Braulio Michel Fausto González
Mientras vemos los sueldos de los diputados federales, que tendrán una remuneración anual neta de un millón 495 mil 881 pesos en el 2014, y los senadores de un millón 982 mil 726 pesos, según el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), pensaríamos que en México sí se puede. Pero después nos damos cuenta que existen 53.3 millones de mexicanos que viven en pobreza, y creemos que no se puede (Coneval, 2013). Con obras que elevan su presupuesto 192% más de lo fijado, y terminan costando 1,304 millones 917.7 mil pesos, como la Estela de luz, creeríamos que estamos en un País donde despilfarrar recursos económicos no nos preocupa. Pero al analizar que en México, según datos del INEGI en el 2013, 5.8% de los hogares tienen piso de tierra, caemos de nuevo en la idea de que no se puede. Y por último, al ver que como nación nos damos el lujo de mandar a la esposa del ciudadano presidente Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera, a la canonización del Papa Juan Pablo II y de Juan XXIII junto con 15 personas más (entre amigos y familiares) en un avión de la Armada de México, antes pasando por Madrid para visitar a algunas amistades de la farándula, supusiéramos que gastar el erario público en viajes de ese índole y para semejante cantidad de personas es algo que no nos preocupa, y nos da esperanzas de pensar que sí podemos cambiar, pero la realidad es otra.
Desde su conquista nuestro País se ha visto envuelto en una serie de saqueos que hoy en día, a pesar de no ser por otro país, vemos ocurren con gran frecuencia. Nos independizamos de los españoles, pero nos quedamos con los políticos. Cuesta mucho trabajo entender como los “representantes” del pueblo viven tan alejados de él. Pareciera que en México existe una barrera que impide igualarnos con la clase política, ¿cómo es posible que mientras existan millones de mexicanos que pasan, e incluso mueren de hambre por no ganar lo suficiente para poder comer, haya políticos que ganan cantidades excesivas de dinero, por “trabajar por el bien de México”? Claro, muchos consideran trabajar de sol a sol todos los días de la semana en el campo, construcción, o cualquier otro trabajo pesado no merece ser comparado con el trabajo de nuestros “honorables” políticos.
Gran parte de la población argumenta que tenemos los gobernantes que nos merecemos, pero creo que mi País se merece más que esto. Ya basta de cambiar de actores y seguir con la misma novela, es necesario que se termine ese cinismo de aprovechamiento de nuestros gobernantes. México es un país rico en recursos, cultura y por supuesto población. Nuestro País tiene potencial para colocarse y ser una potencia económica, una potencia que garantice la calidad de vida justa para todos los mexicanos, no sólo para unos cuantos.
La clase política, aunque parezca, no es intocable y puede cambiar, pero para ello es necesario concientizarnos como sociedad y trabajar unidos y con el mismo objetivo: México. Debemos de reformar la idea que tienen los políticos de los puestos públicos, y hacerles entender que están ahí por y para nosotros. Los intereses personales no tienen que tener cavidad en esos puestos. Ya basta que la política se vea como método de enriquecimiento. México sí pude cambiar, pero para ello debemos de querer que cambie.
En México sí se puede, pero no se quiere cambiar
Braulio Michel Fausto González
Mientras vemos los sueldos de los diputados federales, que tendrán una remuneración anual neta de un millón 495 mil 881 pesos en el 2014, y los senadores de un millón 982 mil 726 pesos, según el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), pensaríamos que en México sí se puede. Pero después nos damos cuenta que existen 53.3 millones de mexicanos que viven en pobreza, y creemos que no se puede (Coneval, 2013). Con obras que elevan su presupuesto 192% más de lo fijado, y terminan costando 1,304 millones 917.7 mil pesos, como la Estela de luz, creeríamos que estamos en un País donde despilfarrar recursos económicos no nos preocupa. Pero al analizar que en México, según datos del INEGI en el 2013, 5.8% de los hogares tienen piso de tierra, caemos de nuevo en la idea de que no se puede. Y por último, al ver que como nación nos damos el lujo de mandar a la esposa del ciudadano presidente Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera, a la canonización del Papa Juan Pablo II y de Juan XXIII junto con 15 personas más (entre amigos y familiares) en un avión de la Armada de México, antes pasando por Madrid para visitar a algunas amistades de la farándula, supusiéramos que gastar el erario público en viajes de ese índole y para semejante cantidad de personas es algo que no nos preocupa, y nos da esperanzas de pensar que sí podemos cambiar, pero la realidad es otra.
Desde su conquista nuestro País se ha visto envuelto en una serie de saqueos que hoy en día, a pesar de no ser por otro país, vemos ocurren con gran frecuencia. Nos independizamos de los españoles, pero nos quedamos con los políticos. Cuesta mucho trabajo entender como los “representantes” del pueblo viven tan alejados de él. Pareciera que en México existe una barrera que impide igualarnos con la clase política, ¿cómo es posible que mientras existan millones de mexicanos que pasan, e incluso mueren de hambre por no ganar lo suficiente para poder comer, haya políticos que ganan cantidades excesivas de dinero, por “trabajar por el bien de México”? Claro, muchos consideran trabajar de sol a sol todos los días de la semana en el campo, construcción, o cualquier otro trabajo pesado no merece ser comparado con el trabajo de nuestros “honorables” políticos.
Gran parte de la población argumenta que tenemos los gobernantes que nos merecemos, pero creo que mi País se merece más que esto. Ya basta de cambiar de actores y seguir con la misma novela, es necesario que se termine ese cinismo de aprovechamiento de nuestros gobernantes. México es un país rico en recursos, cultura y por supuesto población. Nuestro País tiene potencial para colocarse y ser una potencia económica, una potencia que garantice la calidad de vida justa para todos los mexicanos, no sólo para unos cuantos.
La clase política, aunque parezca, no es intocable y puede cambiar, pero para ello es necesario concientizarnos como sociedad y trabajar unidos y con el mismo objetivo: México. Debemos de reformar la idea que tienen los políticos de los puestos públicos, y hacerles entender que están ahí por y para nosotros. Los intereses personales no tienen que tener cavidad en esos puestos. Ya basta que la política se vea como método de enriquecimiento. México sí pude cambiar, pero para ello debemos de querer que cambie.