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Sección: Vía Correo Electrónico

En su Cabo de Año

Para recordar a Marduck Obrador Garrido Cuesta

Camila Krauss 10/08/2022

alcalorpolitico.com

“Hoy recordamos a un hombre grande”, empieza la saga de panegíricos. En esta ocasión es literal y revivo el Papaloapan, en la calle de Mata, donde Toriz, Mardo y yo, detrás de bebidas espirituosas cheisereadas con cerveza, hablábamos de otros bares, calles, cantinas y lugares donde, a nuestro querido librero, se le ponían al brinco para medirse con su fuerza… como esa anécdota de Chiapas, que seguro ya se saben, donde por poco pierde un ojo y que contara varias veces.

Entre Felicidad y Fenomenología, en los diccionarios, entra el Feminismo, lo saco a cuenta, porque entre muchas cosas, el feminismo como filosofía nos ha señalado que la fortaleza de los hombres no es corpulencia, está en sensibilidad, a pesar de los mandatos, socavada…, que otras la fuerza es como la del papel: una navaja o un pliego para reinterpretarnos.

El encomio, el panegírico, no es lo mismo que obituario y no quiero decepcionar al ahora argonauta de otros planos del cosmos. Se trata de él y no de mí. Se trata de traer a la vida en una frase la gallardía y el donaire del quien se nos adelantó para seguir la fiesta en un mundo no tan desigual y cínico como éste donde quedamos huérfanos de su amistad.



Cuesta

Un Cuesta

Frente a un Cuesta se quiere estar a la altura de los clásicos, de los maestros en exordios que fueron los griegos terrenales, báquicos y endiosados, si se trata de hablar de un “bibliófilo apasionado” uno quiere ganarse a Caronte con un panegírico digno de navegantes.



Las necrológicas, como Marduck nos ilustraría con nombres del siglo XIX a medio backgammon, son un género donde entra el humor negro, el humor humor, lo anecdótico, el doble sentido y por supuesto la loa... Todas las memorias encuentran su hueco.

¡Qué ganas de estar a la altura!

¿Por qué no es fácil? Porque cualquiera de los presentes que haya despedido a alguien sabe que decir adiós (como se requiere en situaciones) reclama una entereza física que –como ciertas cosas, ésas cosas en la vida–, sólo se tiene una vez: por eso hay adioses que son y sólo serán el último.



Aunque lo revivamos en el corazón, en la pantalla, en la plática, la muerte nos arrebata lo irrepetible, lo único.

Agradezco estar aquí hoy, que me permitan tomar parte de este ritual necesario, porque el cariño, los amigos, los personajes y personas que nos mueven a la acción y hacen la cultura no son exclusivos del contrato social, filias, fobias e historias consanguíneas. Las huellas que nos dejan y dejamos son entregadas, transferidas. En colectivo cobra impacto lo que no podemos tocar como homínidos rumiantes solitarios. Nos perderíamos de algo al no hacer memoria, al no juntar fuerzas para preguntarnos: ¿Cómo estoy a un año de tu partida?

Pasillos de papel, torres de títulos, chorros de tinta, palabras de negro entre murmuras y muros de libros.



¡Ay, si todos los muros, si las fronteras fueran de libros y custodiadas por libreros y no por la geopolítica! ¡Ay!

Marduck Obrador Garrido Cuesta, tu vida para mí significa una seducción sobre la fealdad; la insolencia viril a veces necesaria contra esa otra bravuconería aplastante de este mundo cada vez más bruto.

Marduck estridente, proestridente, panestridente, transestridente.



Quiero colar aquí algunos recuerdos de Marduck en los 90, antes de saber que íbamos a ser amigos, colegas… antes de que él tuviera un rol social, fuera bibliófilo o promotor cultural, antes de saber que tanta gente del pasado es la gente del presente que queremos, que atestiguamos en oscuridades y destellos.

Una vez me pregunté: “Marduck ¿habrá hecho el servicio militar…?” No sé, pero estoy segura que peor que eso fue el uniforme azulito de la Oficial B, en el que se tuvo que enfundar semejante adolescente, con melena, acné y modos vociferantes. Esa es la primera imagen que tengo de Marduck: bajando a zancadas o descolgándose por las escaleras angostas de un edificio que nunca se pensó como escuela. Era 1990 y aun no se remodelaba el plantel en la calle de Insurgentes. Luego estuvimos en el edificio de Bravo, donde tampoco cabíamos nadie aunque éramos pocos alumnes entre pulsiones, deseos y atuendos, obviedades de preparatorianos con privilegios.

En 1993 me hice novia de su primo. Mi amiga Claudia me dijo que siguiéramos a un chico, “que no se veía de aquí”. Lo seguimos, cuando volteó resultó ser el “niño” del que yo estaba infatuada a los 5 o 6 años y del que me hice novia a los 17. El primo de Marduck fue un gran primer amor lleno de dramas, y el novio con quien me deschongué, me divertí y me encariñé tanto como se pudo entonces. Íbamos a acampar al Rosario, en Banderilla, el rancho de sus tíos. Marduck, en su camisa de leñador, me presentó a su mamá haciendo quesos frescos en un lugar que tenía un halo de realismo mágico, ella un poco una alta deidad, vistiendo un huipil blanco y su melena suelta, única, y las vacas y los quesos que parecían obedecerla con la voz... También ese mismo verano fuimos a Isla del Carmen, al terminar la prepa, en panga antes de que tuviera puente, era la coronación de otra prima, reina de la fiesta patronal. Bailamos entre el palenque y la fiesta ganadera y la altisonante abuela paterna Capellini, de quien, sin duda, Fidel y Marduck hurtaron tonos y gestos atrabancados.



(Jamás pensé estar escribiendo esto y lloro mientras escribo recordando esos tiempos. Recordando que por alguna razón tuve sueños con la sede de Argonautas en Juan Soto, una semana antes de la clausura de Bruma Laboratoria, donde lo vi por última vez con Alex Jiménez… y lloro por los sueños que tuve también el día que supe de su muerte. No querría volver al pasado, pero tampoco quiero que se borren mis recuerdos).

En 2006, el día que ganó la sub 22 por primera vez en el torneo internacional, en una fiesta en el departamento de Laia Jufresa, en la Nápoles, llegó Marduck o llegó la fiesta cuando entraron él y Toriz. No alcanzamos a saludarnos, creo, por el tumulto en el departamento, porque cuando yo iba hacia el pasillo de la puerta ellos habían alcanzado el balcón del otro lado, tal vez para irse rápido, porque el refri, las cubetas y la bebida se había agotado.

Y así, báquicos y endiosados, todavía jóvenes en los dos miles.



En el uno de dos Hay Festival en Xalapa bailamos Toriz, Marduck y yo. Y sería todo muy “Hay” pero nosotros reventamos la fiesta en ese momento en La Tasca (aunque la termináramos en recovecos de la noche muy distintos cada uno).

La fruición, la felicidad y el desbordamiento nocturno (ellos con una larga carrera inigualable) era la fruición, la felicidad y el desbordamiento que compartimos y compartiremos por la literatura, la poesía y la creación.

Justo antes de nacer su primer hijo me pedía el título para una revista medio ecológica medio cultural… se iba a llamar: Esqueje. No se hizo nunca, como tantos libros, revistos, proyectos, amistades que se quedan truncas.



Seríamos de nuevo compañeros de aula, y nuestra admirada Enero y Abril iba a ser nuestra maestra en un taller virtual, en Lapis… pero contrajo el virus. Este virus. Esta pandemia.

Qué difícil hablar de la muerte cuando se tienen tantas ganas de decir algo de la vida.

Ahora, muchas veces, por las mismas calles de siempre, a veces me asaltan imágenes: yo peatona y Marduck motorizado en su auto, coincidiendo en alguna bocacalle de la apenas Xalapa para que simplemente me diera el paso, a veces, un saludo veloz, a veces, efusivo, según el día, la hora, la época, los ánimos…



Adiós Marduck.

Gracias por Argonautas, extraño las puertas abiertas de la librería abiertas para propios y extraños, aunque nunca vuelvas a ocuparla de la misma manera y nadie pueda hacerlo ya. Gracias por tu estridente paso, tus muecas, tu amistad, por tu apasionada y la herencia de Argonautas: una bibliofilia apasionada.

**Camila Krauss (1976) Poeta. Su último libro publicado es A (TAJOS) MIGRANTES (UANL, 2020). En 2021 fue parte del Programa Veracruzano de Arte Contemporáneo @brumalaboratoria. La pandemia la desplazó a vivir de nuevo en la ciudad de Xalapa desde donde es vocera de la Asociación Civil, Derecho a Morir con Dignidad México. @camilakrss @enlaspuas www.camilakrauss.com