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Sección: V?a Correo Electr?nico

La enseñanza sobre la diabetes

Arturo Reyes Gonz?lez 15/11/2011

alcalorpolitico.com

Todavía recuerdo muy bien aquel momento en que se vivió una situación crítica en casa, un familiar enfermo repentinamente, una rara (para nosotros entonces), realmente extraña enfermedad y diría que única: el desarrollo de la diabetes en mi padre.

De aquel hecho a la fecha ha pasado ya mucho tiempo, 21 años casi 22, si no mal recuerdo. Eran los tiempos del entonces gobernador Dante Delgado y él trabajaba todavía en el semanario Punto y Aparte con don Froylán Flores Cancela. En el seno familiar hasta ese momento no se había vivido ningún caso similar aunque sabía que mi abuelo, su padre, había muerto a causa de la enfermedad.

¿Azúcar, diabetes? ¿Pues qué, fue de comer tanto dulce? Fue mi primera exclamación ante la noticia. Estaba en la secundaría, me parece relativamente entendible tan burda expresión.

Después, con el paso del tiempo, a los pocos años, empecé a entender un poco del por qué tanta consulta medica, viajes y viajes a congresos especializados, cambio total en la dieta y por supuesto montones y montones de medicinas, y la verdad es que no faltaron también decenas de sugerencias “mágicas” y “milagrosas”, esas me parece abundaron más que alguna referencia seria hacia medicamentos y tratamientos formales.

Que té amargo de una hoja o rama especial (además de nombre raro) del Perú o de Cuba, la uña de gato, preparados de Catemaco, una limpia, el jugo de noni, una fruta afrodisiaca de Asia, que un agua de alguna tierra milagrosa, que una crema, unas pastillas naturistas, una loción del medio oriente, vaya, nada más faltó que le dijeran que el “Bio Shaker” con sus vibraciones le ayudaría.

Los cuales por supuesto –le pido lo lea bien y lo comente con todo aquel que pueda–, todos, todos son un total y absoluto fraude. No existen recetas mágicas ni milagrosas, vaya ni cura para este mal.

Lo cierto es que hoy ya sé que existen diferentes tipos, los más comunes son la tipo 1 o juvenil, que se presenta generalmente durante la niñez o adolescencia. En estos casos el páncreas, órgano encargado de la producción de insulina, no realiza su función desde la temprana edad, por lo tanto se requiere una fuerte externa que la suministre y se realiza a través de inyección de insulina.

La diabetes tipo II es la más común entre personas adultas de más de 45 años, aunque ya se presenta también en niños. La causa más relacionada con la aparición de la enfermedad es la obesidad, seguida de la carga genética cuando padres o abuelos la hayan padecido, tener una vida sedentaria, no hacer ejercicio y tener malos hábitos alimenticios, es decir, sí se puede prevenir.

Así, la enfermedad, los enfermos y todo lo que el caso conlleva se han convertido en un problema de salud pública en nuestro país. ¿Por qué? Basta conocer que tan solo para atender a los pacientes con este mal se calcula que el gobierno eroga poco más de 300 millones de dólares al año.

Y que en la actualidad hay un aproximado de 7.5 millones de diabéticos –aunque algunas estimaciones advierten que esta cifra podría alcanzar los 12 millones– que se atiende adecuadamente.

Por si eso no fuera poco, es además la primera causa de muerte entre los mexicanos en edad productiva, tanto en hombres como en mujeres; las tasas de mortalidad muestran una tendencia a la alza en ambos sexos con más de 70 mil muertes y 400 mil casos nuevos anuales, todo esto según datos de la Federación Mexicana de la Diabetes.

A nosotros nos cambió la vida (así, como eslogan de campaña federal), bueno, a mi padre; a nosotros (su familia) espero nos haya creado cierta conciencia.

Lo que sí nos ha quedado claro son algunos puntos, por ejemplo, una de dos: o la aceptas y te cuidas y tratas a tiempo, lo que implica cambiar por completo tu vida, o te dejas y a pesar de saber que eres diabético sigues con malos hábitos, sobre todo alimenticios, y no tomas medicinas, las cuales, es cierto, suelen resultar un gasto oneroso para muchas familias mexicanas, por lo que no es nada fácil, pero implican el cuidado de la vida misma, o no haces ejercicio tampoco, que muchas veces sustituye a la medicina.

Otro punto importante y que refería líneas arriba, lo único que te puede ayudar a controlar este mal es el auto cuidado en la alimentación y el ejercicio diario, no hay más.

En la familia hemos visto cómo mi padre es ahora incluso considerado un paciente modelo en la ciudad (son poquísimos, contados con los dedos de la mano) por el gran control que tiene sobre la enfermedad cuyos niveles son los de una persona normal. Sin duda uno de los mejores ejemplos que nos hereda, aparte de la honestidad, la congruencia y la educación, es el valor de la disciplina por la salud.

Algo que hemos aprendido: la madurez que se tiene que tener para aceptar que se tiene la enfermedad, no negarlo ni esconderlo, porque es lo peor que se puede hacer. Incluso vemos cómo mi padre vive más libre y plenamente, mientras sabemos de muchas personas, hombres y mujeres que se avergüenzan que se sepa que tienen el mal y aceptan prácticas –sociales, alimenticias, etc.– que lo único que hacen es estarlos matando lentamente sin que se den cuenta.

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