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Sección: Estado de Veracruz

Nada es para siempre, ni el nuevo orden mundial

Jorge Salazar García 05/12/2022

alcalorpolitico.com

“Vivimos una falacia descomunal donde absolutamente todo depende del dinero”


Poco importa si se cree o no en la existencia de un grupo de poderosos cuya ocupación es manipular a los gobiernos del mundo para su exclusivo beneficio. Ellos existen, estuvieron detrás de la pandemia del COVID-19 haciendo grandes negocios con la salud de las personas. Pueden ser identificados en Davos donde cada año los reúne el Foro Económico Mundial (FEM) con los propósitos de consolidar el Nuevo Orden Mundial (NOM) y repartirse la riqueza global. Si tampoco sabe de qué trata ese nuevo orden, le invito a continuar leyendo. Este texto podría darle una idea sobre ello.



El NOM, para empezar, forma parte de la estrategia militar estadounidense cuyos objetivos son debilitar a China, Rusia e India, desestabilizar el tejido económico de la Unión Europea e implantar la dictadura del dinero, afirmó Michel Chossudovsky, director de Global Research. Este señor, incluso, basándose en las declaraciones de Mike Pompeo (secretario de Estado) hechas en una entrevista en vivo (CNN, 20 de marzo) en la cual aceptó que el COVID-19 era un ejercicio militar en vivo, aventuró que la misma pandemia fue un acto de guerra fríamente planificado.

En el libro La Élite del Poder, (1956), Wright Mills ubica el inicio de la supremacía del capital en 1866. Después del asesinato de Abraham Lincoln, (1865), su sustituto, Andrew Johnson organizó, financiado por los ricos, las elecciones. Los capitalistas lograron conformar un Congreso alineado a sus intereses. Pronto, en 1888, cosecharon su mejor fruto: la Suprema Corte declaró que la Enmienda Catorce (protección igualitaria a las personas) también debía proteger a las corporaciones.

Ya consolidados, en 1950, un grupo de 150 representantes del grupo Bildeberg se reunió en el hotel Heilderbeg para programar lo que, por cierto, está grabado en latín en el reverso de los billetes de un dólar, el “Novus Ordo Seclorum” (NOM). Esa obsesión supremacista ha sido la directriz de los gobiernos de Estados Unidos; su destino manifiesto, le llaman. Más recientemente (2018), en el mismo lugar, los Hildebrando, los Busch, Rockefeller, Kissinger, Soros y la élite empresarial se volvieron a repartir el planeta con los objetivo explícitos de disminuir la población mundial para el 2050, controlar el agua, transitar del capitalismo analógico al digital y robotizar la planta productiva. Ahí revisaron también los últimos detalles del Gran Reinicio, checando cuán eficientes les resultan la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, las redes 5G y el big data, en el control poblacional.



El historiador norteamericano, Walter Mills dijo del involucramiento de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial: “La única justificación del Coronel Edward Mandel, (asesor de Woodrow Wilson) para preparar el derramamiento de sangre entre sus compatriotas fue su esperanza de establecer un NOM”. El mismo historiador, al comparar la postura yanqui con la de los nazis descubrió semejanzas asombrosas. Hitler afirmó que utilizaría su poder para el establecimiento de un NOM. Incluso, al presidente del Senado de Danzing, Hermann Rauschning le confió que el nacismo, más que una religión, era el deseo de crear el superhombre. Y agregó: “¡Bueno, sí! somos bárbaros y bárbaros queremos seguir siéndolo. Nuestra única tarea es saquear (al mundo)”. Igual arrogancia criminal está implícita en la afirmación “Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses” de Henry Kissinger.

Richard N. Gadner, asistente de los expresidentes Kennedy y Johnson recomendó acelerar el NOM desmontando las soberanías nacionales, pieza por pieza. Y eso hicieron, con el apoyo de los organismos internacionales del FMI, BID, BM, etcétera y relativo éxito consiguieron que la mayoría de las naciones adoptaran el Consenso de Washington, (1989).

Ralph Epperson, autor del libro El Nuevo Orden Mundial, (2015), afirma que estaba programado iniciarse formalmente el 1° de enero de 2000. No pudieron, pues las condiciones de sometimiento aún no estaban maduras. De esto puede deducirse, conociendo a los gringos, que el atentado a las torres gemelas (11 de septiembre de 2001) tuvo el propósito de crear esas condiciones de libertades restringidas. 22 años después siguen empeñados en amenazar, chantajear y agredir a quienes se opongan a sus dictados. La última joya declarativa la brindó el secretario de defensa, Lloyd Austin, (2022-12-03) advirtiendo que Estados Unidos necesitará “recurrir a su poder militar para garantizar que los valores estadunidenses establezcan las normas globales en el siglo XXI.



Las consecuencia de esa política de saqueo, sobreexplotación de hombres y naturaleza, crímenes masivos, inseguridad, hambruna planificada y guerra las estamos padeciendo. Afortunadamente, como lo enseña la Historia, los dictadores caen. Actualmente, sustituyendo las dictaduras militares por una científica, parecida a la del Mundo Feliz de Aldous Huxley (1932), mantienen el control poblacional. “Los narcóticos, el cine, la radio, (Internet y redes), y la libertad sexual ayudan a reconciliar a los súbditos con la servidumbre, que es su destino”. De ese modo se inhibe a la mayoría de ciudadano concebir una revolución.

Desde el poder, se alimenta la resignación y la impotencia. Al respecto, Norman Cousins, Presidente de la Sociedad Federalista Mundial, sostuvo que ninguna polémica podría detener el NOM. Y tiene razón, no se detiene una bala a sombrerazos. Sin embargo dicha aseveración es una exageración, pues ningún imperio por más poderoso que haya sido, pudo someter a todos todo el tiempo. De algún modo u otro, finalmente el instinto de sobrevivencia, permanente y natural en el hombre hará emerger las rebeliones.

De hecho, la esperanza camina ya por el mundo buscando unificar a la gente buena en la construcción de una sociedad incluyente enfocada hacia la vida. En el decoro de los zapatistas y en todos aquellos que se rebelan contra quienes pretenden robarle al pueblo la libertad va el decoro de la humanidad entera (José Martí). Sabiendo que la democracia y la soberanía del pueblo son sólo retórica en la economía de mercado, los hombres de espíritu libre rechazan agotar su acción política en el simple acto de emitir un voto. Tienen claro que el Estado neoliberal impone vivir “en medio de una falacia descomunal donde absolutamente todo depende del dinero. Un mundo (…) en el cual millones de vidas son destruidas y sus destinos aniquilados. Estamos ante una farsa genocida, en un mundo donde más de la mitad de los alimentos acaban en la basura pues lo que importa es el mercado, no la distribución justa, (Viviane Forrester, El Horror Económico, 1996).



En México, durante 4 décadas, los neoliberales nos dijeron quiénes debíamos ser, por qué propósito luchar, qué sentir y cómo lograr “nuestras” metas. Fue una forma, inducida desde la escuela, de despojarnos de voluntad de sentido, saturarnos de propósitos externos y adormecernos la capacidad de rebelarnos contra la depravación de ese poder que nos repitió hasta el hartazgo “Trabaja y gana, esfuérzate y vence en el juego de aves de rapiña (Horatio Alger).

Costará mucho salir de las garras del nuevo orden mundial neoliberal, pero tal como ha sucedido antes, el destino de los autócratas neoliberales será el basurero de la Historia.