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Sansón y Dalila de Sain Saëns, un espectáculo para disfrutarse a plenitud

Xalapa, Ver. 09/06/2005

alcalorpolitico.com

Lo que nos ocupa es el ensayo general. Pero él mismo nos aporta la idea de lo que serán las funciones de la ópera Sansón y Dalila, el acontecimiento que inaugurará la décima edición del festival internacional Junio Musical 2005, a efectuarse este viernes a las 20:00 horas.

Comencemos por algo pocas veces visto: un ensayo general a sala llena. La tarde del jueves 8, en la Sala Grande del Teatro del Estado, con la totalidad de las butacas ocupadas por un público de lo más diverso y del que los jóvenes resultaron abrumadora mayoría, se dio esta sesión preparatoria. La misma nos ha permitido observar el derroche de imaginación y buen gusto para resolver el problema que representa la ausencia de la producción procedente del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Como lo anunció el gerente de la OSX, Alejandro Toledano, durante la rueda de prensa donde dio a conocer la programación, la única producción existente en México para esta ópera se ha perdido irremediablemente en un incendio que devoró las bodegas del INBA: “No había alternativa; si deseábamos ópera en Junio Musical todo había que hacerlo aquí, en la propia Universidad Veracruzana (UV), y encomendarse a alguna divinidad para esperar que las cosas resultasen bien”.

Por fortuna, todo apunta hacia el acierto. Y es que pocas óperas pueden ser tan atractivas visualmente como esta historia extraída del libro bíblico Jueces, ubicada en los desiertos de Palestina y con los pueblos hebreo y filisteo como protagonistas elementales. Por añadidura, la música de Camille Saint-Saëns (1835-1921) es de una factura que raya en la perfección, sin el recurso fácil del abuso en el folclorismo o los tintes exóticos que, sin embargo, hacen discreta presencia en la escena de la Bacanal en el templo del dios Dagón.

Los protagonistas
Pocos cantantes poseen un físico tan apropiado para el personaje de “Sansón” como Mark Lundberg. Este tenor norteamericano viene respaldado por una serie de elogios provenientes de la crítica especializada, que le ubican como un formidable heldentenor o tenor heroico, la voz más poderosa entre los cantantes de la tesitura.

Su presencia escénica y el claro conocimiento del rol correspondiente convierten a Lundberg en todo un acontecimiento, pese a que en esta ópera son escasos los momentos en que el cantante es exigido a profundidad. Se trata de un rol que exige contener la voz la mayor parte del tiempo.

Lundberg saca buena raja de la poderosa escena inicial, en los momentos en que el pueblo de Israel lamenta su esclavitud y despotrica contra su Dios. Su desempeño en la escena amorosa hacia el final del segundo acto puso los pelos de punta al respetable, en una de las melodías más hermosas y conmovedoras escritas para la escena lírica. Su trabajo en el cuadro inicial del tercer acto, así como en la escena final, hacen evidente que se trata de un joven tenor del que se hablará mucho y bien en lo sucesivo.

Phyllis Pancella, por su parte, hizo todo para mantenerse a la altura del exigente rol de “Dalila”. Mezzosoprano de voz un tanto chica, Pancella supera esa aparente limitante con una presencia escénica excelente y un desempeño que se ha completado de buena forma con el de Lundberg. El prolongado fragmento que protagoniza con el “Sumo sacerdote” (encarnado por el magnífico barítono de Coatzacoalcos, Genaro Sulvarán) es uno de los momentos básicos en el desarrollo de la historia y ha sido resuelto satisfactoriamente.

Pero lo que debemos consignar sin ambages es el derroche de musicalidad de que hace gala Pancella en la romanza conocida como Mon coeur, el envolvente canto que la sacerdotisa filistea derrumba la entereza del juez y caudillo hebreo. Si algo necesitaba mostrar esta cantante para convencer al público xalapeño, aquí lo dio a raudales.

Por su parte, el experimentado (y joven) bajo regiomontano Rosendo Flores cumplió dignamente con su papel del “Anciano hebreo”, mientras que el profesionalismo de Sulvarán vuelve a quedar de manifiesto en uno de los roles más complicados que se hayan generado para un barítono. En la recreación del “Sumo sacerdote”, Genaro ha podido mostrar aquella naturaleza siniestra y maquinadora de quien se ha fijado derrotar por cualquier medio a su poderoso ponente.

Y mención aparte merece la coreografía. Desde la danza de las doncellas y sacerdotisas del primer acto hasta la formidable bacanal, la danza contemporánea es el elemento de vistosidad y colorido, con una buena dosis de erotismo tratado con prudencia y buen gusto.

Enrique Patrón de Rueda, personalidad ya familiar para el operómano xalapeño, no deja lugar a dudas en torno de su capacidad como director concertador. Esta ópera la ha dirigido consistentemente desde 1984, año en que la abordó por vez primera en Bellas Artes, y que se ha convertido en una de sus cartas de presentación más sólidas. El sonido que logró desde el foso de la orquesta, pleno en sutilezas o de estremecedor poderío cuando la escena lo exige, es indicativo del conocimiento que de la partitura posee. Simplemente no hay quien le haga sombra en el panorama de la ópera nacional.

Desde luego que es de extrañarse el aparatoso derrumbe de las columnas que sostienen el templo de Dagón, hacia el final. Pero el problema ha sido resuelto –reiteramos– echando la imaginación por delante y con recursos propios, lo cual es indicativo de que en la capital veracruzana, en la UV y la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX), se encuentra todo preparado para el abordaje de empresas artísticas aún más demandantes.

El público que asista a las funciones programadas para el viernes 10 y domingo 12 de junio, verá cabalmente cumplidas sus expectativas en torno de este espectáculo a efectuarse en la Sala Grande del Teatro del Estado.