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Universidad Anahuac

Italia se pinta de Azurri

Pese a que se convirtieron en personas non gratas al derrotar a los locales, la azzurri se dio un tiempo para reconocer a los aficionados

El Universal Berl?n, Alemania. 10/07/2006

alcalorpolitico.com

Marcello Lippi no sabía qué hacer. En un sólo instante deseaba gritar, correr, festejar, llorar... Pero todas esas emociones que lo agolparon tras la cristalización del penalti ejecutado por Fabio Grosso apenas le permitieron respirar y tener la lucidez necesaria para abrazarse con sus colaboradores.

Era tanta la alegría que sentía que pareció llevarse toda su fuerza, por eso tuvo que recargarse durante un segundo en la butaca de su banca antes de salir y celebrar su mayor éxito como director técnico.

Y es que todos los italianos que acudieron ayer al estadio Olímpico de Berlín desempeñaron el papel de los malqueridos, el cual no solicitaron, pero adquierieron tras eliminar al anfitrión en las semifinales.

La ´Squadra Azzurra´ sólo contó con el apoyo de los poco menos de 25 mil ´tifosi´ que lograron hacerse de un boleto para el cotejo 64 de Alemania 2006, ya que los espectadores neutrales, ésos cuyo único objetivo es no perderse la final (sin importar quien la protagonice), fueron enamorados por la magia que Zinedine Zidane enseñó durante casi todo el certamen, antes de demostrar que hasta el hechicero más benévolo también tiene su lado oscuro.

Eso explica por qué decenas de italianos corrieron a gritarle el acierto de Grosso a los policías alemanes que se encontraban en cada una de las puertas del inmueble.

"¡Campioni del mondo, campioni del mondo!", expulsaban sus bocas, llenas de una rara combinación de satisfacción y odio.

Y en el otro lado del estadio, las lágrimas galas apenas sustituían el colapso emocional que representó la inmadurez de su astro.

Los gritos para evitar que Zidane fuera expulsado resultaron intrascendentes. Cuando el árbitro argentino Horacio Elizondo se llevó la mano derecha a la parte trasera de su short, los rostros se desencajaron. Casi cada paso suyo a los vestuarios fue acompañado por lágrimas.

El adiós del volante francés también marcó el de las ilusiones galas... No obstante, algo les hacía mantenerse en sus asientos; tal vez la esperanza de que un milagro se presentaría, pero la Copa del Mundo ya les había otorgado demasiados.

Aun así, y con el apoyo de los resentidos germanos, silbaron a Elizondo y Marco Materazzi en cada una de sus intervenciones, pues quisieron colgarles la etiqueta de villanos que su ídolo se ganó a pulso.

Asimismo, Lippi, ya sin el vértigo del momento, dejó la cancha del Olímpico aplaudiendo a los aficionados franceses, a los verdaderos, a los que querían el triunfo de los ´Bleus´ por una satisfacción personal y no una revancha absurda.