Jean Le Rond D´Alembert (1717-1783), juntamente con Denis Diderot, coordinaron y dirigieron el trabajo para crear la gran obra de la ilustración francesa: la
Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios. La
Enciclopedia reunió la inteligencia francesa de la época. Pensadores que colaboraron con diversos artículos sobre matemáticas, ciencias naturales, algebra, química, física, arte y más, como lo fueron Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Greuze, Houdon, Turgot.
La obra consta de 28 volúmenes cuya estructura se organizó en orden alfabético con temas que muestran el avance científico logrado en la época, la definición de palabras y conceptos, así como la incorporación de más de tres mil ilustraciones sobre botánica, zoología, ingeniería, mecánica, medicina, arquitectura, astronomía, obras de arte. Los dibujos que ilustran cada tomo son de gran calidad artística y muestran en detalle visual y objetividad lo que se explica textualmente, como es el caso de los oficios que fueron dimensionados por su importancia económica, invenciones e innovaciones logradas mediante la experiencia razonada.
La
Enciclopedia es la expresión más “sublime del espíritu humano”, exclamó Diderot, como también es inicio de la divulgación científica, tecnológica, artística y humanística que buscó llegar a un público cada vez más amplio y mostrar la relevancia que tiene la ciencia en el avance de toda sociedad cuando el pensamiento, la creatividad y la curiosidad intelectual se cultiva en un ambiente de libertad, autonomía intelectual y aliento científico.
De ahí que Turgot en su artículo sobre economía y liberalismo, se pronunció contra toda política de caridad cuyo principio oculto esconde “la manía de controlar y regularlo todo y nunca servir a los verdaderos intereses del pueblo”, pues continúa en su explicación fundamentada: “Hacer que un gran número de personas vivan sin hacer nada es apoyar la pereza y todos los desórdenes que brotan de ella; es hacer que la condición de ocioso sea preferible a la de hombre trabajador”. Una verdad que, hasta la fecha, es incontrovertible, pues proporcionar dádivas sin ilustración, dinero sin compromiso, es alentar la pobreza espiritual sin superar la pobreza material. Y Diderot exclamó contundente: “dar a la Ciencia y a las Artes la libertad que tan preciosa es para ellas”.
D´Alambert escribió artículos sobre Matemáticas, Astronomía y Física, como también la introducción de la gran obra que tiene por título, “Discurso preliminar de la enciclopedia”. Texto en el que explica el sentido humanístico de la
Enciclopedia, el método que se siguió para su integración, la técnica de organización por orden alfabético que permite incorporar aportaciones futuras y referencias cruzadas, la incorporación de ilustraciones para mostrar el universo real y tangible desde diversos aspectos y que “el saber humano es tan amplio como el de esas perspectivas”.
Una “cadena de saber” que presenta, nos dice Philipp Blom en su extraordinario libro
Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales (2008), “el mundo tal y como lo veían los enciclopedistas; un mundo organizado, un mundo en el que todo ocupaba su lugar y tenía su valor, de acuerdo con su utilidad para promover el desarrollo de la humanidad a través del conocimiento, la justicia y el progreso”. Tres principios humanísticos que emanan del rizoma fundamental: Libertad que implica libertad de pensamiento, libertad de expresión, libertad para crear, libertad para ser y libertad para progresar.
El fanatismo se definió como “fervor ciego y apasionado brotado de la superstición”, por consiguiente, “es la superstición en acción” que solo se supera mediante el saber, la razón y la verdad. El humanismo busca establecer la verdad desde la demostración razonada de la realidad, de los datos que, se planteó en ese momento, procedían de toda “impresión sensorial”. Por eso el humanismo detesta lo oculto, el disimulo, el disfraz, términos que en la Enciclopedia “refieren a nuestra conducta hacia otros cuando nos parece importante que se confundan acerca de nuestro pensamiento y de nuestras acciones, que ellos no conocen (…). Uno oculta mediante el silencio; disimula con acciones; disfraza mediante palabras. Lo uno se hace aparente en la conducta; lo otro en el discurso. Podría decirse que el disimulo es una mentira en acción”.
Mentir es ocultar la realidad, mentir es distraer la atención con acciones teatrales para evitar que se vea lo que no se quiere mostrar, es disfrazar con dichos y sentencias lo que se quiere ocultar. El que miente convence al fanático; pero despierta la duda del pensante que compara, reflexiona y considera la realidad de los datos. Por eso el que miente lanza acusaciones perniciosas y disfraza su verborrea con gesticulaciones distractoras, mientras “guiña los ojos, sacude los pies, hace señas con los dedos, trama acciones perversas, provoca continuas peleas”, como se describe en
Proverbios (6, 12-15).
El humanismo exalta la naturaleza moral de las acciones al buscar el establecimiento claro de lo que es justo e injusto, algo que requiere del ejercicio de la razón. Libertad de pensamiento y saber pensar es condición humanística fundamental para alentar la curiosidad cognitiva que es origen del progreso general y particular. El humanismo es, también, ciencia de la comunicación de las ideas, de los pensamientos que en su pluralidad abren los sentidos a la comparación, la comprensión y el saber.
De las artes que, afirmó D´Alembert, están a “la cabeza del conocimiento”. El humanismo exalta la razón que piensa sobre lo que ve y conoce, la imaginación que es facultad creadora y la memoria que registra y comunica. El humanismo ilustrado opone la creación del saber, las luces de la razón y la libertad de pensar a la “superstición que nace de la ignorancia y que la reproduce a su vez”, por eso defiende “la libertad de obrar y de pensar” para “producir grandes cosas”.
Esta es la herencia humanística de la ilustración que, parafraseando a D´Alembert, ha favorecido al desarrollo de las cosas (de la ciencia), de la explicación de las relaciones (filosofía) y ha contribuido a la certidumbre (la razón) mediante “el progreso de los conocimientos humanos, y que, multiplicando el número de los verdaderos sabios, de los artistas distinguidos y de los aficionados inteligentes, dará a la sociedad nuevas ventajas”.