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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

La violencia nos corroe

José Manuel Velasco Toro 09/09/2021

alcalorpolitico.com

Cuando vemos la prensa día a día, sea en formato impreso o en digital, lo primero que salta a la vista son encabezados, notas relacionadas con situaciones de violencia, de acciones que mediante la fuerza de todo tipo agreden, intimidan, someten. Lo mismo sucede en el espacio de las redes sociales que hoy predominan como conectividad masiva. Violencia cotidiana que se refleja en cada lugar de nuestro país, en los espacios sociales y familiares, en los ámbitos institucionales, en los discursos entre rivales políticos, en las imágenes que circulan por las redes sociales, en el uso indebido de la justicia que tuerce el derecho por razones políticas o situaciones complicadas que no se quieren asumir, en el uso de lenguaje altisonante que ofende cuando no existe concordia o comunicación entre las personas, en la reacción de ira que invade la razón y conduce al ataque verbal o físico, en la prepotencia que se anida en el rencor y el egoísmo que es abono de las bajas y turbias pasiones, en los actos desesperados de supervivencia que emanan de la pobreza y empujan al robo y asesinato. En la intimidación que emana de estereotipos ideológicos que entretejen la política y traman la adopción de medidas autoritarias que peligrosamente se vuelven práctica institucional. En programas televisivos que exaltan conductas traicioneras, actitudes hipócritas, desprecio al estatus de las personas, posturas racistas, sometimiento de la mujer y demás. En la intolerancia que se concretiza en agresión verbal y física hasta ser atentatoria de la vida, sólo por pensar, opinar o ser diferente. Violencia que también permanece subsumida en añejas y falsas creencias que se reproducen generacionalmente y son causa de atroces actos como son los femicidios, los asesinatos de quienes tienen identidad de género distinta, de quienes padecen algún tipo de incapacidad o discapacidad física o intelectual. El acoso y violación sexual, el abuso infantil, la intimidación para doblegar, el despotismo hacia quien parece más vulnerable, la inequidad laboral de género es violencia enraizada que envenena y atenta contra la dignidad humana. Hay también violencia implícita en la doblez de los discursos que falsean o manipulan la realidad y cuando de manera arbitraria se quita parte del ingreso salarial a la persona que labora en una institución o empresa. Violencia en todos lados, en todos los sentidos, en todos los rincones del ser, de la sociedad, de la nación, del mundo. Violencia territorial que surge, cual lava volcánica, de la cadena del narcotráfico que utiliza intencionalmente la fuerza psicológica, física y armada para amenazar, intimidar, someter, controlar y eliminar a personas, organizaciones rivales, grupos sociales, comunidades y embrollar autoridades gubernamentales mediante la corrupción participe que les convierte en cómplice. Incluso en los espacios académicos donde se supone reina la concordia de ideas, la violencia también encuentra nicho de acción esbozada tras teorías que empujan a la adopción de posiciones ideológicas de supuesta tendencia progresista o retrógrada, según se interpreten, reflejadas no sólo en debates e interlocuciones entre personas o grupos, sino también en conductas que buscan bloquear o marginar a quienes se les califica como diferentes o contrarios. Violencia premeditada que fluye y se filtra, tristemente, hasta en los organismos que legislan cuando maliciosamente se trata de someter, controlar o eliminar al adversario político lo que atenta contra la igualdad, la libertad y los derechos humanos. Como también es violencia institucional cuando las instancias obligadas a cumplir con el derecho que emana de las leyes y principios universales callan y no actúan en cumplimiento de su deber o evaden responsabilidad. El ansia misma de poder sobre las masas es violencia autoritaria, hostilidad destructora que instala un clima de inestabilidad y malestar. Terrible realidad que, lamentablemente, pareciera nos hemos acostumbrado a ella y buscamos sortear para evitar hundirnos en ese fango aterrador para sobrevivir. La hostilidad social, grupal, institucional, personal, sea de la que sea y de donde provenga, nos conduce a un estado de miedo que vulnera nuestros sentidos y llega a producir angustia que es fuente de inquietud cuya evolución puede desembocar en psicosis. Tenemos miedo de ser asaltados, extorsionados, secuestrados, asesinados, de que violen la privacidad de nuestro hogar, de que dañen psicológica o físicamente a miembros de nuestra familia. Incluso, lo absurdo, tenemos miedo de la propia policía que se presume resguarda nuestra seguridad. Miedo que se constata en las medidas que se adoptan para proteger nuestros hogares: rejas de metal en ventanas y puertas, bardas más elevadas con alambre de navajas en la parte superior, cercos eléctricos, cámaras e interfon conectados a nuestros teléfonos celulares, alarmas, en fin, múltiples herramientas mediante las cuales buscamos resguardar la integridad física y patrimonio familiar que es reflejo, a su vez, de la angustia que nos provoca inquietud, ansiedad, zozobra. Angustia que es peor que el miedo, pues nos hace vivir bajo una situación de espera ante un posible peligro, de incertidumbre e inseguridad que puede llegar a convertirse, en una persona obsesiva, en neurosis, y en quienes tienen estados de melancolía, en psicosis. Como seres humanos, como sociedad, como civilización, tenemos que actuar para reestablecer condiciones de seguridad para la vida, para la integridad social, para la ciudadanía. Debemos recobrar el sentido de significado de libertad, igualdad, equidad, respeto, justicia, seguridad bajo un estado de derecho en forma efectiva para actuar como personas, como seres humanos, y no seguir bajo la tiranía de ser objeto desechable, de estar sujetos a la manipulación política o ser tratados como mercancía que denigra la integridad humana. La decisión estriba en nosotros como seres humanos ciudadanos de una democracia. “Depende - señala Erich Fromm- de su capacidad para tomarse a sí mismo, a su vida y a su felicidad seriamente; de su buena voluntad para enfrentarse con su problema moral y el de su sociedad. Depende de su valor para ser él mismo y para sí mismo”.