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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Paulo Freire: diálogo contra la opresión

José Manuel Velasco Toro 02/12/2021

alcalorpolitico.com

Leí por primera vez a Paulo Freire en el año de 1970, fecha de la edición de Pedagogía del Oprimido realizada por la entonces joven editorial Siglo XXI. Recuerdo que en ese primer acercamiento a Freire me encantó; aunque, confieso, no comprendí del todo la relación que devela entre política y educación. Y no lo vislumbré porque, en aquellos años de mi formación profesional como historiador, no conocía de la historia de Brasil, aunque sabíamos de la opresión militar que ejercían los gobiernos autoritarios en América Latina gracias a la información que fluía a través de la prensa mexicana.

En Pedagogía del Oprimido, así como en sus subsecuentes obras, Freire explica con meridiana claridad la demencia de la opresión. Juego perverso mediante el cual el opresor que posee el control del poder hace sentir al oprimido que está en una dualidad existencial donde, por una parte, el opresor está con ellos mismos y, por la otra, les convierte, al mismo tiempo, en el otro que será redimido. Fatalismo que se manifiesta “como docilidad” del oprimido y que es “producto de una situación histórica y sociológica y no un trazo esencial de la forma de ser del pueblo”, señala Freire. Realidad persistente en el tiempo y presente en la actualidad. Freire se preguntó ¿Cómo superar esa situación? Su respuesta fue mediante un cambio revolucionario en la educación. Utopía que sostuvo a lo largo de su productiva vida y dejó como legado intelectual a la humanidad plasmada en todas sus obras.

Trascender la educación “bancaria”, instruccional, vertical hacia una educación dialógica, reflexiva y creativa. Transformar el acto educativo en praxis liberadora. Acción que emane del respeto a la autonomía de la persona, aliente su curiosidad epistemológica creadora, cultive el diálogo esencial para establecer la necesaria comunicación que conduzca a la reflexión política. Brinde direccionalidad hacia el compromiso social para superar las diferencias y construir un mundo equitativo, justo y democrático.



Pues preguntó Freire, en aquel entonces lo que hoy sigue teniendo validez en la realidad cotidiana que vivimos: “¿Cómo puedo dialogar si aliento la ignorancia, esto es, si la veo siempre en el otro, nunca en mí?” Clásica soberbia conductual frecuente en quien posee control de la situación política y ejerce desde el poder con afán controlador. “¿Cómo puedo dialogar, si me siento participante de un ghetto de hombres, dueños de la verdad y del saber, para quienes todos los que están fuera son ‘esa gente’ o son ‘nativos inferiores’?” Ideología conservadora que es frecuente en individuos aglutinados en grupos cerrados, cuya actitud excluyente se desliza hacia el autoritarismo perverso mediante la manipulación de la información con el fin de alentar la ignorancia política, base del credo controlador. Y sigue preguntando, en esa dialógica narrativa que caracteriza todos y cada uno de sus escritos: “¿Cómo puedo dialogar, si parto de que la pronunciación del mundo es tarea de hombres selectos y que la presencia de las masas en la historia es sinónimo de su deterioro, el cual debo evitar?”

Retrato histórico que a lo largo de los tiempos se repite, cual condena antidemocrática, en quienes se creen salvadores de otros, y se constituyen en bandas que potencialmente terminan generando más desigualdad social e inequidad política. Pregunta que da respuesta con otra pregunta: “¿Cómo puedo dialogar, si me cierro a la contribución de los otros, la cual jamás reconozco y hasta me siento ofendido con ella?” Escalofriante realidad vivida que se reproduce, cual eco en un espacio vacío, desde el ámbito del poder superior hasta el rasero inferior que, cual mero objeto, se convierte en dogmático replicante. Y continúa preguntando “¿Cómo puedo dialogar, si temo la superación y si, sólo con pensar en ella, sufro y desfallezco?”

Los autoritarios, y todo aquel con esa tendencia que les pica las manos, no busca la superación, ni de él ni de los demás, busca el control a partir de la imposición de sus propios criterios para justificarse a sí mismo y su actuar. Autosuficiencia, nos dice Freire, incompatible con el diálogo. Si no lo creen echen un vistazo a la historia contemporánea: Franco en España, Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Stalin en Rusia, Mao en China, Pinochet en Chile, Jorge Videla en Argentina, Alfredo Stroessner en Paraguay, Hugo Banzer en Bolivia, Duvalier en Haití, Manuel Antonio Noriega en Panamá y el racimo de dictadores que entre 1964 y 1985 dominaron en Brasil durante el siglo XX, y que sufriera Freire.



Tentación dictatorial presente con ansiedad en algunos gobernantes del siglo XXI latinoamericano. Gobiernos autoritarios durante los cuales se negó la libertad de pensar, el ejercicio de expresar, el derecho de disentir. Gobiernos autoritarios en los que aumentó el gasto militar y se redujo al límite inferior el de educación e investigación científica. Etapas funestas en las que se alentó el clientelismo popular a la par del aumento de la pobreza material y espiritual.

Derechos humanos pisoteados y violentado el Estado de derecho en general. En suma, quebranto de la institucionalidad y del ejercicio político de la vida democrática a cambio de una visión estratificada del pasado que evita, o no quiere pensar ni ver hacia el futuro. “Pensar ingenuo”, nos dice Freire, que lo único que le interesa es acomodar y normalizar su presente, de ninguna manera transformar la realidad con vistas a una permanente humanización de la sociedad. Pensemos reflexivamente, es la invitación de Freire.