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Sección: Estado de Veracruz

No olvidemos… por Ucrania

Jorge Salazar García 07/03/2022

alcalorpolitico.com

“El mundo ha sido testigo de que Estados Unidos atacó a Irak sin ninguna razón”
Martin van Creveld
(Historiador militar israelí)


Cuando la sangre de un civil es derramada en una confrontación bélica es inevitable pensar en el eufemismo “daños colaterales” utilizado frecuentemente por gobiernos belicosos, como el de los Estados Unidos. Con tales mañas idiomáticas pretenden evitar la condena social y ocultar su menosprecio por la vida. Esa misma verborrea hipócrita y cínica se incorpora al lenguaje informativo con el objetivo de manipular psicológicamente al ciudadano común y obtener de éste su aprobación o pasividad. Si los gobiernos no ocultaran los propósitos reales de la guerra pocos ciudadanos estarían dispuestos a matar, morir o votar por ellos. No habría carne de cañón para sus ejércitos y su legitimidad se derrumbaría. Por esa razón recurren profusamente al marketing. Sin este, nadie les creería que la libertad, la democracia y la justicia son la causa.



Escudriñando las fuentes de la Historia, sobre las intervenciones militares de Estados Unidos, por ejemplo, se evidencian crudamente los siguientes propósitos de su belicismo: apoderarse de los recursos naturales, disponer de mano de obra esclava, expandir mercados y elevar las ganancias de los potentados. Exceptuando las guerras surgidas desde abajo, en las cuales la población misma defiende su libertad y su suelo de sátrapas locales o extranjeros, las otras generalmente han destruido pueblos y culturas completas.

La guerra en Ucrania, inducida durante casi una década por los norteamericanos, presenta un entramado complejo donde se combinan causas políticas de políticos megalómanos con los intereses económicos de rapiñeros capitalistas. Mientras Putin afirma proteger la seguridad de Rusia, Biden, autoasumiéndose como el bueno, lo llama paria y culpabiliza, buscando imponer el nuevo orden mundial unipolar.

Sin embargo con todo y la parafernalia mediática obnubilando la razón, es posible descubrir parte de verdad. Los Estados Unidos aspiran recuperar su otrora hegemonía mundial (económica, tecnológica y militar) disminuida por China y Rusia, principalmente. Ese deseo no proviene del noble pueblo norteamericano sino de las corporaciones cuyos almacenes hoy rebozan de armamento, medicamentos, materiales de construcción y han visto mermar el flujo de ganancias. Siendo la guerra un gran negocio, es evidente que a las élites económica les beneficia una confrontación de grandes proporciones. Para ello, una y otra vez, recurren el exacerbamiento del maniqueísmo. Así convirtieron esa Nación en la más belicosa en el mundo.



Desde su fundación (1776) han arrasado a cuanto pueblo se opone a su “destino manifiesto”. Con el pretexto de defender la libertad, la propiedad privada y la democracia destruyen la infraestructura, imponen dictadores fascistas y asesinan a quién se les oponga. Allí están los millones de muertos resultantes de incursiones militares invalidando su imagen como defensores del bien. Ellos mismos lo han dicho: sus intereses (negocios) están sobre la amistad. Por lo pronto en lo que va del conflicto han ganado cerca de 80 mil millones de dólares.

Actualmente es el país con el mayor número de bases militares (cerca de 900) esparcidas en más de 150 países; su presupuesto militar (778 mil millones de dólares) representa el 40 por ciento del gasto mundial en ese rubro. A los adalides del neoliberalismo les importa satisfacer su codicia. Basta acudir a los informes estadísticos-económicos donde se muestra cómo los oligarcas antes, durante y después de la guerra se reparten recursos, contratos (reconstrucción, alimentos, financiamiento), tesoros y tierras del pueblo invadido.

Es lamentable lo que ocurre en Ucrania, pero es más de lamentar ver imperar la narrativa maniquea estadounidense en gran parte de occidente. No es ético bloquear el diálogo y aceptar la existencia de seres humanos de primera y de segunda. De ese modo se fomenta la idea de que los primeros merecen solidaridad y afecto; y para los de segunda, la muerte violenta es merecida.



Son tantos los millones de personas, pueblos y grupos étnicos agraviados por los gobiernos yanquis que, sin exagerar, es imposible contabilizarlos. No obstante, ante la polarización mundial, parece necesario intentar contrarrestar el olvido de que los Estados Unidos son responsables directos del 81 por ciento de los conflictos armados ocurridos desde 1945 a la fecha.

A continuación se expone una pequeña muestra.

No olvidemos el asesinato de 3 mil 500 civiles (mujeres –varias de ellas embarazadas– niños y ancianos) en Sabra y Chatila perpetrada con las armas, entrenamiento y protección de los yanquis en 1982.



No olvidemos al millón de civiles bombardeados, masacrados, quemados y ejecutados en Vietnam y Camboya (1955-1975).

No olvidemos a los más de 300 mil ciudadanos inmolados en Hiroshima y Nagasaki (1945).

No olvidemos los asesinatos de Salvador Allende (1973), Jacobo Arbenz, Letelier, Prats y de tantos líderes mundiales que no se plegaron a sus intereses, perpetrados y patrocinados por la CIA y el departamento de Estado.



No olvidemos el genocidio cometido por los kaibiles, entrenados, inspirados y financiados por los yanquis, contra indígenas y campesinos guatemaltecos.

No olvidemos a los 300 pobladores del barrio popular el Chorrillo ni sus 5 mil casas bombardeados por el ejército de Estados Unidos que invadió a Panamá con 30 mil soldados en su operación “Causa Justa” (1989).

No olvidemos la protección que el gobierno norteamericano brindó a dictadores como el Sha de Irán, Somoza, Pinochet, Videla, Noriega, Ferdinand Marcos y al mismo Osama Bin Laden que la CÍA mantuvo en calidad de agentes mientras le fueron útiles.



No olvidemos el infame bombardeo a Irak para “destruir” las inexistentes armas de destrucción masiva (2003).

No olvidemos la destrucción “por error” de la embajada china en Belgrado (1999), perpetrada por la OTAN.

No olvidemos que la OTAN se constituye en 1949 con el pretexto de contener al bloque socialista, pero que una vez desintegrada la Unión Soviética en 1989 bombardeó a Yugos­lavia en 1999.



No olvidemos: las intervenciones militares en Somalia, Cuba, Salvador, Indonesia, Yemen, Kuwait, Somalia, Bosnia, Afganistán, Pakistán, Siria, Libia, etcétera.

No olvidemos las numerosas invasiones que México ha sufrido en los dos siglos pasados por parte del vecino del norte, durante las cuales masacraron a miles de mexicanos y fuimos objeto de viles despojos.

No olvidemos que aprovechando la generosidad mexicana los gringos se apoderaron de más de la mitad de nuestro territorio.



Recordemos sobre todo que el olvido y el maniqueísmo propician el desprecio por el otro, se traducen en agresiones para con los más débiles y vulnerables. El fanatismo ciega y entorpece la razón impidiendo diferenciar lo correcto de lo indebido. Debemos inclinarnos por la paz, el respeto, la Justicia y rechazar cualquier apología de la guerra y, sobre todo, dejar de creer que los Estadunidenses vencieron a los nazis que hoy protegen y patrocinan por todo el mundo.

En el caso de Ucrania, cuyo riesgo es desencadenar una guerra nuclear, debemos abogar por el diálogo e indagar quiénes y por qué promueven la confrontación, tema que se abordará en el siguiente artículo.