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Universidad Anahuac

Sección: Estado de Veracruz

Marduck Obrador, lector y librero, escritor y argonauta del universo

Rafael Toriz Xalapa, Ver. 22/07/2021

alcalorpolitico.com

Prófugos del tiempo, deambulan a veces por el mundo unos pocos seres inauditos hechos con la materia de los cuentos, navegantes de otra época cuyas manos parecen hechas para apagar fogatas, polizontes del presente venidos de un pasado mitológico donde existen los gigantes y cuyos rostros son paisajes encantados en sí mismos; se trata de personajes que contienen multitudes y para quienes la muerte a destiempo debería estar prohibida: a tal estirpe de seres nobles perteneció Marduck Obrador Garrido Cuesta (1974-2021), otra víctima fatal de esta estúpida pandemia.

Carmelita de nacimiento y xalapeño por elección, el contraste entre su apariencia corporal y la ternura de su corazón era infinita —fornido como gladiador grecorromano, sabio e imponente como el centauro Quirón, mentón cuadrado a lo Batman y con la elegancia encubierta de un Corto Maltese: Marduck no sólo era un hombre de una generosidad prodigiosa que emanaba nobleza en cada uno de sus gestos por su temple solidario y la auténtica preocupación por sus semejantes, un individuo todo terreno para quien nada de lo humano era ajeno, lo mismo en la alegría desaforada que en los dolores extremos. Perteneciente a esa extrañísima especie intelectual de lucidez sofisticada que vive con un incendio en la cabeza pero es capaz de pensar aún mejor con las manos: nunca dejó de sorprenderme la facilidad con la que pasaba de mostrarme ediciones originales de Quevedo a serruchar un árbol con motosierra, comparar versiones en varias lenguas de nuestro adorado Omar Khayyam y capar lechones con facilidad prodigiosa, escribir páginas concentradísimas con la esencia pura del lenguaje, levantar galpones en la cima de una montaña y cocinar unos asados superlativos con quelites y chicharrón: Marduck, el dios de los cincuenta nombres, aquella deidad de los babilonios que derrota a toda a una generación de dioses para formar y poblar la tierra (según cuenta el Enuma Elish) era un hombre todo hecho de literatura, pero de la nutrida por los senderos escabrosos de la vida, por eso su corazón era un mapa alucinado hacia tierras menos tristes que la nuestra.

Entre el olvido y el recuerdo, podría pasarme lo que me resta de vida contado lo vivido bajo tantos cielos, entre tantos escenarios: Marduck cruzando los pasillos de la Facultad de Letras de Xalapa con una melena digna de Koji Kabuto y camisas que poseía desde tiempos de La Señorita Cometa, o también Marduck iluminando con su voz de trueno opíparas sobremesas; Marduck recitando poesía como nadie —vestido de leñador con las boinas de su abuelo o elegantísimo como caballero impoluto de Campeche con sombrero de jipijapa— porque él fue poseedor de la magia y el misterio de los auténticos goliardos; Marduck y yo bebiendo verde en Xico, estragando cantinas a lo largo y ancho de la ciudad de México o en sórdidos bares de Córdoba, Orizaba, Veracruz y Coatepec; presentando libros en Puebla, ahogados en vino turbio y leche de pantera por las calles del Raval en Barcelona o viendo cómo se nos esfumaban las posibilidades de una noche de delirio en acres bares parisinos cuando, gozando de un fugaz prestigio como bailarines tropicales ante hermosísimas francesas, fuimos desplazados del centro de la atención causa de la llegada del ala masculina de la Compañía Nacional de Salsa del Perú, compuesta por individuos horrorosos que si bailaban de a de veras. Marduck y yo de plácemes en el Venegas y el Roberto’s al amparo de una bugambilia dadivosa, mientras lo escuchaba relatar la vida entre carcajadas con sus dotes formidables de narrador oral, talento que habría hechizado a su querido Elías Canetti, así como hechizaba al mundo entero con el calor de su conversación, su abrazo generoso y la sombra enorme de su alma, que no es sólo la de un roble sino la de una montaña con su bosque y sus arroyos.



Como todos los espíritus de veras vastos, lo único más grande que su cultura enciclopédica era su humildad arrolladora, tan plena y tan hermosa como su curtido corazón, zurcido con pérdidas, pero sobre todo de esperanzas: nunca como a su lado uno tenía la certeza de que es posible resistir entre la tristeza, aspirando, a través de la comunidad que establecen los libros, a un vivir en un sitio menos peor.

Quiere la crueldad del mundo que la palabra pronunciada encierre su propia profecía (siento, al escribirlo, el puñetazo ciego de la angustia en la boca del estómago), pero fue apenas en enero pasado, mientras nos poníamos al día platicando los horrores de la pandemia, que Marduck recordó la necrológica sobre su padre, Jorge Obrador Capellini —otro hombre de leyenda— hecha por Juan José Rodríguez Pratts, que de esta manera se despedía del ilustre campechano: “la muerte de un amigo produce un desgarramiento interno, deja un vacío y sacude la memoria para hacer un repaso de esa hermosa convivencia… Me deja, afortunadamente, el recuerdo del amigo, un remanso de alegría, un oasis de buen humor y la ironía que siempre salpicó su vehemencia”. Entre lágrimas ante el recuerdo de su viejo, me dijo mirándome a los ojos “esto nos va a tocar también, carnal: uno de nosotros tendrá que escribir sobre el primero que se muera”. Jamás imaginé que este día llegaría tan pronto, querido Toro, y por eso acá me tienes, escribiendo como puedo estas palabras, sabiendo que el dolor de tu partida y el recuerdo de tu luz —así como tu voz de siglos, que susurrará entre los árboles del Trébol— nos va a durar toda la vida.

Librero a salto de mata por los caminos olvidados de México, gestor cultural salvaje en pos del encuentro y de la dicha lo mismo que luchador profesional contra molinos de viento, la presencia de su ausencia nos irá revelando a todos, con una tristeza infinita, lo mucho que te debemos y todas las razones cotidianas por las que vas a hacernos tanta falta.



El día de mañana, junto con todos los que te quisimos, le diremos a tus hijos, Dara y Mateo —a quien el dolor de una ciudad e incontable gente dispersa por el mundo acompaña en este momento, lo mismo que a tu madre, pareja y hermanos— que fuimos contemporáneos de un hombre singularísimo, primus inter pares y el mejor entre nosotros: Marduck Obrador, lector y librero, escritor y argonauta del universo, sabio de los de veras buenos y amoroso ser humano, lleno de una piedad asombrosa frente a las miserias del mundo y mi mejor amigo.


* Rafael Toriz, es un ensayista y narrador, que creció en el corazón del Fovissste, en Xalapa, Veracruz, un 16 de junio de 1983. Estudiante de Lengua y Literatura en la Universidad Veracruzana, alumno de Emilio Carballido en sus clases de Composición Dramática. Rafael escritor fecundo, que ha publicado en diversos suplementos y revistas especializadas en ciencia, literatura, arte y teatro, de muchos países del Continente, desde Estados Unidos hasta Argentina, como Cuba, obviamente México, Perú y Venezuela. Textos que se pueden encontrar publicados en revistas de

España e Italia. Becario del FOECA-Veracruz en 2002 y 2007; de la Fundación para las Letras Mexicanas en 2003; y del FONCA, en la categoría Jóvenes Creadores, en 2006. Premio Nacional de Ensayo Carlos Fuentes 2004. Traductor del poeta portugués Fernando Pessoa. Autor de los libros el bestiario Animalia (Universidad de Guanajuato, 2008) con litografías de Édgar Cano; Metaficciones (Punto de partida, UNAM, 2008); y lo más reciente “La Distorsión”, presentado en esta capital veracruzana en Cauz, feudo de su gran amigo Jair Kai.