De manera forzada y tardía, los partidos debieron reaccionar ante la millonaria cascada de exigencias solidarias. Luego, se generó la pelea por el rating en los medios por parte de los partidos, haciendo sus mejores ofertas de porcentajes de donación. Pero cuidado, ya acabamos de escuchar excusas por parte de voceros partidistas: “si no hay dinero público para las campañas, están en riesgo de ser financiadas por el crimen organizado”.

Dicha aseveración significa nada más y nada menos que el poder público se rinde ante los malhechores y que no tiene los medios para identificar, rastrear ni certificar las donaciones de particulares para las campañas. Es un verdadero desvarío, totalmente inaceptable. Los ciudadanos estarán atentos a que se atiendan sus reclamos e irán por más.

En el pasado veracruzano ya atestiguamos el papel de las redes sociales en la movilización social. Ningún funcionario de Duarte, por su enfermiza soberbia, alcanzó a dimensionar el malestar ciudadano y su capacidad de organización ante el mal Gobierno, la corrupción generalizada y los agravios a la gente. Nadie pensó que su “administración” concluiría antes de tiempo. Pensaban que al cooptar a ciertos personajes y tomando de manera descarada como rehén al Poder Legislativo y al Judicial, era suficiente. Nunca se detuvieron a analizar el poder de convocatoria de los ciudadanos y universitarios. No tuvieron la sensibilidad, audacia ni tiempo para atender oportunamente los justos reclamos.



Lo hemos dicho antes, los gobernantes incompetentes, engreídos, que nublan su actuación pública asumiendo que el poder es para siempre, que es sólo de ellos, que pueden afectar el bien público, los intereses de los ciudadanos y las empresas, a cambio de su beneficio personal, no alcanzan a entender los tiempos modernos.

Ahí esta Donald Trump, cometiendo de manera constante las mismas estupideces, ofendiendo a los desiguales, amenazando al resto del planeta. Todavía no se imagina que va a ganar a pulso la ingrata distinción de ser el político con el mayor número de firmas y demandas simultáneas en su contra, provenientes de todo el mundo.

Quizás, por el hecho de que la percepción ciudadana no se nota de manera fehaciente y, en ello tienen mucho que ver las encuestas de opinión hechas a la medida por quienes viven de crear ilusiones a sus clientes, los malos políticos piensan que pueden actuar para beneficio propio y en contra de los ciudadanos. Creen que sus promesas incumplidas pasan desapercibidas y pierden de vista la razón del apoyo popular que recibieron en su momento. Agravian y menosprecian, porque viven en su propia burbuja de poder secuestrado. Sueñan en un paraíso permanente que no existe. No alcanzan a valorar y, por tanto, menosprecian el antídoto que hoy tienen los ciudadanos en sus manos.