El pasado fin de semana en la Ciudad de México (CDMX) se celebraron elecciones de Comités Ciudadanos y Consejos de los Pueblos y Consulta al Presupuesto Participativo, en donde únicamente votó el 11.7 por ciento de los ciudadanos; paradójicamente en la ciudad menos pobre, con mayor nivel de escolaridad y, con una marcada ciudadanía; lo que se vivió electoralmente fue inaudito como la compra del voto que fue de 250 hasta 1,500 pesos; la entrega de pintura; de tinacos; de zapatos y; las clásicas despensas.
De las 16 delegaciones que conforman la CDMX en 8 se observaron estas prácticas ilegales, como lo fueron: Cuauhtémoc, Tláhuac, Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Coyoacán, Álvaro Obregón, Iztacalco y Benito Juárez, las dos primeras gobernadas por Morena, las otras seis el PRD y, la última el PAN; el total de denuncias que se presentaron ante la Fiscalía Especializada de Delitos Electorales (Fepade) fueron 542.
Lo anterior evidencia una frágil democracia que se practica y simula cuya característica es el déficit ciudadano, en donde el voto se convierte en algo insignificante y por ende vacío de contenido; a lo que hay que agregar sobre todo la actuación de las instituciones electorales, en este caso el Instituto Electoral del Distrito Federal que fracasó en su vertiente para promocionar la participación ciudadana; en la misma circunstancia se encuentran los propios partidos políticos dizque de izquierda, quienes por cierto ya no tienen ideas, programas, proyecto, ya que sólo implementan acciones corporativas, ilegales e inmorales para obtener votos.
Continuando con la idea anterior, particularmente con los partidos políticos, en el caso del PRD que nació como una real alternativa política se fue pudriendo con el paso de los años, pero con morena, a un año de conseguir el registro como partido ya se observan prácticas ilegales extendidas, como la compra de votos, actos adelantados de campaña a través de espectaculares, lonas, camiones, etc.; en el caso del PAN también entró al modelo político de compra de votos de los partidos de izquierda en la CDMX, en total fue la mitad de la ciudad la que experimentó las prácticas ilegales por parte de los partidos para comprar la voluntad de los pocos consumidores electorales, porque no les podemos decir ciudadanos, puesto que se encuentran en otra categoría política que se ubica entre el cinismo y la necesidad pero sobre todo de indignidad política.
Lo que destaco es que si los partidos políticos y sus gobernantes en esas delegaciones no tuvieron reparo en comprar los votos de manera “natural y habitual”, el resto del país está condenado con esos vicios político-electorales, porque nos muestra que el sistema electoral construido por los partidos políticos poco le importan sus autoridades, las leyes, la fiscalización, la fiscalía y por ende la ficción ciudadana redondea el fracaso democrático en el país, porque apunta no hacia las virtudes cívicas, sino a conductas carroñeras para hacer política, estos carroñeros están alimentándose con el cadáver de la democracia mexicana, puesto que con la no participación ciudadana, éstos ya no le votan a los mejores, sino a los únicos que pululan en la esfera pública, quienes carecen de talante y talento político para gobernar.
Dado lo anterior, la democracia mexicana se derrumba porque sus cimientos son débiles, para empezar es una democracia sin demócratas, porque ya lo había afirmado Norberto Bobbio, la democracia “es un conjunto de reglas…”, es una nomocracia, un gobierno de las leyes que en el país el
rule of law es una ficción más dentro de la narrativa política hoy vigente. Actualmente, los actores políticos en México no compiten por proyectos o por ideas o convicciones, sino que su disputa es quien viola sistemáticamente la ley para poder ganar efímeramente el poder político, el cual arriban sin experiencia, sin preparación y sobre todo sin la visión de futuro simplemente buscan gobernar porque es una actividad lucrativa, bien protegida por las complicidades que se articulan entre la clase política en general de todos los partidos políticos.
Finalmente, actuar desde la carroñería política significa: a) usar la pobreza y los programas sociales como la vía única para obtener votos; b) violar la ley electoral para posicionarse políticamente con actos adelantados de campaña; c) aprovechar la ignorancia, el fanatismo y el fundamentalismo político para ganar simpatías a través de las consignas que son genéricas y políticamente inconsistentes (luchas contra la corrupción y mágicamente se resuelven los problemas); d) utilizar las prerrogativas para violar la ley electoral porque saben que la autoridad administrativa y jurisdiccional no los sancionarán drásticamente; e) la relación frente a los electores ya no es de ciudadanía, sino de clientelismo y consumismo político, ya no es aquella máxima de Montesquieu “la democracia reside en la virtud”, sino en la degeneración de la política, todo se compra: ciudadanos, partidos, congresistas, candidatos, autoridades electorales, adversarios; f) se busca ganar electoralmente para hacer venganza y no justica del adversario.
El modelo de carroñería política que se observó en la CDMX se extiende a todo el país, desde Baja California hasta Yucatán, atravesando casos extremos de carroñería desde el gobierno como es el caso de Veracruz, en donde se compraron dirigencias estatales, candidatos a la gubernatura de los partidos políticos, usando el dinero del presupuesto para comprar todo tipo de baratijas políticas, lo que lo convirtió en el estado de máxima degradación política desde el ascenso del
fidelato y su continuidad de una grotesca caricatura.