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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

La muerte en el antiguo Egipto

José Manuel Velasco Toro 02/11/2023

alcalorpolitico.com

Los conceptos de vida y muerte en el antiguo Egipto poseen un sentido de continuidad, pues al morir la vida se perpetuaba en el más allá, en un lugar que llamaron Campo de Iaru o Campos de Juncos, gran dominio del dios Osiris. La muerte, nos narra Salima Ikram en su libro Muerte y enterramiento en el antiguo Egipto (2022), era parte del complejo religioso que concebía la prolongación de la vida en el más allá.

Sin embargo, para llegar a los Campos de Juncos y trascender a la inmortalidad, la persona en vida debía tener un comportamiento justo, maa jeru, pues solo así tendría derecho a la eternidad al lado de los dioses. ¿Cómo se sabía que la persona había sido justa en vida? El imaginario egipcio lo explica de esta manera: el difunto caminaba hasta el templo de Osiris en el inframundo, parado frente a él y los cuarenta jueces que lo acompañaban, enfrentaba el interrogatorio para que declarara verdad sobre su conducta en vida.

Cada juez hacía una pregunta y el difunto debía contestar en negativo, es decir, afirmando que no había cometido acción alguna de la señalada por la pregunta del juez. Por ejemplo, debía decir que no había sido avaro, que no había matado, que no había fornicado, que no había levantado falsos testimonios, ni robado o causado dolor, que no había engañado, ni había faltado a sus deberes religiosos, como tampoco mentido, etcétera. Este evento era presenciado por Thot, dios de la escritura quien levantaba un acta para dar fe de la vida del alma.



Concluido el interrogatorio se procedía a efectuar el ritual de la Balanza de la Justicia o Balanza de Anubis, guardián de la necrópolis. ¿Cómo se efectuaba el ritual de la balanza? El corazón, considerado lo más importante en el cuerpo porque en él residía el alma, se colocaba en el platillo izquierdo de la Balanza de Anubis, mientras que el platillo derecho era ocupado por Maat, pluma de la diosa de la Armonía. Si al ser colocado el corazón la balanza mantenía el equilibrio con Maat, significaba que el alma era buena, había sido justa y no había mentido a los cuarenta jueces por lo que podía pasar al Campo de Juncos para gozar de vida eterna.

En cambio, si el alma había mentido, entonces el corazón resultaba más pesado porque la esencia del alma había sido malvada y de inmediato era devorado por Ammit, Devoradora de Muertos, y aniquilar el alma para siempre. Era una especie de polígrafo o detector de mentiras que valoraba la cualidad moral de la persona en vida. Para los egipcios ello era importante, pues consideraban que pertenecían al mejor pueblo y al retornar a la vida lo harían solo las almas que habían cumplido con los preceptos morales de su religión, de ahí la importancia de conservar los cuerpos pues mediante ellos se mantenía el contacto con la tierra a través de Ka (la fuerza vital) y Ba (fuerza anímica y espiritual) que se reunían periódicamente con el cuerpo.

Cuando la persona estaba viva, a su cuerpo se le llamaba jet, pero cuando moría el cadáver era llamado jat. Al ser embalsamado el cuerpo adquiría el nombre de sah. Tres momentos o estados corporales importantes que remiten a la prueba de la existencia, el paso al juicio y la posibilidad del retorno a la vida. Por eso era crucial momificar el cuerpo y conservar el corazón dentro de él, residencia del alma.



En cambio, las vísceras se retiraban, momificaban y colocaban en recipientes llamados vasos o cofres canopos. Cada parte quedaba bajo el cuidado de los hijos de Horus, semidioses que eran tutelados por diosas: Amset protegía el hígado y la diosa tutelar era Isis, los pulmones estaban al cuidado de Hapy bajo la protección de la diosa Neftis, el estómago lo resguardaba Duamutef bajo la observancia de la diosa Neith y los intestinos los amparaba Kebehsenuf relacionado con la diosa Selket.

El concepto de momia es posterior y viene de dos palabras árabes, mum (cera) y mumia (betún), pues ellos creyeron que las momias estaban cubiertas de cera y betún. El proceso de embalsamamiento del cuerpo para conservarlo artificialmente duraba setenta días, número simbólico asociado a la ausencia en el cielo nocturno de Sirio, estrella coligada a Osiris, dios del Inframundo, y era la temporalidad que debía transcurrir antes de resucitar. El cuerpo embalsamado se colocaba en el ataúd que era de madera y éste se depositaba dentro del sarcófago que era de granito, piedra o madera.

En el ataúd se grababan diversos hechizos para proteger al alma, el nombre y, en muchas ocasiones, el rostro de la difunta o difunto. Dependiendo del estatus y riqueza de la persona momificada y sepultada, las tumbas construidas fueron de gran complejidad ingenieril, artística y religiosa o sencillamente consistió en un enterramiento en tierra dentro de un ataúd y estructura sencilla.



Conservar el cuerpo era de suma importancia pues era prioridad fundamental para garantizar el retorno, ya que los egipcios del antiguo reino creían que el cuerpo físico era un sistema complejo que relacionaba diversos elementos que eran: Ren, el nombre de la persona relevante en vida y en la venidera, pues el nombre es lo que proporciona identidad y memoria, sin nombre era olvidado y quedaba catalogado como “no persona”. Shuyet, la sombra, entidad que debía ser protegida por el símbolo de Maat, la pluma, para que tuviese una vida buena, por otra parte, la sombra también estaba relacionada con el Sol pues representaba el renacer. Ka, el doble o fuerza vital que animaba a la persona y se creaba a la par del cuerpo, acompañándolo durante la vida y la muerte, algo así como un gemelo asociado a la reproducción. Ba era la personalidad o el alma pudiendo viajar en este mundo y en el porvenir, sin embargo, el Ba debía retornar al cuerpo fallecido para conservar el vínculo terrestre con éste, pues de no ser así, el difunto no podría retornar. Akh era el espíritu, se cree que era unión del Ba y del Ka, pues se menciona que era el difunto mudado en ser viviente e inmutable que estaba relacionado con las estrellas por estar vinculado a los dioses por lo que adquiría la inmortalidad al ingresar al Campo de Juncos.

Leer Muerte y enterramiento en el antiguo Egipto, es emocionante viaje al pasado de tan importante civilización, la más duradera de la historia, pues perduró cuatro milenios desde su nacimiento hasta su caída derivada de la conquista romana. Desde luego la obra de Salima Ikram aborda muchos más aspectos que los brevemente reseñados, pues explica con gran detalle y sencillez narrativa, la momificación humana y animal, el ajuar funerario, el sepulcro y los cultos funerarios en forma clara y amena, les invito a gozar de su lectura que les asombrará en muchos aspectos.