El 18 de septiembre del 2010 marcó la vida para miles de veracruzanos. El paso del huracán
Karl dejó miles de damnificados por las inundaciones. Han transcurrido 13 años y lo sucedido ese día sigue en la memoria de Lidia Argumedo Sánchez, quien vivía en el fraccionamiento Puente Moreno, en Medellín de Bravo.
Lo perdido ese día fue más allá de lo material. La desesperación y la angustia por lo que vivían viendo subir el nivel de agua de manera repentina sigue inquietándole.
“18 de septiembre. Una fecha importante que de verdad marcó mi vida y la de muchos, muchos veracruzanos. Fue un acontecimiento realmente fuerte porque no esperábamos que pasara algo de tal magnitud. Veíamos la tormenta, el huracán. Estábamos resguardados en casa, no imaginamos algo tan fuerte”, dijo.
Lidia, como miles de veracruzanos, perdió todo en su casa desde documentos personales, hasta sus enseres domésticos.
Relata que tardaron 15 días en la limpieza de las casas. Sin embargo, la recuperación anímica y de sus pertenencias les tomó mucho más.
“En mi domicilio (el agua) me llegó a la altura del pecho. Todas las paredes quedaron como marca de jirafa de lodo, pantano; traía ranas, culebras, todo tipo de animalitos, troncos. No alcanzamos a regresar por segunda ocasión, nos quedamos en la entrada de Puente Moreno y mucha gente se lanzaba a nadar y me dejaba sus pertenencias, facturas, cadenas; se lanzaba a buscar a sus familiares, abuelitas en silla de rueda, fue impactante”.
En su caso, perder todo y verse obligada a empezar de cero le dejó depresión e incluso psicosis, por lo cual ya no pudo regresar a vivir a su casa, prefirió rentar en otro punto de la ciudad.
Aún conserva fotos del día que pudo regresar a su casa y le hacen revivir esos momentos que afirma, no le desea a nadie.
“Yo lloré mucho por muchos días. Se fue todo mi patrimonio, con mucho sacrificio logras tener un comedor, estufa. Logras amueblar tu casa y de repente parpadeas y está todo revuelto. Me quedé con lo que traía puesto (…) el refri estaba de cabeza, la cama de cabeza. Eran montañas y montañas de basura, 15 días tardamos en recuperarnos”, refirió.
“Lloré como 3 meses. Yo lloraba porque decía tengo que empezar de cero. Hasta que un día mi papá me dijo: ‘Dale gracias a Dios que la niña no murió’. Mi niña apenas empezaba a caminar”, agregó.
Comentó que vivir esa experiencia le permitió ver la generosidad de los veracruzanos pues muchos llevaban comida a los damnificados.
“Eran días en que no había qué comer, qué comprar porque todo estaba saqueado. Había gente que se solidarizaba y llevaba alimento, porque no había, luz, agua, no había nada, fue una desgracia”.
El huracán
Karl impactó en Veracruz como categoría 2, dejó alrededor de un millón de veracruzanos damnificados y miles de desplazados.