La sangre cura el espíritu, brinda fuerzas al cuerpo y purifica el alma, en torno a la sangre giran los rituales de magia negra que se realizan cada primer viernes de marzo en Catemaco.
De acuerdo a la creencia popular y esotérica, el primer viernes de marzo es un día con destacables movimientos astrales, además de que en esta temporada ocurre el equinoccio de primavera y es la época en la que florecen cosechas y sembradíos, lo que favorece la invocación de espíritus y renovación de fuerzas oscuras.
Pero ajeno a los creyentes esotéricos, los rituales que se realizan en la zona de Los Tuxtlas atraen a turistas, locales y personas no creyentes quienes en carne propia quieren participar en la misa negra.
El brujo Enrique Marthen Berdón conocido como “El ahijado” es uno de los hechiceros más destacados de Catemaco y desde hace seis años cada primer viernes de marzo realiza rituales de magia negra en su cueva espiritual.
La travesía para llegar a este sitio, en taxi o vehículo particular, considera atravesar varias calles sin pavimentación y escasa iluminación, entre hoyancos y montañas de tierra hasta el final de la colonia Paraíso II, donde una lona de manta muestra la frase “Bienvenidos a la misa negra”.
El ritual comienza en punto de las 12 de la noche, en el que participan una treintena de brujos y hechiceras quienes observan detenidamente a los asistentes mientras fuman puro, consumiendo la ceniza para obtener poder.
La cueva es adornada para la ocasión: un sendero de pasto y tierra es iluminado con pequeñas veladoras que conducen a uno o dos pentagramas también conformado por estas candelas, mientras que alrededor de esta estrella están las ofrendas de los creyentes, tales como botellas de licor.
“El ahijado” sale de su templo, observa a los presentes y pide fuerza, devoción y silencio a los mismos para que se desarrolle adecuadamente la misa.
Pese al misticismo del lugar, hay quienes sólo desean observar el espectáculo esotérico, transmitir en vivo para el “Facebook”, sacarse selfies para enviarlas por WhatsApp e incluso volar drones para hacer tomas aéreas.
Antes de empezar la misa, un danzante con el cuerpo pintado de color amarillo con manchas café en alusión a un jaguar, baila acompañado por bailarinas con poca ropa quienes se retuercen en el perímetro del pentagrama para invocar fuerzas animales que brinden energía suficiente a “El Ahijado” para extraer las malas energías de los asistentes mientras una de las chicas le entrega una víbora que serpentea al rededor del cuello y hombros del chamán.
Los hechiceros y brujas se reúnen en el centro del pentagrama de mayor tamaño y empiezan a invocar a las fuerzas malignas; en voz alta claman la presencia de Satanás, Belcebú, Lucifer y cualquier sinónimo del diablo.
Tras invocar a los espíritus, el brujo realiza un pequeño desfile y toca la cabeza de cada uno de los asistentes con sus manos o con la cabeza de la víbora, dependiendo de la energía que necesite cada uno de los presentes.
Posterior a esto, se realizan las limpias a quienes lo soliciten, pero en esta parte de la ceremonia no se utilizan los tradicionales ramos de albahaca o plantas curativas: los brujos pasan el cuerpo de una gallina negra a lo largo del cuerpo de los creyentes.
El ave es azotada contra las pantorrillas y espalda de quien recibe la limpia y aunque el despavorido animal intenta huir entre revoloteos y cacareos de dolor, los brujos los sostienen con fuerza de las patas para evitar que se vayan.
Una vez que el brujo termina de pasar la gallina por el cuerpo del creyente, le ordena que la despedace en siete pedazos, ya que el cuerpo de esta ave es el conducto mediante el cual se absorben las energías negativas y debe ser destruido.
Los involucrados en el ritual proceden a tomar la gallina negra entre sus manos y a jalones, pisotones y mordiscos le arrancan la cabeza, alas, pechuga y vísceras hasta dividirla en siete pedazos.
Quienes tienen más fuerza dan pronta muerte al animal, pero los más débiles tardan en obtener los siete pedazos de la gallina que revolotea y lucha por su vida entre la carnicería que se vuelve esta misa.
Cuando todos terminaron con su encomienda, las gallinas despedazadas son colocadas a un lado del pentagrama como ofrenda a los espíritus oscuros.
Pero el sacrificio no termina aquí, pues mientras los creyentes estaban entretenidos arrancando cabezas de gallina, “El ahijado” preparaba a un enorme chivo blanco que representa el sacrifico máximo a las fuerzas oscuras.
Entre cuatro brujos sostienen el cuerpo del cabrito quien entre bramidos que parecen llanto de bebé busca escapar del lugar, como si lograra presentir la cercanía del fin de su vida.
Con fuerza, el chivo es colocado en una maciza mesa de madera donde ya lo espera “El Ahijado” quien recibe de las manos de un edecán una daga curva.
Mientras colocan al cabrito en posición adecuada y los creyentes se acercan para presenciar el acto, el animal brama y brama imitando sollozos infantiles.
Cuando el animal está preparado, el Brujo pide a Satanás recibir esta ofrenda proporcionada con cariño por parte de los asistentes.
Toma al chivo del cuello mientras el animal lo mira con los ojos muy abiertos; el brujo lanza un suspiro y clava la daga en el pecho del animal quien comienza a retorcerse y bramar con más fuerza.
La sangre comienza a brotar del cuerpo del cabrito, cuyo blanco pelaje se tiñe de rojo mientras otro chamán capta este líquido en un recipiente metálico.
Una hechicera vierte ron blanco sobre la cabeza del chivato quien bebe algunos sorbos del licor, quizá con la esperanza de mitigar su dolor.
El resto del ron se vierte en el recipiente con la sangre caliente del chivo, para preparar un brebaje que será consumido por los presentes.
Entre bramidos de dolor, el chivo es apuñalado tres veces más, mientras su hocico empieza a perder el color y a tornarse blanco ante la pérdida de sangre.
Tras fallecer, el animal es recostado sobre la mesa para que los chamanes extraigan con sus manos trozos de vísceras de su cuerpo, mismas que usan para limpiar sus báculos y amuletos, así como para tallar partes enfermas de algunos creyentes, pues de acuerdo al esoterismo, la sangre de este animal servirá para renovar la energía del consumidor y curar los males corporales.
“El sacrificio de este chivo no será en vano, mañana comeremos su carne”, dice “El Ahijado”.
Posterior a esto, quienes así lo desean beben la sangre mezclada con ron, entre cara de asco y repulsión.
Pero el ritual no termina aquí, pues tanto brujos como creyentes ingresan a un espacio subterráneo donde sólo pueden entrar quienes deseen continuar con el ritual y creen en magia negra.
La mayoría de los fervorosos creyentes entran a este lugar pero quienes ya tuvieron demasiado optan por ir a sus casas, pues el ritual se prolonga hasta el amanecer del primer viernes de marzo.
Mientras los brujos continúan con el ritual secreto, el cuerpo del chivo es aliñado para ser preparado en barbacoa.
Además de esta misa, a lo largo de este viernes se desarrollarán diversas misas blancas en el bulevar de Catemaco y otros espacios donde se congregan brujos y chamanes.