Juan Pablo ha sido albañil toda su vida. Una vez que se graduó de la primaria, su padre lo llevó durante las vacaciones a una obra en la que estaba trabajando.
Pasaron las semanas y de repente, se dieron cuenta de que había pasado el periodo de inscripciones para la secundaria. Juan Pablo era chalán y ganaba su dinerito cada semana. A diferencia de su padre, entregaba todo el dinero a su madre para que ésta comprara frijoles, arroz, azúcar y huevos. El dinero que ganaba su padre, regularmente regresaba incompleto.
Y es que a diferencia de su padre, los sábados a las 14:00 horas se marchaba desde la obra hasta su casa, en Coatepec. Mientras su padre, Nicanor, se iba a la cantina con sus amigos: “Mi padre regresaba a las 12 de la noche, con apenas unos centavos y bien borracho. Era raro el sábado en que no le diera sus cachetadas a mi madre cuando ésta le reclamaba su proceder”.
Con el paso de los años, Juan Carlos se afianzó y aprendió el oficio. A los 19 años se llevó a una muchacha a su casa, para que vivieran juntos en el cuarto que construyó con sus ahorros: “Se quedó en obra negra, pero nos tapa del sol y nos protege del frío”, dijo.
Con 24 años a cuestas y 12 como albañil, Juan Carlos ha celebrado casi todos los años el 3 de mayo, el festejo a la Santa Cruz: “La hemos celebrado de distinta forma. Yo en lugar de eso prefiero que haya trabajo. Hoy no tenemos casi trabajo, no me ha faltado, pero ya no hay muchas opciones como antes”.
El 3 de mayo se festeja el Día de la Santa Cruz y se conoce más porque también se celebra a los trabajadores de la construcción, los albañiles, que acostumbran colocar una cruz de madera adornada con flores y papel china de colores en lo alto de la obra en construcción, previamente bendecida en alguna iglesia a donde acuden a dar gracias por su trabajo. Los festejos incluyen comidas y bebidas en las obras, generalmente por cuenta del propietario o del contratista.
Juan Carlos, al igual que cientos de albañiles, ha sufrido por el desempleo y sólo está a expensas de que algunos amigos o contratistas con quienes ha trabajado, le inviten a realizar una remodelación o bien, a construir una casa: “En este momento estoy con un grupo construyendo una casa y no me va mal, soy el maestro de la obra y gano 1800 pesos a la semana, pero eso sí, no acostumbro a hacer lo que hacía mi padre, quien ya murió, no bebo licor”.
Él no toma y a pesar que su sueldo apenas le alcanza, está convencido de que pronto la situación mejorará.
Por lo pronto, hoy se preparó para comer unas carnitas y unos refrescos que le llevará el contratista y espera celebrar durante un rato este día, el día de la “Santa Cruz”.