Más allá de las estadísticas, la realidad de los niños indígenas en la Sierra de Zongolica es el reflejo de un sistema que históricamente les ha fallado. A diario enfrentan pobreza extrema, desnutrición y trabajo forzado, problemas que persisten por la ausencia de políticas públicas eficaces y sostenidas.
En comunidades como Tequila, los menores crecen en condiciones precarias que vulneran todos sus derechos. Elisa Marbet Texoco Tzanahua, promotora de la organización Kalli Luz Marina, denuncia que los programas gubernamentales no logran permear en estas zonas, donde los niños llegan a las aulas sin haber comido, y muchas veces, sin zapatos.
“La situación no ha cambiado. Aquí, cuando hay cosecha, los niños van al campo y no a la escuela, porque el trabajo es visto como una forma inmediata de sobrevivencia”, relata. Es una lógica impuesta por la necesidad, no por elección.
El abandono escolar temprano es otra consecuencia directa. Muchos adolescentes, aún con capacidades académicas, renuncian a continuar estudiando porque no ven en la educación una vía para mejorar su situación económica.
“Se rompe la esperanza de futuro, y eso es lo más grave”, señaló la activista.
Texoco Tzanahua insiste en que no basta con discursos o reformas legales: se requiere una intervención real, coordinada entre el Estado y las comunidades, que garantice alimentación, educación digna, salud y un entorno seguro.