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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Sequía y suficiencia alimentaria

José Manuel Velasco Toro 11/05/2023

alcalorpolitico.com

¿Recuerdan la narración de Génesis 41 en la que José interpreta el sueño reiterado del Faraón sobre siete vacas gorda y siete vacas flacas, así como siete espigas hermosas repletas de grano y luego siete espigas marchitas y quemadas? Un sueño cuyo simbolismo José interpretó como presagio de siete años de abundancia alimentaria seguidos de siete años de sequía, falta de alimentos y hambruna. Alarmado, el Faraón nombró administrador a José para que tomara las medidas preventivas adecuadas y poder sortear la pronosticada temporada de sequía.

Cuenta la historia que después de siete años de abundantes cosechas, siguió una gran sequía que afectó los cultivos, pero como José había impulsado la construcción de almacenes a lo largo del río Nilo, se tenía suficiente reserva de trigo y cebada producto de los años de abundancia, además estableció una estricta y equitativa administración del recurso alimentario por lo que el pueblo egipcio no padeció hambre.

Si bien en el relato bíblico no se pueden establecer fechas aproximadas de cuándo ocurrió tal evento de sequía sabemos, gracias al conocimiento científico, que en Asia Central la región de Turquía, donde nacen los ríos Éufrates y Tigris, la zona de Tanzania de donde brotan las aguas que forman el rio Nilo, así como otras regiones del norte de África, fueron azotadas por diversas y prolongadas temporadas de sequía entre los años de 6200 y 1900 antes de Cristo.



Al igual que los egipcios, cuya esplendorosa civilización emergió y se desarrolló a lo largo del río Nilo, las civilizaciones Acadia y Sumeria se abastecieron de las aguas que fluían a lo largo de los ríos Éufrates y Tigris. Pero ocurrió que el calor solar se intensificó y provocó sequía, las aguas de esos tres grandes ríos empezaron a disminuir, los niveles del mar Muerto disminuyeron y el desierto de Sahara expandió sus fronteras. ¿Qué fue lo que ocasionó tal sequía?

En su libro El largo verano. De la era Glacial a nuestros días (2007), el arqueólogo y antropólogo Brian Fagan, narra los estragos que ocasionó la llamada Mini Era Glacial que al enfriar las regiones del hemisferio norte produjo una alteración de las condiciones climáticas en Asia Central y oeste africano que ocasionó la disminución de las lluvias y, en consecuencia, el flujo de agua en ríos, llegando, incluso a secar lagos. El nivel de escurrimiento del río Nilo fue drástico como consecuencia de la disminución de lluvias en la región del lago Victoria, una de sus fuentes, lo que ocasionó que el agua utilizada para riego de los campos agrícolas no fluyera por gravedad a través de los cientos de canales que la conducían hacia las áreas de trigo y cebada, disminuyendo, por tanto, también las zonas de pastoreo de ganado vacuno y caprino.

El número siete es un número sagrado en múltiples culturas y representa totalidad, al igual que conlleva connotaciones positivas y negativas, y es un número que reiteradamente aparece mencionado y relacionado con un acontecimiento, hecho, personaje o animal en la Biblia. En la cultura egipcia, la vaca simboliza la Madre Tierra, abundancia y refugio representada por la diosa Hathor, por lo que era emblema de esperanza y renovación de la vida; mientras que la espiga representaba la naturaleza dispensadora de fecundidad y vida.



Sin embargo, la sequía que azotó a Egipto narrada en Génesis no duró siete años, sino que duró poco más de tres siglos y afectó cíclicamente a Asia Central, Egipto y muchas otras regiones del planeta. ¿La causa? Ni maldición ni castigo divino, sino una modificación en el ángulo de la Tierra con respecto al Sol, lo cual ocasionó que disminuyera el índice de insolación provocando la Mini Glaciación en el norte del hemisferio y fuerte disminución de las precipitaciones pluviales en diversas regiones del sur.

Al respecto, Brian Fagan relata: “El clima se tornó cada vez más inestable. Las aldeas del sur sufrieron ciclos de sequía. Repetidos periodos de estrés climático devastaron los pequeños asentamientos atados a los caprichosos canales de los ríos y el paisaje en constante cambio. Durante generaciones, los pueblos habían dependido al menos parcialmente de la lluvia para nutrir sus cultivos. Ahora dependían exclusivamente del riego. Los excedentes alimentarios se desvanecieron y en su lugar reinó la escasez”. Egipto enfrentó la crisis climática porque había aprendido la lesión histórica vivida.

Hacia el año 2184 a. C., diversas inundaciones provocadas por la creciente del Nilo destruyeron los cultivos, lo que provocó disminución alimentaria con las consecuencias derivadas: descontento y revueltas sociales. Ante esa experiencia, los faraones se volvieron más pragmáticos, se redefinieron como “pastores del pueblo” y construyeron almacenes para crear una reserva de alimentos que les permitió asegurar la supervivencia de la población y del Estado durante los prolongados ciclos de sequía.



Traigo a cuento esta historia porque actualmente estamos padeciendo ciclos de sequía recurrentes, y cada vez más prolongados, en diversas regiones continentales del planeta. Y esta vez no se debe a un factor cósmico, sino a la actividad antropogénica que ha provocado, y continúa haciéndolo, un aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera que provoca incremento de la temperatura global, lo que altera flujos de corrientes marinas, deshielo de casquetes polares y glaciares, aumento del nivel del mar y su temperatura, sequías prolongadas, lluvias torrenciales, desplazamiento de flora y fauna hacia regiones donde antes no existía su presencia, escasez de agua por contaminación y alteración de los ciclos de lluvia, deforestación, gentrificación que demanda más agua y energía, alteración en los estados de salud de las personas, en fin, una multiplicidad de sucesos entrelazados de los que no queremos tomar consciencia para actuar asumiendo medidas prospectivas que, como las adoptadas por José, coadyuven a mitigar los efectos negativos del calentamiento global.

Y pregunto ¿con qué reserva alimentaria se cuenta en México? ¿Qué políticas públicas realistas, no demagógicas, se están implementando para cambiar la forma de gestión del agua y asegurar el abasto equitativo? ¿Por qué no se logra poner alto a la deforestación que causa reducción de retención de agua y disminución de otra de las fuentes de la vida: el oxígeno? ¿Por qué no se aplica la ley con rigor para frenar la contaminación ambiental de vehículos, industrias, ingenios, mineras y más actividades que ensucian fuentes hídricas y suelos cultivables? ¿Hasta cuándo se va a frenar el crecimiento urbano que invade áreas de cultivo fundamentales para la producción de alimentos que abastezca a una población creciente?

Y podríamos seguir haciendo preguntas y más preguntas del por qué no se actúa con sentido humano por la vida planetaria y responsabilidad social en lo local, regional y nacional. Aprender de los sucesos de la historia que han alterado el ritmo de civilizaciones y qué hicieron aquellas que supieron responder al reto de la naturaleza para sobrevivir, sería beneficioso el día de hoy, sobre todo porque actualmente tenemos mucho, pero mucho más conocimiento científico y tecnológico para plantear, llevar a cabo y aplicar en la solución o corrección de situaciones adversas para la vida planetaria y la humanidad.



No será la interpretación de los sueños lo que nos salve como civilización, sino el libre albedrío que es potestad humana para actuar según se elija: la sobrevivencia y continuidad o el retroceso civilizatorio. En nuestra consciencia social está nuestro propio destino.