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Universidad Anahuac

Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

La esperanza en tiempos de desesperanza

Pbro. Jos? Juan S?nchez J?come Xalapa, Ver. 05/12/2016

alcalorpolitico.com

¡Ya es hora de despertar del sueño! Así nos saluda con insistencia la Palabra en este tiempo de Adviento. Tenemos que despertar, sacudirnos la pereza y la indiferencia, porque nos hemos confiado, hemos sido ingenuos y poco a poco se ha ido relativizando nuestra fe.

Una vida de fe siempre implica esfuerzo, sacrificio, dedicación y entrega. La vida de fe no está arreglada ni se relaciona con una vida acomodada. El cristiano trata de sobreponerse a tantas dificultades para mantenerse fiel a sus convicciones. De suyo la vida de fe es difícil y más en tiempos como los nuestros que no son favorables a una vida de fe.

La fe es un don que debemos cuidar. Por la fe tenemos la capacidad de ver muy lejos y de recibir de manera inexplicable una explicación más precisa de la vida. Pero se trata de un don que puede ser susceptible sobre todo en ambientes tan desafiantes como el nuestro.



En la experiencia cotidiana constatamos cómo la fe se puede perder cuando vemos un mal testimonio, sobre todo de alguien que tiene autoridad moral entre nosotros. La fe se cuestiona frente a un escándalo que cimbra las bases cristianas de una comunidad. La fe se puede perder cuando vivimos asediados en ambientes hostiles a lo religioso, o cuando se sueltan comentarios infundados sobre temas religiosamente relevantes.

Dicho sea de paso podríamos decir que es sano tener dudas de fe. Porque Dios quiere que nuestra fe tenga fundamento, que no creamos porque está de moda, o porque es la tradición de nuestra familia sino que creamos porque estamos convencidos.

El problema es cuando no encaramos las dudas, cuando no las resolvemos de manera adecuada. Se da frecuentemente el caso de que nos tragamos las dudas, no tenemos el cuidado de responderlas. Cuando se van acumulando las dudas y no nos esforzamos por responderlas podemos perder la fe.



Ante este riesgo latente hay hermanos que preguntan cómo crecer en la fe. Se trata de una pregunta seria y profunda, de una pregunta fundamental para seguir caminando en la vida espiritual. Lo que no siempre se sitúa a la altura de esta pregunta es la respuesta.

La respuesta en este caso también tiene que ser de gran altura, aunque puede correr el riesgo de convertirse en una respuesta ordinaria. Algunos ofrecen una respuesta de tipo mágico, sugiriendo una receta extravagante. Se pone muchas veces el acento, para responder a esta pregunta, en una especie de experiencia sensacionalista.

Pero la única forma de crecer en la fe es practicándola, es decir vivir aquello que creemos y no esperar a que los otros den ejemplo para que entonces comencemos a practicar los valores cristianos. Si creo en la paz, la justicia, el amor, la fidelidad y el perdón, entonces tengo que vivir en consecuencia para llegar a consolidar una vida de fe.



Hay que despertar del sueño para cultivar también la esperanza, para no dejar que nos roben la esperanza. Los tiempos están para perder no sólo la fe sino hasta la esperanza. Hay hermanos que prácticamente se desesperan ante las situaciones que vivimos. Las cosas no cambian, tampoco las personas, y entonces nos desesperamos y rompemos cualquier posibilidad de acercamiento a las personas y de solución de los problemas.

También se viven tiempos de desesperanza. Hay hermanos que siguen creyendo en Dios, van a la Iglesia y tratan de llevar una vida conforme a sus valores, pero ya no se notan alegres, ya no tienen la chispa de una vez, ya no viven con entusiasmo su fe cristiana.

Viven resignados y derrotados, pensando que las personas y las situaciones ya no van a cambiar y entonces mantienen una visión negativa y pesimista de la vida. Si preguntamos cómo se recupera la esperanza, también aquí no hay una respuesta sensacionalista.



La única manera de recobrar la esperanza es retomando una vida de oración, aprendiendo a entrar en la intimidad de Dios para que no sea solamente lo que vemos y escuchamos en la vida ordinaria lo que compartamos a los demás, sino lo que vemos en la presencia de Dios, lo que escuchamos y sentimos junto a Él.

En la oración podemos recobrar la esperanza porque veremos cosas diferentes, escucharemos cosas distintas y sentiremos el abrazo del Padre. La esperanza recuperada en la oración es algo digno que los cristianos podemos aportar al mundo en estos tiempos de desesperanza.