En la actualidad, el ritual de los
Xochitlallis ha sido objeto de descontextualización, ya que en lugar de ser una celebración de significados profundos, se ha transformado en una atracción turística y folclórica.
En respuesta a ello, el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas emitió un decreto con el fin de proteger los sitios sagrados y las rutas culturales de los pueblos originarios, lo que de acuerdo con Reynaldo Zavaleta Cólotl, titular del Centro Coordinador de Pueblos Indígenas, busca enseñar a los visitantes la cosmovisión que respalda este ritual.
Indicó que el
Xochitlallis, a pesar de sus diversas variantes, mantiene una esencia común que es un diálogo con la Madre Tierra, Nana Tonantzin, en el que se agradecen los frutos recibidos y se pide su generosidad para el próximo ciclo agrícola.
Los pueblos nahuas de la región de las Altas Montañas sostienen una relación íntima con la tierra, viéndola como un ser vivo y generoso.
Zavaleta Cólotl recordó que las montañas son vistas como madres que proveen agua y alimentos, mientras que los manantiales y las cuevas son considerados lugares sagrados.
El ritual, en su variante más privada, se lleva a cabo dentro de las familias cuando alguien se enferma o sufre un susto, mientras que el aspecto comunitario tiene lugar en agradecimiento por la cosecha, el agua y la salud, añadió.
En este contexto, la tierra no es vista como un recurso para explotar, sino como un ser vivo que debe ser cuidado para preservar un equilibrio sostenible, algo que se conecta profundamente con las preocupaciones contemporáneas sobre el cambio climático y que muestra la importancia de generar un cambio en la percepción de la tierra no como algo para explotar, sino para cuidar.