En todos los tiempos siempre se han inventado diversas estrategias para la manipulación de las personas con la finalidad de controlar su pensar y actuar. Los gobiernos, en todos los tiempos y de todas las tendencias clasificatorias habidas y por haber (derecha, izquierda, liberales, conservadores, nacionalistas, populistas, centro izquierda o centro derecha), lo han hecho y realizan, pero especialmente recurren a dicha estrategia aquellos proclives al autoritarismo centralista que buscan el sometimiento de voluntades, pues no sólo hacen uso de la fuerza que se traduce en represión, ostracismo político, encarcelamiento, asesinato de quienes propugnan por el ejercicio de la democracia, la justicia, la defensa del medio ambiente, la libertad de pensamiento y expresión, la equidad en todo sentido y la dignidad humana; sino también hacen uso del manejo propagandístico con fines dogmáticos para homogeneizar el pensar y el actuar, así como del recurso de operar la realidad para propiciar situaciones de miedo que conduce a la aceptación acrítica de un estado de cosas, lo que desemboca en apatía social ante las situaciones vividas. Noam Chomsky, lingüista y científico cognitivo, ha estudiado muy a fondo esta conducta de quienes gobiernan con actitud absoluta de dominio y refiere que el problema con la democracia, el menos malo de los sistemas políticos, radica en que cuando existe una masa creciente de pobres dominada por la precariedad material e intelectual, la tentación a su manipulación con fines de voto es irresistible. Algo que el propio Aristóteles advirtió desde los tiempos de la Grecia clásica, por lo que propuso reducir las diferencias mediante medidas sociales justas y equitativas tendentes al justo medio de sociedad. Soportado en las reflexiones de Chomsky sobre el control que se ejerce del pueblo mediante los diversos medios de comunicación, en el año 2002 el escritor francés Sylvain Timsit reflexionó sobre el tema e identificó diez estrategias usadas para ejercer control de parte de los sistemas de gobierno y las corporaciones propensos al autoritarismo. Estrategias de ayer y hoy, de viejos y nuevos regímenes que se ajustan, combinan o acentúan de acuerdo con los tiempos y contextos sociales de los que se trate. Timsit nos dice que dichas estrategias están interrelacionadas, pues se recurre a ellas tanto de manera única como simultáneamente: 1) La estrategia de la distracción, la más frecuente, que consiste en evitar que el público ponga atención en los problemas que son de importancia social y económica, o en aspectos vinculados con el desarrollo social, educativo, científico o energético, para lo cual recurre a resaltar propagandísticamente aspectos irrelevantes, manejar la información con distorsión, minimizándola o poniendo énfasis en aspectos superficiales, pero que captan la atención por su uso exagerado y tendencioso, sobre todo, porque se orientan hacia la sustitución de los datos de la realidad y la razón para priorizar la confrontación emocional. 2) Estrategia muy conocida es la de provocar un problema para ofrecer la solución, chantaje emocional que hemos visto muchas veces de parte de quienes ejercen el poder gubernamental, pues el método les resulta efectivo bajo ciertas circunstancias, sobre todo cuando se infunde miedo en la población, pues la supuesta amenaza empuja hacia aceptar la solución ofrecida, algo que en la antigua Roma se le conocía como argumento
ad baculum. 3) Cuando se busca imponer una medida que se considera inaceptable por contraria al bien común, sencillamente se impulsa con gradualidad a fin de atenuar su impopularidad y lograr establecerla a mediano plazo; el truco consiste en plantear supuestos bajo una falsa analogía, “si no se hace esto ocurrirá aquello”, cuando la amenaza velada o directa claramente no refiere a la verdad. 4) Diferir hoy para aplicar mañana, es otra manera de imponer algo por impopular, que se presta debido a que siempre existe el sentimiento de que todo mejorará y se espera, ingenuamente, a que así sea, lo cual propicia que el público acepte un cambio resignado a la nueva situación. 5) Clásico en los sistemas autoritarios es el corte patriarcal que adoptan al manejar un discurso que recurre a argumentos baladíes, descripciones históricas sacadas de contexto y distorsionadas a modo, gestos con actitud de autoridad, tono de voz seguro pero modulado para impactar, de tal manera, señala Timsit, cuanto “más se intenta engañar al espectador, el más se tiende a adoptar un tono infantilizante”, sutil engaño para desviar la atención de los argumentos hacia las personas. Uno de los trucos más frecuentes es tergiversar una situación que se presenta con veracidad y datos comprobables, al manipular con falacias (falsedades) los argumentos para sacar de contexto lo afirmado que es manejado a favor y logra desacreditar al otro. 6) Algo que garantiza éxito por su impacto sentimental, es la manipulación de lo emocional por encima de la reflexión, pues la articulación emocional abre y deja abiertas las puertas para maniobrar ideológicamente al inconsciente colectivo con fin de sembrar esperanza (la esperanza inhibe la acción), temor, deseo o ideas que coinciden con el líder gobernante. Esta estrategia también se le conoce como la “falacia del hombre de paja”, pues se cambia el significado de las palabras para burlarse de una situación mediante la provocación sentimental, descalificando la realidad, nos dice por su parte el filósofo Eduardo Infante, “para no tener que responder a los argumentos o a las evidencias que se presentan”, muros físicos, mentales, dogmáticos que son símbolo de oprobio, de desprecio, pero también de miedo porque obstruyen el diálogo, dominan con distancia y niegan el sentido de libertad y justicia. 7) Estrategia contraria a todos los derechos universales de la humanidad, es mantener a la población con bajos perfiles educativos, actitud proclive en quienes quieren tener el control paternal autoritario, pues la ignorancia, como la pobreza material, es terreno fértil para la manipulación ideológica que facilita el control político-conductual. 8) Y a lo anterior se suma el aliento público por la mediocridad que se traduce en la complacencia de lo ramplón, lo superficial, la necedad acrítica y la renuncia a la acción constructiva, campo en el que priva el insulto, la descalificación, la reprobación de la verdad que es sustituida por la creencia, por el “y tú más”. 9) Lo que, a su vez también se concatena, con la inducción de sentimientos de autoculpabilidad en las personas para hacerlas creer que ellas no poseen las capacidades necesarias o suficientes para transformar sus esfuerzos en un desarrollo social común, por lo que deben dejar al gobierno la decisión de la acción y del actuar, en un intento por inhibir así la capacidad autocrítica y organizativa de la sociedad civil. Falacia populista, sea de izquierda o de derecha, porque en ambos campos se cultiva, y consiste en buscar que la mayoría de las personas apoyen una actitud, una postura, una acción, una idea sin justificar o demostrar que lo que se induce es verdadero y benéfico para el bien común, pues casi siempre lo que busca es el fortalecimiento del ente gobernante que recurre, para tal fin, a la “pasión colectiva” quien dibuja con dichos su modelo a seguir, aunque existan razones, argumentos veraces y evidencias contundentes de que aquello que se afirma se encuentra lejos de la utilidad pública para procurar el bienestar general, la justicia, el desarrollo futuro y la paz. 10). Timsit concluye su decálogo diciéndonos que, generalmente, los gobernantes conocen mejor a las personas que “a ellos mismos”, sobre todo en estos tiempos en los que las “redes sociales” facilitan mucho más conocer las reacciones, tendencias y creencias de amplios conjuntos de la población, lo que es profusamente aprovechado para construir escenarios
ad hoc con el fin de inducir a que las personas lleguen a pensar lo mismo sobre lo que se busca que piensen o crean. La falacia consiste en hacer creer que lo que se dice o afirma es verdad, pues mientras más personas así lo asientan y sientan, la creencia tenderá a verse como verdad. Práctica muy socorrida por los partidos políticos que buscan generar “pasión colectiva” para crecer en número (votos y recursos financieros) sin importar los principios de justicia, verdad, igualdad, equidad y los derechos humanos universales. La estratagema radica en sostener que, ante la mayoría de los votos o exclamaciones encuestadas, al otro no le queda más que sellar los labios y acatar, aunque la razón les asista.