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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Ser capaces de dar una respuesta doctrinal y personal acerca de Jesús

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 08/08/2022

alcalorpolitico.com

Después de todo un caminar en la fe en el que se nos va mostrando la presencia de Dios, después de que Dios nos confía tanto, llega el momento de dar una respuesta acerca de Jesús. Él mismo, como pregunta a sus apóstoles, también a nosotros nos pregunta sobre su persona. ¿Qué pensamos acerca de Él? ¿Qué representa Jesús en nuestra vida?

Regresando, pues, sobre lo que hemos vivido con el Señor conviene preguntarnos: ¿Quién es Jesús para nosotros? Se ofrece responder a Dios e incluso se necesita dar una respuesta al mundo de hoy. En algunas ocasiones se nos plantea esta pregunta en distintos foros de la sociedad y otras veces, aunque no se nos pregunte directamente, sentimos la necesidad de compartir lo que es Jesús para nosotros.

Ante una pregunta fundamental como esta necesitamos dar una respuesta doctrinal y también una respuesta personal. Las dos son necesarias y se ofrecen en distintos contextos de la vida.



Para saber responder acerca de Jesús es necesario ubicar el contexto en el que lanza esta pregunta en los santos evangelios. En un contexto de oración Jesús plantea esta pregunta, por lo que hasta cuando tengamos que dar una respuesta más intelectual, no podemos olvidar este contexto de intimidad y de encuentro con el Señor.

En algún tiempo me alegraba porque constataba que Jesús está en la vida de todos, ya que no es indiferente para muchas personas y en general no es alguien desconocido. Me daba tranquilidad y alegría confirmar que Jesús no pasa desapercibido.

Pero llegué a entender que no basta que Jesús esté en la boca de todos, hay que aspirar a que llegue a estar en el corazón de todos. A muchos les ha llegado su fama, pero no les ha llegado su espíritu. Por lo tanto, no se puede cantar victoria cuando el Señor sea simplemente conocido, apreciado y en términos generales respetado, sino que tenemos que hacer lo posible para que, de la cabeza, baje al corazón.



En un ambiente de oración plantea Jesús esta pregunta para que sepamos decir algo con propiedad. No es una pregunta académica o que tenga relevancia sociológica. En nuestro caso, no podemos decir que Jesús es un profeta como otros tantos que ha habido en la historia; no podemos responder de esa manera para complacer a todos, o para que se diga que somos incluyentes, o para que se señale que no menospreciamos otras tradiciones religiosas; no se espera esto de un cristiano.

Junto con la respuesta doctrinal se espera una respuesta personal, pues sólo así otros hermanos llegarán a aceptar a Cristo en sus vidas. Lo que permite que personas que giran en torno a nosotros en la familia y en el trabajo, se sientan impactadas ante la presencia de Jesús, es hablar con apasionamiento de Él, llegar dar testimonio de Él, llegar a hablar con el corazón, no sólo dando razones, sino sobe todo pruebas y testimonios de lo que ha hecho en nuestra vida.

Se espera, por lo tanto, una respuesta personal y no solo doctrinal. No basta decir a los demás, especialmente a los que no conocen al Señor: Jesús es el Mesías, el Salvador, sino que esta respuesta requiere del testimonio para exponer la alegría que ha dejado en nuestra vida y la manera como nos ha venido cambiando.



Basados en la doctrina podemos decir cuándo y dónde nació Jesús, pero la respuesta de los santos amplía las posibilidades para buscar un encuentro con Él. Cuando les preguntaban cuándo y dónde nació Jesús, no sólo respondían con propiedad diciendo: en Belén, sino que contestaban también desde su propia historia, cuando Jesús irrumpió en sus vidas quedándose para siempre.

Podemos imaginarnos su respuesta. Cuando le preguntaban sobre el lugar y la fecha del nacimiento de Jesús, la mujer pecadora seguramente contestaba: Jesús nació el día que me defendió; nació en mi corazón el día que despertó mi dignidad, el día que le dio una orientación diferente y definitiva a mi vida.

San Francisco de Asís: Jesús nació en mi corazón el día en que abandoné todo y me desprendí de todos los bienes, y en la plaza pública, desprendido de todo y hasta de mis vestidos, proclamé que Él es el mejor tesoro que hay en este mundo. San Pablo de Tarso: Jesús nació en mi corazón el día en que me tumbó del caballo, el día que doblegó toda mi soberbia, el día en que quedando ciego vi con más claridad la gloria de Dios en mi vida.



María podría responder no sólo hablando del momento del alumbramiento, sino de la manera como el misterio de Jesús se fue abriendo de manera paulatina en su corazón. Jesús nació en mi corazón cuando vi toda su gloria en su trato con los enfermos, los pobres, los pecadores y con todas las personas.

Y continuando con esta dinámica podemos imaginar cuál fue la respuesta de los santos que admiramos y de las personas que hemos conocido, las cuales, cada vez que hablaban de Jesús, daban testimonio de lo que hizo en sus vidas, del aroma que dejó en sus corazones.

No podemos esquivar ahora la pregunta de Jesús. Llega el momento de contestar: ¿quién es Jesús para mí? Cuántas veces has comulgado, cuántas veces has leído su evangelio, cuántas veces has asistido a los pobres y realizado apostolados en el nombre de Cristo Jesús. Es necesaria una respuesta personal en base a lo que Jesús nos ha permitido vivir en su divina presencia.



No esquivemos esta pregunta de Jesús cuando a nosotros nos dice: ya sé lo que la gente piensa, pero quién soy para ti. Por lo tanto, que estemos en condiciones de responder y que tengamos en cuenta que si nos sentimos sorprendidos y rebasados para responder, basta evocar el historial que tenemos con Jesús. Nuestra relación con Él no empezó ayer, aunque algún tiempo nos hayamos alejado y lo hayamos evitado.

Cuando apremia la realidad es necesario ofrecer un testimonio apasionado acerca de Jesús para que otros hermanos lleguen a conocerlo y aceptarlo en sus vidas.