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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Que Dios te dé un santo año, santa vida y el cielo

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 06/01/2020

alcalorpolitico.com

Como los Reyes Magos, hemos visto la estrella y hemos venido a adorarlo. Tanta ciencia, tanto dinero, tantas prisas y sobresaltos, pero por la gracia de Dios siempre aparece la estrella, surge el deseo de la felicidad, del perdón, del abrazo y de la paz; aunque estemos muy llenos del mundo, hoy reconocemos que hay un vacío que sólo lo llena Dios.

Nunca dudemos de emprender este viaje, tenemos que ponernos en camino. Hay muchas señales, como la estrella, que Dios dispensa para que regresemos a Él y veamos su gloria. No desprecies esas señales; no te creas más listo que Dios; podrás saber muchas cosas de la vida, pero Dios quiere mostrarte su gloria.

Ahí están los Reyes Magos que, conociendo tantas estrellas, se maravillaron por una que no esperaban y que era más brillante y apasionante que todos sus conocimientos.



No esperen que este retorno a Dios sea fácil. Es un deseo inmenso y maravilloso pero está lleno de riesgos y dificultades porque el enemigo nos intenta separar de Dios y vendernos otros conceptos de felicidad. Hay que desconfiar de los que venden la felicidad a bajo precio. Ninguna felicidad verdadera es barata.

No te quejes ni te extrañes que ahora que sigues a Dios te pasen cosas o enfrentes dificultades. ¡Qué esperabas! El mundo no te está esperando para aplaudirte, respetarte y motivarte en tu vida cristiana. Al contrario, el mundo se burla de la fe, ataca la fe y la siente como un estorbo para desbordarse en sus ambiciones.

Los Reyes Magos seguían la luz de la estrella, pero a su alrededor había oscuridad como el deleznable asesinato de inocentes bebés; seguían la bondad de Dios, pero constataban también la maldad de los hombres, como su encuentro con Herodes; sentían la intensidad de ese llamado, pero a su alrededor descubrían la indiferencia de los más cercanos.



Tú busca a Dios, emprende este camino y no te desanimes por las dificultades que van aparecer. No esperes que tus papás se conviertan para seguir a Dios; no esperes que tus hijos sean buenos para venir a darle gracias a Dios; no esperes que el mundo se lo merezca para que se asome tu alma más noble; no esperes que el otro tome la iniciativa para comenzar a amarlo; no esperes que el prójimo cambie para comenzar a hacerle el bien; no esperes que la Iglesia sea perfecta para comenzar a amarla.

Estos días, al contemplar al Niño Jesús, hemos regresado a nuestras raíces. En cada abrazo, en cada lágrima, en cada deseo, en cada regalo, en cada oración, en cada celebración, en cada gesto solidario y fraterno hemos regresado a las raíces. El Niño Jesús nos hace más sensibles, más tiernos y delicados. Nos hace apreciar lo que muchas veces hemos despreciado.

Hemos regresado a las raíces y en las raíces hay seguridad, hay futuro, hay esperanza. Si estamos bien arraigados, si reconocemos quiénes somos y de dónde venimos entonces estaremos poniendo las condiciones para lograr lo que queremos y alcanzar la felicidad que se nos niega por los caminos falsos que hemos recorrido siguiendo las pasiones de este mundo.



Por eso, en la Navidad descubrimos, como dice Chesterton, que “La felicidad no es sólo una esperanza sino también de alguna manera extraña un recuerdo… todos somos reyes exiliados”.

La felicidad no está en el día de mañana cuando alcancemos dinero, fama, prestigio y comodidad. La felicidad está en esta mirada que nos regresa a nuestras raíces, a lo que perdimos; es la añoranza del paraíso.

Queremos ser felices porque hay esa añoranza de lo que hemos perdido: la inocencia, la amistad con Dios, la paz. La felicidad no está en las cosas o con alguna persona. La felicidad está en Dios. Decía Gustave Thibon que: "La felicidad no se sueña. Está en todas partes, a condición de acogerlo todo como don de Dios".



Estos días, el Niño Jesús nos hace probar emociones tan profundas. Esas ganas de ser mejor, de salir adelante, de regresar a Dios son casi místicas. No hay que echar estos buenos deseos por el caño de las supersticiones sino por el camino de la fe.

Si algún día aumenta la ansiedad porque no llega la felicidad, consideren que Dios los llama a las raíces. Ésta es la lección de la Navidad.

Y si la ansiedad nos hace temer mucho el futuro, como es el caso, recuerden que Dios ya está ahí en el futuro esperándonos.



Iniciemos el nuevo año siendo muy conscientes del cariño, los detalles, el sacrificio y la paciencia con la que muchas personas nos quieren. Al aceptar que no merecemos tanto amor de parte de Dios y de muchas personas reconocemos, como reflexiona Víctor Hugo que: "La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos, o mejor dicho, a pesar de lo que somos".

Las palabras de Charles de Foucauld encierran perfectamente todos los bienes espirituales que deseamos estos días: "Que Jesús te guarde, querido hermano. Que te dé un Santo año, Santa vida y el cielo".