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Sección: V?a Correo Electr?nico

La lucha de clases en México

Manuel Mart?nez Morales 18/06/2013

alcalorpolitico.com

Hoy la preocupación del Capital
es convencernos de que el trabajo manual no existe…
La preocupación del Capital hoy:
Hacer pasar cualquier cosa por compromiso ético radical,
rellenar con él los socavones del sistema.
Del poeta Antonio Orihuela, en Bienvenidos al desierto de lo real.


Una buena parte de los fenómenos sociales contemporáneos no puede explicarse satisfactoriamente si no se recurre al concepto de lucha de clases, concepto que refleja una característica presente en las sociedades modernas: la existencia de clases sociales en conflicto. Ya sea en el dominio de las relaciones económicas o en las esferas de la política y la cultura, hay procesos que no pueden comprenderse si no se miran desde la perspectiva de la pugna entre las clases sociales por hacer prevalecer -cada cual- sus intereses. Así por ejemplo, resulta imposible explicarse el “subdesarrollo” de la ciencia y la tecnología en nuestro país si no analizamos el contexto de esta confrontación entre clases.



Las clases sociales son grupos formados al interior de una sociedad y que, por su propia naturaleza, entran en conflicto debido a que los intereses que rigen la supervivencia social de cada una de tales formaciones no son coincidentes o, incluso, pueden ser opuestos. Pero, ¿qué es lo que define a una clase social?

Según un texto clásico de economía política, la pertenencia a una clase social se define por las relaciones de propiedad con respecto a los medios de producción, y por la posición que se ocupa dentro de los sistemas de distribución y consumo de los diversos bienes y servicios. El ingreso económico no es el indicador exclusivo de la pertenencia a una u otra clase social.



Por eso llama la atención la publicación reciente, por parte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de un boletín de investigación sobre las clases medias en México, que propone una metodología acertada y rigurosa para caracterizar a las clases sociales en México.

La investigación –dice el boletín- se basa en los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de 2000 y 2010, sujetos a una herramienta de estratificación multivariada desarrollada en el INEGI para permitir una síntesis de información diversa y compleja bajo criterios de rigor estadístico.

La fuente de información utilizada en la investigación ha sido la más reciente encuesta nacional publicada de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2010). Los resultados de la encuesta se compararon con los resultados a los que se llega con su edición de 10 años atrás (ENIGH 2000), a efecto de tener una perspectiva de cómo avanzaron las clases medias en la primera década del siglo XXI. Se subraya que los cambios en la composición social del país sólo son observables en períodos largos de tiempo, y que dichos cambios no necesariamente están correlacionados con las fluctuaciones de otros indicadores de carácter más coyuntural o más sensibles al corto plazo.



Esta investigación se abordó a partir de un conjunto de 17 indicadores, cualitativos y de gasto per cápita. Se privilegiaron los rubros de gasto sobre los de ingreso, dado que los informantes tienen menos incentivos a sub-declarar los primeros que los segundos. Se tomó también en cuenta aquéllos rubros de gasto que fueran más allá del consumo de bienes y servicios básicos que deben presentarse en todo hogar. Se seleccionaron variables tales como: el gasto per cápita en consumo de alimentos y bebidas fuera de la vivienda; gastos en cuidados personales; gastos en educación cultura y recreación, gastos en regalos otorgados a otros hogares, pago de tenencia y pago a tarjetas de crédito, entre otros.

A efecto de agrupar estos estratos en tres clases (clase alta, clase media, clase baja) los 7 estratos o agrupamientos óptimos de hogares, obtenidos en un primer estudio exploratorio, se sometieron a un análisis para identificar diferencias no sólo cuantitativas de gastos o ingresos entre los estratos, sino también a partir de cuáles estratos se detectaban diferencias cualitativas en variables tales como: porcentajes de jefes de hogar con un nivel de estudios medio-superior y superior; proporción de ellos que tenían acceso al mercado de trabajo formal, etcétera.



Cabe resaltar que en esta investigación -dicen sus autores- nunca se prejuzga sobre cuáles son los umbrales de nivel de vida (sean en términos de gasto o de ingreso) que separan a las clases sociales, ni tampoco los porcentajes que debe haber en ellas de personas con escolaridad o en la jerarquía ocupacional del mercado laboral. Simplemente, los resultados de la estratificación a los que se llega sugieren cuántos y cuáles son los niveles o umbrales a tomar en cuenta; el análisis ulterior verifica en donde se detectan diferencias cualitativas (instrucción, posición e inserción laboral y acceso a la propiedad) tras las diferencias meramente cuantitativas (gastos o ingresos).

En esto la presente investigación es radicalmente diferente –desde el punto de vista metodológico- a cualquier otra que se ha emprendido con respecto a la información referida a México, ya que no requiere de acotamientos de gasto o de ingreso fijados de antemano o establecidos como una precondición antes de clasificar los hogares. Dicho de otra manera, el método seguido permite que los datos hablen por sí mismos, en el sentido de que las fronteras que se identifican entre los estratos para determinar en cuál de ellos comienza y en cuál otro termina la clase media son un resultado al que se llega y no una premisa de la que se parte.

En efecto, es precisamente la metodología arriba descrita lo que da un mayor sustento a este estudio y lo convierte en una referencia esencial sobre el tema.
Los resultados obtenidos muestran que 42.4% de los hogares, en donde vive el 39.2% de la población total del país, son de clase media. Por su parte, 2.5% de los hogares son de clase alta, viviendo en ellos el 1.7% de la población del país, mientras que, en el otro lado del espectro social, se tiene al 55.1% de los hogares donde desarrolla su vida el 59.1% de la población mexicana.
(El informe completo está disponible en:
http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Boletines/Boletin/Comunicados/Especiales/2013/junio/comunica6.pdf)



Es importante precisar que esta estratificación en tres categorías no es rígida, en el reporte se aclara que hay a su vez varias subdivisiones dentro de cada estrato por lo que hay que ser cuidadosos al momento de interpretar estos resultados. Y también cabe mencionar que las proporciones en que distribuyen las clases varían entre el medio urbano y rural, por ejemplo.

Abundando en ello, se señala que clase social baja no es sinónimo de pobreza en esta investigación. Aseveran los autores del informe que no necesariamente todos los miembros de clase baja son pobres en el sentido de que caigan debajo de un umbral normativo de ingresos y de acceso a bienes y servicios públicos que les impida ejercer sus capacidades básicas como miembros de la colectividad nacional.



Una de las conclusiones que se desprenden del estudio exploratorio es que la pobreza, más que constituir una clase social en sí misma, es una condición que puede presentarse con mayor probabilidad para la clase baja que corresponde al 55.1% de los hogares y 59.1% de la población del país. Eventos catastróficos al interior del hogar como la pérdida súbita del principal proveedor o la presencia de una enfermedad o accidente grave entre sus integrantes pueden ser factores decisivos para que ese segmento incurra en pobreza, lo mismo que un episodio de hiperinflación o una recesión económica profunda en el plano macroeconómico. Por ello la condición de pobreza fluctúa más que la pertenencia a una clase social propiamente dicha.

Así pues, la clase baja, lo mismo que la clase media, resulta un segmento heterogéneo pero estable, estadísticamente hablando, en el que se presentan distintas situaciones de previsión frente a la adversidad, de cercanía a los mecanismos de protección del Estado y de pertenencia a redes de solidaridad grupal.

Me parece que debe reconocerse el valor de este estudio, ya que no sólo se apega a la definición de clases sociales citada al inicio de este texto, sino que ofrece una caracterización y cuantificación metodológicamente sólida de las tres clases sociales básicas en que se agrupa la población mexicana.



Sin perder de vista las precisiones apuntadas, las conclusiones son claras e ineludibles: México es un país desigual con predominio de la clase baja (cerca del 60 % de la población), donde la clase alta es una minoría (1.7%). Según otros estudios, el 10% de la población con los ingresos más altos acumula alrededor del 40 % de la riqueza producida en el país, en tanto al 10% con menores ingresos le corresponde menos del 3% de la riqueza. Y la clase media queda fluctuando entre los dos extremos, dando lugar a una nueva definición: la clase media es la clase baja alta.Puede concluirse también, a partir de este estudio, que la existencia de las clases sociales en México es un hecho indiscutible y, si se profundiza más en un análisis de tipo sociológico, podrá verificarse el conflicto existente entre estas clases y sus consecuencias.