Un puñado de gatos cumplió el sueño de cualquier persona adinerada en este país, ser dueños de su propia isla.
Son unos 20 felinos que en el pueblo de Chachalacas, municipio de Úrsulo Galván, se han vuelto famosos entre pescadores y turistas porque habitan, desde hace un par de años, un islote en medio del caudal del río Actopan, asentado a unos 500 metros de la bocana, en los límites del mar abierto.
Chachalacas es una comunidad de pescadores y prestadores de servicios turísticos, con una población no mayor a 5 mil habitantes, ubicada al sur de la cabecera municipal. La gente deja su cama muy temprano para salir a pescar o montar las palapas para recibir a los turistas, pues junto con La Antigua, son de los sitios más visitados en este rincón de Sotavento.
Producto de la contaminación de los ingenios El Modelo y La Gloria, la pesca, la actividad secundaria después del turismo, ha bajado en los últimos años, platica el pescador Rubén Chávez.
“Los pescadores se entristecen porque no hay trabajo; el mal tiempo nos afectó, pero la contaminación de los ingenios nos ha pegado mucho. Ellos arrojan sus aguas sin tratar y eso ha ocasionado mortandad de peces. Pero aquí seguimos”.
Esos pescadores sin esperanza han aprendido a convivir con los gatos del islote, como se conoce al pedazo de tierra del cual son amos y señores los felinos. Los hombres de mar esperan que conforme pase el tiempo la población de gatos crezca, y chance, se convierta en atractivo turístico.
Con esa finalidad, y también por compasión, muchos son los pescadores que diariamente, de regreso de la jornada en mar abierto, se acercan al islote y lanzan sobrantes de carnada a los gatos. Son jugosos trozos de retacería de pescado o tripa de pollo útil en la captura de cazón, jaiba y camarón.
A ciencia cierta, se desconoce la fecha de arribo del primer gato al islote, cuenta Rubén Chávez. Sólo se sabe que en la actualidad son más de 15, casi 20, pueden ser más, y viven tranquilamente, separados de la civilización por unos 300 metros de mar, por lo cual es imposible su escape hacia el pueblo.
Desde lejos, los animales parecen felices. Se echan por largos periodos de tiempo en la pequeña playa.
En grupos de dos o cuatro, se acicalan, se tiran de panza y miran fijamente con ojos escudriñadores cada embarcación que pasa cerca de su territorio. “Quieren comer carnada”, comenta el lanchero.
El islote no mide más de 250 metros cuadrados, es un pedacito de tierra coronado por una docena de tupidas palmeras, arbustos típicos de estos humedales, maleza y varios árboles de almendro. En el centro se levanta una pequeña casa de madera y techo de láminas de aluminio. Hay un puerto para pescadores y unas tablas dispuestas para aliñar pescado, de cuyas escamas y tripazón se alimentan los mininos.
La casita fue edificada por una persona de Chachalacas, quien en una ocasión reclamó la propiedad de la isla; sin embargo, las autoridades locales le hicieron ver que no tenía razón, pues la isla, como todas en México, son propiedad de la Federación. El hombre, molesto, se olvidó de su idea pero dejó la cabaña, y ahora es usada por los gatos como refugio y asoleadero.
Pero no todo es felicidad, los gatos sufren en cada crecida del Actopan, pues el agua fuera de sus niveles normales tapa completamente el islote. Cuando pasa, los gatos trepan a lo más alto de los árboles, de las palmas o al techo de la casita. Allí esperan mientras el caudal baja, después de uno o tres días, explica Rubén Chávez.
Los pescadores de la zona, sin embargo, dicen haber encontrado ya varios gatos muertos en la playa.
Cuando hay creciente, y más con lluvias y vientos de norte, se les dificulta aún más aferrarse a las ramas y, cansados y hambrientos, caen en las inexorables aguas del Actopan.
Ante esta problemática, los pescadores han reportado el caso al municipio, “a ver si se pueden rescatar y regalar en las casas”; no obstante, no ha habido respuesta. En tanto, los hombres de redes, los comerciantes de las palapas y el pueblo en general, siguen esperanzados a que los gatos se reproduzcan para ser más, y se vuelvan novedad para ofertar al visitante, algo así como el paseo en lancha por la “isla de los gatos”.