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Sección: Estado de Veracruz

Sin tacto

Luz en la educación

Sergio González Levet 05/11/2018

alcalorpolitico.com

Hay una frase célebre que me encanta repetir, por la pasmosa inteligencia de su contenido:

“Educar no es llenar un vaso, sino encender un fuego”.

Esa afirmación es atribuida generalmente al historiador romano Plutarco, quien se desempeñó como uno de los dos oráculos del importante templo de Delfos, y vivió entre el año 45 y el 127 de nuestra era.



Sin embargo, investigadores documentan que el dramaturgo griego Aristófanes ya había expresado esa concepción casi cinco siglos antes.

Es de creerse que el comediógrafo haya sido quien sustentó esa idea porque era poseedor de un intelecto formidable, lo que le permitió sobrevivir históricamente a la profunda enemistad que tuvo contra Sócrates, al que acusaba de demagogo. Por cierto, y un poco aparte, a don Aristófanes se le reconoce como el inventor del grosero ademán de levantar el dedo medio de la mano, lo que hacía un personaje de su obra Las nubes, para regocijo del público de entonces… y de ahora.

Sea de quien haya sido la idea, es toda una hazaña intelectual entender el fenómeno de la enseñanza como un acto de iluminar el cerebro y no de llenarlo de datos para la memoria.



Iluminar la mente… es ni más ni menos la premisa de la que pende el constructivismo, una corriente pedagógica que sustentó a la innovación educativa durante las últimas décadas del siglo XX y que dio paso a los nuevos métodos didácticos que se ejercen en nuestra educación del tercer milenio.

Formar en nuestros días ya no es trasmitir conocimientos, comunicar información de boca a boca para que el discípulo, el alumno, se cree a imagen y semejanza de su maestro.

Educar no es recrear a un individuo, sino modelar un ser humano que pueda aprender por sí mismo, que desarrolle su cerebro de modo tal que deje de enunciar preguntas y se dedique a construir respuestas propias y originales. O tal vez no originales -nada nuevo hay bajo el sol, decía el clásico-, pero sí propias, emergidas de su razonamiento y su imaginación.



En la escuela tradicional se enseñaba a leer, a sumar y restar, a conocer la historia; hoy el alumno debe aprender a desarrollar pensamientos, a construir ideas… a pensar.

Atrás de todos los pleitos y discusiones en torno a la educación, a un lado de las querellas sindicales (hoy llenas de sillas y bancos volando por los aires), frente a las corrientes de pensamiento en torno al hecho educativo, la verdadera discusión es sobre lo que hace y debe hacer el profesor con su alumno: cómo conducirlo, cómo capacitarlo, cómo habilitarlo.

Es cómo forjar a una mujer o a un hombre verdaderos, plenos, capaces…



Lo demás son frivolidades.

Agradezco sus comentarios a: [email protected]