El destino del pequeño Gabriel se construyó desde muy temprana edad, en un tiempo en que las carencias eran tan grandes que andar descalzo era normal en su familia integrada por 12 hermanos: “éramos una familia humilde, de muchos hermanos que no teníamos ni para zapatos, incluso usábamos ropa que nos regalaban, pues a mi padre se le hacía difícil mantenernos”, recordó uno de los hoy mejores luchadores que ha dado esta ciudad.
Aunque son cosas del pasado, al ya legendario gladiador le duelen, le laceran, porque en los ojos y la mente de un niño los recuerdos permanecen, son como un tatuaje o una cicatriz imposible de borrar. Su infancia siempre estuvo marcada por la escasez, por la falta de todo, menos de sueños, porque a pesar de eso siempre se enfocó en cristalizarlos. “Cuando veía a alguien en un coche siempre me decía que algún día yo tendría alguno”, expresó el hoy Vengador.
Si no tenían muchas veces para comer, mucho menos para un lujo como lo era en esos años una televisión. “Íbamos a verla en casa de un vecino que nos abría la puerta porque se conmovía de nosotros, incluso su esposa nos hacía palomitas”.
La necesidad lo hizo iniciarse en el arte del “Pancracio”, Fue una época difícil porque para ser luchador se necesitaba algo más que valor o coraje, pues eran duras las friegas que recibía, de hecho, cada vez que salía de una práctica lo hacía llorando. “Si... la verdad ya ni me daban ganas de volver”, dijo.
Sin embargo, el deseo de superación lo hizo soportar tanto castigo, tantos golpes. “Salía llorando después de cada entrenamiento, pues los luchadores eran duros, rústicos, ásperos y correosos”. A los 14 años fue cuando se adentró en ese mundo de magia y de color, pero también de dolor, de aguante y sufrimiento, toda vez que para subir a un ring tenía que prepararse al menos dos años.
Para ir a entrenar, Gabriel caminaba desde la colonia Benito Juárez a las calles empedradas de Ruiz Cortines y Mártires del 28 de Agosto, donde estaba un pequeño gimnasio de apenas cuatro por cuatro. “Era un espacio chico con el piso lleno de aserrín y tenía una vieja lona de esas que les ponían a los tráileres”, precisó.
Fue allí donde comenzó a forjar su historia, su vida, su camino. “Mis hermanos que ya eran luchadores, aunque no lo tomaron tan en serio como yo, me invitaron a practicar y cuando ya tenía 16 años empecé a luchar profesionalmente”, aunque reconoció que sus hermanos firmaron una responsiva porque a esa edad no se les permitía luchar profesionalmente a los niños.
El Vengador, que adoptó ese nombre en honor al halcón que acompañaba al personaje de caricaturas llamado“Birdman”, señaló que su ansiado debut se dio en la Arena Olimpia, que estaba ubicaba en el barrio San Bruno donde, por cierto, cobijó en sus inicios al Hijo del Santo y recibió la visita del maestro lagunero Blue Panther, así como de Blue Demon, Dorrell Dixon, La Parka y Tinieblas, y las leyendas locales: Doctor Krimen, Júpiter, El Angelito, Gorila Infernal, Bestia Roja, Águila Negra, Jungla Negra y Chucho Monrroy. “Cuando era niño los veía luchar, pero tenerlos junto a mí ya luchando era otra cosa que nunca me la imaginé”, expuso.
Su calidad creció tanto que al correr del tiempo pisó muchas arenas de la República Mexicana. “Fui por todo el País y alterné con las grandes figuras de ese momento”, agregó. El luchador, ahora con 59 años de edad, se alió a otro grande que lamentablemente se nos adelantó al vieje sin retorno: Tiger King, quien fue pieza clave para practicar lucha olímpica, disciplina que también lo llevó a ganarse un sitio importante.
Este deporte lo encumbró aún más, ya que además de ganar varios campeonatos nacionales, representó a México en los Juegos Centroamericanos que se llevaron a cabo en El Salvador, donde compartió momentos con varios de los mejores deportistas que ha dado el país como la velocista Ana Gabriela Guevara, el clavadista Fernando Platas y el taekwondoín, Víctor Estrada.
Una de las anécdotas que le quedaron bien grabadas es que en un selectivo nacional enfrentó ni más ni menos que a Alberto del Río, el otrora Hijo de Cien Caras y ahora “El Patrón”. “Como yo apenas me iniciaba me ganó, pero fue por un descuido que tuve, aunque después fui afinando mi lucha y gané varios campeonatos nacionales”, comentó.
Otro de sus sueños que realizó es que, tras suspender sus estudios para llevar algo de comer a sus hermanos, después logró terminar la carrera profesional en Derecho, así como obtener una maestría en Derecho Constitucional Penal, pero reconoce que nunca abandonó el trabajo de reparación de calzado, oficio al que le tiene mucho cariño y que aún realiza en el Mercado Jáuregui.
Como luchador El Vengador nunca se retiró, nunca le quitaron la máscara y asegura que si se lo propone podría volver a subirse a un enlonado, ya que compañeros de su ayer siguen luchando en las arenas de la ciudad. “Por compromisos me retiré de la lucha libre profesional, aunque no me siento mal como para un regreso, claro, no soy tan joven pero he visto compañeros que todavía están en la actividad. Dios es grande porque aquí seguimos y no nos rajamos”, se engalló.
El Vengador puso fin a la larga plática haciendo un balance de su vida, desde que compartió créditos con los mejores gladiadores que ha dado nuestro país, como sus logros nacionales en la lucha olímpica, y sobre todo de esos momentos amargos de su niñez que fueronmarcados por la pobreza, la escasez y las carencias, pero que al final del día fueron parte de su formación como deportista, como ser humano y como una leyenda, si, una leyenda que nunca muere.