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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Escenario incuestionable: el calentamiento global

José Manuel Velasco Toro 03/09/2020

alcalorpolitico.com

Si la pandemia del COVID-19 nos confrontó con nuestro estilo de vida, afectó la movilidad acostumbrada, pasmó momentáneamente la acción gubernamental y detuvo el desarrollo económico, el cambio climático nos enfrentará a situaciones más drásticas de cambio de conducta social, de dinámica económica y gobernanza que serán determinantes para la continuidad del proceso civilizatorio y la vida humana. La diferencia es que la pandemia nos tomó desprevenidos, pues no esperábamos un virus con tal letalidad; en contrapartida, el cambio climático, su inicio, posibles y escalables efectos los conocemos desde 1860, año en el que se detectó que la temperatura media mundial en la superficie terrestre estaba aumentando. Luego, cien años después, en 1965, se advirtió que la quema de combustibles fósiles (petróleo y carbón mineral) estaba ocasionando un aumento de Dióxido de Carbono (CO2) en la atmosfera, lo que propiciaba condiciones aptas para provocar una alteración en la dinámica del clima. A partir de entonces se empezó a hablar de “cambio climático” que radica en el aumento de la temperatura planetaria como consecuencia de la concentración en la atmosfera de gases de origen Antropoceno, es decir, generados por la actividad económica humana, como son el CO2, Óxido Nitroso (N2O), Metano (NH4), Ozono (O3), y otros gases como el hexafluoruro de azufre (SF6) y los hidrofluorocarbonos (HFC), los que en conjunto, sumado a la deforestación, cambio de uso de suelo, contaminación de los océanos, islas urbanas crecientes, y otras lindezas humanas que degradan el medio ambiente con persistente necedad. Al crearse condiciones ideales por la acumulación de esos múltiples gases lanzados a la atmosfera, el calor queda atrapado cual, si estuviera dentro de un domo y, en consecuencia, el aumento de la temperatura del planeta es el resultado, “efecto invernadero” que nos tiene en el borde del “colapso climático”.

Son muchos, muchísimos los trabajos de investigación que se han realizado y continúan en marcha registrando día a día, mes a mes, año tras año, cómo es que la actividad humana sigue impactando negativamente el orden climático con la quema de combustibles fósiles, y pese a que la realidad está ahí, ineludiblemente presente, quienes tienen acceso a esa información y están al frente de los gobiernos, así como las corporaciones negacionistas del cambio climático, callan, guardan absurdo silencio pese a que está de por medio el futuro de la humanidad. Si bien desde 1972, en la Cumbre de Estocolmo, las naciones participantes adquirieron el compromiso de garantizar condiciones de vida adecuadas en un medio ambiente de calidad, la realidad es que poco se ha avanzado en ese sentido. Y, como digo, los datos no sólo están en los informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en los miles de artículos y cientos de libros que abordan diversos efectos de la compleja red causal del cambio climático, sino también en la experiencia vivida, aunque no concientizada, de la población en diversas regiones del planeta que están siendo afectadas por sequía prolongada, erosión de suelos que está disminuyendo la productividad agrícola, escasez de agua para riego y consumo humano, erosión marina en playas por el alza del nivel del mar, deshielo del Ártico y la Antártida, pérdida de glaciares, destrucción de la biodiversidad, aumento en la fuerza de ciclones y huracanes, en fin, el orden climático que conocieron las generaciones del siglo pasado (responsables, como las actuales, de la acción antropogénica), hoy está en pleno inicio del colapso. ¿Y qué significa? Significa que no es sólo una complicación ambiental, sino un problema de estilo económico. Simple y sencillamente, de no transitar con urgencia a la generación y consumo de energía limpia (solar y eólica, principalmente), detener la desforestación y la contaminación de los océanos, continuará aumentando la temperatura global y si en los próximos años se incrementa en 1.5°, tendremos, sólo por mencionar algunas de las consecuencias, un colapso de la economía que se generará desde múltiples aristas: caída de la producción de alimentos por sequía (como ya se ha manifestado en Centro América, por ejemplo), lo que acarreará hambruna y, lo que nunca falta, como la historia lo ha demostrado, acaparamiento de lo escaso y encarecimiento de productos que en cadena secuencial desembocará en aumento de la población en pobreza, inconformidad social, movilizaciones violentas y pérdida de gobernabilidad. Pero también el aumento del nivel del mar, que ya es patente en algunas zonas costeras donde la altura del oleaje ha cambiado, penetrando en tierra con las consecuencias de destrucción de playa y poniendo bajo situación de fragilidad a la infraestructura existente en su cercanía. Para América se prevé que la costa Atlántica será la más afectada; esto es, la costa del Golfo de México, el Caribe y la costa norte de América del Sur, algo nada halagüeño para la industria, puertos y centros turísticos. Y qué decir de la salud, bueno, como fichas de dominó formadas para ser impulsadas y derribadas una tras otra, la baja en el acceso a alimentos propiciará desnutrición, el aumento de la temperatura acarreará malaria, dengue (el cual ya padecemos, incluso en zonas donde antes no existían condiciones para la proliferación del mosquito trasmisor), estrés por calor, enfermedades diarreicas, mal de Chagas, asma bronquial y bronconeumonías, entre otras linduras que ahogarán el débil sistema de salud. ¿Y la migración climática? Esa ya ocurre y está intensificando en regiones de África como la zona de Sahel que prácticamente se está quemando, el lago Chad desapareció, el África subsahariana que se vislumbra será una de las más afectadas. Millones de personas desplazadas que intentarán ir, como lo hacen, hacia otros países en busca de refugio. El nigeriano Kanayo Nwanse que fuera presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) dijo, entre muchas otras ocasiones, que si “el mundo se percata de la manera en que el cambio climático amenaza nuestra seguridad alimentaria o por qué es un catalizador para la migración y los conflictos, entonces podemos esperar un mayor apoyo a las políticas públicas e inversiones que pueden evitar las futuras crisis”. Por eso, y todo lo demás que no mencioné, es urgente, imperioso que se pase de las conferencias internacionales y reuniones de expertos para discutir, a acciones contundentes que tengan, por principio, acelerar el tránsito a la generación de energía limpia e inducir hacia una economía “azul”, es decir, sostenible y sustentable en contrato natural con la Tierra. Cierro con las sabias palabras de Ernesto Sábato: “Ésta es una hora decisiva, no para este o aquel país, sino para la Tierra toda. Sobre nuestra generación pesa el destino, es nuestra responsabilidad histórica”.