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Sección: Vía Correo Electrónico

Morenistas veracruzanos en la Segunda Convención Nacional

Jorge Salazar García 05/09/2022

alcalorpolitico.com

“Ha llegado el momento de tomar el partido en nuestras manos” (Ackerman).


Refrescante aire de rebeldía sopló desde el monumento a la Revolución de la ciudad de México hacia estos lares jarochos. El 21 de agosto pasado, alrededor de 5 mil militantes partidistas provenientes de todos los estados de la República celebraron la Segunda Convención Nacional de MORENA con el objeto de trazar la ruta de “rescate” de ese partido.



En dicho evento compartieron propuestas el padre Solalinde, Víctor Toledo, John Ackerman, Irma Eréndira Sandoval, Carlos Figueroa Ibarra, representantes indígenas, delegados de MORENA marginados o desconocidos por las dirigencias y miles de combativos fundadores del partido, quienes determinaron exigir la renuncia de sus dirigentes formales por haber transgredido contumazmente los principios de “no robar, no mentir ni traicionar”.

Las cúpulas, cegadas por la ambición, son acusadas de utilizar para su personal beneficio, de abandonar su obligación de promover una auténtica democracia participativa, (Art. 3; inciso b), de controlar las prerrogativas de manera patrimonialista y de decidir las candidaturas al margen de sus órganos de gobierno.

Tanto a funcionarios de partido y diputados, emanados de MORENA, con sus excepciones de rigor, impunemente pisotean el Art. 3 inciso “f” del Estatuto que les prohíbe “la perpetuación en los cargos”. Sin rubor alguno, las cabezas de pandilla, como en el pasado proceso interno, se repartieron cargos y puestos generalizando “el influyentismo, el amiguismo, el patrimonialismo, el clientelismo, (la corrupción) y el uso de recursos para imponer su voluntad. Las dirigencias espurias locales y nacionales, ya sin pudor alguno, reciclan ahora con desparpajo la mentira y la traición por doquier. Por lo anterior, resulta lógico pensar que de auditarse sus gestiones, el tercer principio, (No robar), también saldría vulnerado.



Los convencionistas presentes en la Ciudad de México también fundaron su rebelión institucional (aún), en la negativa de las dirigencias de cumplir los acuerdos surgidos de la primera Convención, (5/02/22). Por ejemplo, el Consejo Nacional ni los Consejos Estatales sesionaron de inmediato para reemplazar todas las vacantes; no hay visos de consultar a las bases para construir participativamente el proyecto de gobierno para el próximo sexenio; no se ve señal alguna de renovar la totalidad del Comité Ejecutivo Nacional y establecer un CEN interino y transitorio (Acuerdo 9); han negado sistemáticamente entregar al Instituto Nacional de Formación Política “el 50 por ciento de las prerrogativas locales y federales del partido” (Acuerdo 11); ningún acuerdo de apoyo mutuo y rutas de acción común, entre MORENA, las organizaciones y movimientos sociales de izquierda, se ha suscrito (Acuerdo 15); se pasan por el “arco del triunfo” la prohibición de ocupar cargos simultáneamente en la administración pública y en el partido MORENA (Acuerdo 16); de manera insolentemente cínica, los gobernadores emanados MORENA siguen inmiscuyéndose en la vida interna del partido (Acuerdo 17) y, ¡por supuesto!, existe rechazo absoluto a la realización de auditorías independientes a los Comités Ejecutivos.

Frente a esta manera, nada democrática, de conducir al partido, los inconformes solicitaron formalmente el cumplimiento de los acuerdos. Pero ante la cerrazón, silencio, desprecio y desdén de Citlalli Hernández, Mario delgado y Berta Luján, principalmente, decidieron organizar la segunda Convención Nacional. El silencio fue roto con la frase lapidaria de Berta Luján, expresada en un medio informativo: ¡Que se vayan del partido! Es el mismo despotismo replicado por las dirigencias estatales. ¡Están despedazando al partido!

Es natural entonces que la indignación de los miles de asistentes a la segunda Convención Nacional haya sido la fuente de la actual rebeldía. Allí se repudiaron unánimemente “las prácticas de compra y coacción del voto, acarreo, condicionamiento de programas sociales, amiguismo, nepotismo y fraude electoral que tuvieron lugar durante las asambleas del pasado 30 y 31 de julio”, las cuales, exigen sean nulificadas y se castigue a los responsables”. Con igual enjundia demandaron la “renuncia inmediata de Mario Delgado, Citlalli Hernández y Bertha Luján considerados traidores a los principios fundacionales del movimiento (No mentir, no robar y no traicionar). Hubo consenso también en la propuesta de refundar el partido, mantener la palabra “izquierda” en el programa de acción, realizar foros ciudadano para radicalizar la 4T, instalar una red nacional de comités de base para vincular al partido con los movimientos populares y crear brigadas con sentido social para realizar gestorías y asesorías.



Llaman positivamente la atención los acuerdos 16 y 17 respecto de la instalación de dos Comisiones: a) La Jurídica, cuya función sería hacer valer los estatutos, defender los derechos de los militantes y acabar con la impunidad de dirigentes y b) La de Auditoría y Transparencia con el propósito de revisar los recursos gestionados por MORENA desde 2020 hasta la fecha. Naturalmente, la simulación e hipocresía señaladas en ese foro por Eréndira Sandoval no se irán de quienes, como dijera John Ackerman, roban a manos llenas, mienten con descaro y traicionan la palabra empeñada mientras convocan hipócritamente a la unidad.

Derrumbar el pragmatismo electoral, con las “corcholatas” impulsándolo desde los oscurito, no será fácil. Además de los vicios inherentes al sistema de partidos se tendrá que vencer a los engendros prianistas incrustados en el partido, al INE y al TRIFE. Pues es predecible que estas instancias declaren improcedentes las demandas de los convencionistas. Sería suicidio para esas mafias permitir que el partido regresara a manos de la “gente generosa, crítica y de mucha fe”, (Solalinde); de “gente con valores, con sueños de un mundo mejor” (Víctor Toledo). No obstante, e incluso aun asumiendo que MORENA sea convertida en “un partido de Estado, no de masas, corrompido con el acarreo, compra del voto y clientelismo”, (Carlos Figueroa Ibarra), la lucha de los hoy rebeldes es una luz para quienes no quieren convertirse en exterminadores de la esperanza.

En Veracruz hay excepciones que alientan, dentro y fuera del partido, a iniciar un proceso dignificador de la política, en su sentido más amplio. ¡En horabuena!