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Los años dorados ¿Para quién?

Fco. Javier Beltr?n Guzm?n / Irma A?da Torres de Beltr?n Xalapa, Ver. 17/07/2008

alcalorpolitico.com

Club Rotario Xalapa

Muchas son las formas en que se la llamado a las personas mayores de 60 años: ancianos, viejos, senectos, adultos en plenitud, de la tercera edad etc. Sin embargo, hay muchas más cosas atrás de esos conceptos tales como enfermedades crónicas degenerativas, pérdida de vitalidad, abandono, falta de afecto, entre otras. Además, en el fondo, este problema de denominación manifiesta la incertidumbre que padecemos ante los grupos socialmente menos favorecidos, o marginados de la vida cotidiana.

¿Dónde los colocamos? ¿Cómo los valoramos? ¿Cómo los tratamos? ¿Qué hacer para que no se automarginen, para que intervengan en el devenir de la sociedad? Un matiz importante: este desconcierto ante el fenómeno de la vejez lo muestran las familias y las generaciones más jóvenes, pero también las propias personas de edad avanzada.

(http://revista.consumer.es/web/es/20001001/interiormente/30114.php )

En el mejor de los casos, los ancianos cuentan con una pensión jubilatoria. Otros continúan trabajando toda la vida. En este momento conocemos al menos dos personas que diariamente acuden a su trabajo ambos de más de 80 años: uno de ellos es músico en una Orquesta Sinfónica y otro cuenta con un puesto de revistas en un mercado. Y como ellos seguramente hay muchos ejemplos de personas que continúan activos debido a circunstancias sociales, económicas, personales, etc.

Algunos cuentan con relativa buena salud como para vivir independientes de sus hijos, cuando no es así poseen una familia que los atiende la cual puede ser de hijos, sobrinos, hermanos, etc.

Por otro lado, en el Antiguo Testamento daba ya cuenta de la dignidad y sabiduría de nuestros ancianos. En otros documentos de nuestra cultura prehispánica, como es el caso de los Aztecas, los ancianos eran venerados y recibían un trato preferencial. Desafortunadamente, en nuestra sociedad actual, a diferencia de los Aztecas, no se cuenta con una cultura que dignifique al anciano sino más bien formamos parte de una cultura en la que se le margina, se considera que ya pasó su tiempo y no se aprovecha su experiencia y, aunque existen programas oficiales de las autoridades en todos los niveles de gobierno, éstos no son suficientes para otorgarles el lugar que se merecen en nuestra sociedad.

¿Cuál es la actitud que debemos adoptar ante ellos? ¿Qué cultura debemos promover hacia el anciano? Entre otras cosas debemos considerar lo siguiente: el establecimiento de valores tales como el respeto, atención y cariño en la relación con nuestros mayores. Respeto a su condición física, a su ritmo despacioso, como Piero dice en la canción de Mi viejo: “ahora ya camina lento…”, a sus valores y creencias, a sus comportamientos, a sus deseos y apegos, a su propia organización de la vida. Los mayores, como cualquiera de nosotros independientemente de nuestra edad, tienen derecho a elegir cómo quieren vivir, que nos autoriza a meternos en sus vidas e imponer nuestros criterios. De alguna forma, ello equivale a un abuso de poder y a una falta de respeto a su libertad. De cualquier manera, habría que ponderar en cuanto nos afecta su modo de ser, de pensar o de sentir.

Pero existen algunos otros ancianos que no tiene tanta “suerte”, son aquellos que van a ser depositados en un asilo por sus propios familiares o porque no tienen otra opción son ubicados en esas instituciones que, en la mayoría de los casos no cuentan con un apoyo gubernamental suficiente o de cualquier otra institución y sobreviven del apoyo de personas y asociaciones altruistas.

Tal es el caso del Asilo “Nuevo Amanecer” en el que viven 13 hombres y 17 mujeres. Su carencia principal es la atención y el afecto que, a estas alturas, les resulta más necesario satisfacer que el alimento para el cuerpo. Desde hace varios años el rotarismo a través del Club Xalapa ha hecho suyas las necesidades de estos ancianos brindándoles apoyo en algunas de sus necesidades materiales pero, fundamentalmente, ofreciéndoles una gotita de amor para alimentar su espíritu.