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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Terrorismo de Estado

José Manuel Velasco Toro 21/01/2021

alcalorpolitico.com

¿Puede haber terrorismo de Estado? No sólo puede darse, sino que ha ocurrido en varios momentos de la historia de la civilización. El recurso de métodos no legítimos al que recurre un gobierno autoritario para ejercer el poder cristaliza a través de la manipulación ideológica, cuyo carácter dogmático hacen de la moral del “jefe” la doctrina a seguir, o, mejor dicho, acatar sin cuestionar. De ella se derivan estrategias para inducir un miedo permanente en la población que paraliza a la razón, se ejerce el control centralizado con unidireccionalidad personal y se imponen conductas de clara sumisión, expresiones éstas, y otras más, del terrorismo de Estado. En pocas palabras, dominación por el terror. Ernesto Garzón, jurista español, lo definió así: “es un sistema político cuya regla de reconocimiento permite o impone la aplicación clandestina, impredecible y difusa, también a personas manifiestamente inocentes, de medidas coactivas prohibidas por el ordenamiento jurídico proclamado, obstaculiza o anula la actividad judicial y convierte al gobierno en agente activo de la lucha por el poder”. Más claro, ni el agua. Esto ocurrió en la Roma antigua con Calígula (12-41 d. C.) y Nerón (54-68 d. C.), por ejemplo. Durante el absolutismo monárquico en Europa occidental tenemos la expresión más álgida en Luis XIV (1638-1715), rey de Francia, que incluso llegó a exclamar “L’Etat, c’est moi” (El Estado soy yo). Clásico terrorismo de Estado fue el impuesto mediante la política de Indirect Rule (gobierno indirecto) que implementó Inglaterra para garantizar el control de sus colonias en África y Asia, cuya característica fue gobernar a través de las estructuras políticas locales o tradicionales ejerciendo un poder indirecto, nada exento del uso de la fuerza y el terror que se ejerció hasta mediados del siglo XX, siglo de las revoluciones anticolonialista en África y Asia. El Indirect Rule también fue ejercido por Francia en Argelia y Túnez, Holanda en las Indias Orientales, Portugal en Angola y Mozambique y Bélgica en Burundi. Y qué decir de los Estados terroristas en América Latina donde el militarismo gobernó a base de represión y miedo como fue en Brasil (1964-1985), Argentina donde las dictaduras militares (1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976) impusieron un gobierno centralista y autoritario, violentando todo derecho humano (se habla de más de 30 mil desaparecidos). Chile es otro de los casos con la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), quien tras derrocar al gobierno democrático de Salvador Allende aplicó un régimen de absoluto control al que se le conoce como “los años más oscuros de Chile”. Nicaragua con Anastasio Somoza; Guatemala padeció con Fernando Romeo Lucas, José Efraín Ríos Mont y Oscar Humberto Mejía Víctores; El Salvador gobernado por militares entre 1931 y 1979; Honduras sufrió la dictadura de Tiburcio Carías Andino y Panamá estuvo bajo la conducción militar durante dos décadas desde 1968 hasta 1989. Pero los casos más álgidos de terrorismo de Estado del siglo XX son los de España con la dictadura de Francisco Franco, Alemania con Adolfo Hitler, Italia con Benito Mussolini, China con Mao Zedong (Mao Tse-Tung), Rusia con Lósif Stalin y, ahora, Corea del Norte con Kim Jong-un. Algunos de los rasgos que históricamente se observan en quienes ejercieron o ejercen el poder con actitud autoritaria y control totalitario, apuntan hacia la deificación de lo irracional y la renuncia a lo universal. Albert Camus en su obra el Hombre rebelde (1951) refiere que Hitler y Mussolini “Fueron los primeros en construir un Estado partiendo de la idea de que nada tenía sentido y de que la historia no era más que el azar de la fuerza. La consecuencia no se hizo esperar”. Ellos son el ejemplo más preclaro de lo que es un dictador personificado en el totalitarismo de Estado. Todo dictador, de ayer y hoy, tiene pasión por la destrucción, busca que la doctrina que profesa adquiera aire de religión mediante la imposición de su moral, considera que destruir lo anterior es el engrama del porvenir, la provocación constituye su pauta conductual, son para sí en su acción que la consideran su hacer, se excitan constantemente mediante el combate permanente, adoptan una actitud política de carácter provinciano frente a la realidad política del mundo, para ellos la legalidad es secundaria y gozan en la precariedad del espíritu que buscan esclavizar. Cuando estos seres proclives al totalitarismo autoritario llegan al poder, difícilmente resisten la tentación de transitar hacia el terrorismo de Estado. Para ellos, y repito lo que escribió Camus, “Un solo jefe, un solo pueblo, significa un solo amo y millones de esclavos” que yerguen su imagen en zarza ardiente de reflectores y arengan desde un Sinaí de tablado. Aprendamos de la historia y de la realidad.