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?Nos dijeron que las tierras ya eran nuestras?

Tras violento desalojo en “El Milagro”, 70 familias viven como animales en galeras y en un viejo cine

- En pisos de tierra, comederos de vacas y caballos, hombres, mujeres y niños se tienden en catres para dormir - El Ayuntamiento nada ha hecho para defenderlos y darles un espacio digno - Llevaban 10 años de gestiones ante la SRA que prometió apoyarlos y pagar al particular el predio, “pero nunca cumplió” - En la expulsión, policías les destruyeron y robaron sus pertenencias; claman ayuda al Gobernador

Ignacio Carvajal Veracruz, Ver. 17/06/2009

alcalorpolitico.com

Después de haber sido desalojados hace una semana por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública, las 70 familias que habitaban el predio El Milagro, de este municipio, ahora viven en galeras para ganado.

El pasado martes, unos 300 elementos de la SSP, por una orden judicial, llegaron al predio mencionado (también conocido como Santa Regina), y haciendo uso de la fuerza, con maquinaria pesada, y camiones de carga, arrasaron las humildes viviendas de los campesinos, que no pudieron hacer nada por defenderse: los hombres estaban fuera, trabajando, y las mujeres, ni rogando a dios hubieran contendido el choque.

Debe recordarse que estas personas llegaron a vivir a “El Milagro” hace 10 años, y desde entonces entraron en negociaciones con la Secretaría de la Reforma Agraria, y recientemente con gobierno del estado, para pagar el predio. Sin embargo, las partes oficiales no cumplieron su promesa y los abandonaron a su suerte, dice José Luis Vergara Muñoz, el líder del grupo.

“Hemos buscado que nos expliquen en gobierno del estado porque nos hicieron esto, si se supone que las tierras ya eran nuestras, nos las habían prometido y el dueño estaba esperando solamente el pago. En México en Reforma Agraria también nos dijeron lo mismo, que las tierras ya eran nuestras, pero no nos cumplieron y nos mandaron acá a vivir de esta forma”, expuso.

Las pertenencias de los labriegos que no fueron destrozadas, las subieron a varios camiones y patrullas y las arrojaron en las instalaciones de la Unión Ganadera Local, un campo de bodegas, galerías y comederos para vacas, caballos y asnos, denunció.

Es un sitio a la intemperie, construido para animales, que cada año es usado para celebrar la feria ganadera de la zona, pero ahora es un albergue para 40 familias de campesinos que se quedaron sin casa. Las otras 30 fueron enviadas al cine viejo, en el centro de Rodríguez Clara, cuyo inmueble está a punto de caerse, en condiciones insalubres y hacinadas.

Pero podría decirse que de los dos grupos, a los que mandaron a la sala cinematográfica les fue mejor. Tienen piso de concreto y cuando menos pueden tender sábanas y cartones al suelo para dormir. Los de la ganadera están en la tierra y sin paredes.

Bien conocida es esta zona del sur del estado por los chaparrones que a cada rato se dejan caer. En el momento más intenso del aguacero los caminos se cierran, no se ve nada y en algunos casos hay que detener la marcha. José Luis Cuenta que su gente, mientras siga en estas galeras, sin paredes, correrá el riesgo de contraer enfermedades respiratorias por las lluvias.

En el grupo hay unos 20 niños, no van a la escuela, y lo que complica su indefensión es que por las noches, si llueve, siempre se mojan. Por más que se acurruquen entre los comederos del ganado, que han habilitado como camas, no escapan al gélido abrazo de la lluvia con viento.

José Luis:
“Al segundo día que llegamos, se nos vino un fuerte aguacero, pusimos unas lonas, bolsas, costales, pero no pudimos contener el golpe de la lluvia. Entonces, todos jalamos a la bodega que está acá junto, es un mejor edificio porque tiene piso, techo y las cuatro paredes.

“Para la mañana, ya teníamos acá a la gente de la Unión Ganadera, los dueños de todo esto, y los que le hicieron el favor a la alcaldesa Amanda Gasperín (PRI) de prestarle este espacio para nosotros, y nos dijo que no podíamos quedarnos allí, que nos regresáramos a los comederos, porque allí se renta para hacer fiestas”.

Aún así, los colonos tratan de llevar su vida dentro de la normalidad, las mujeres cuidan los pollos, los hombres salen a buscar trabajo en los campos piñeros aledaños y los niños corretean todo el día con los juguetes que pudieron rescatar.

Dentro del galerón, recargado sobre unos costales de alimento para vaca, se mira a Jesucristo en la cruz, allí mismo un atril y algunos utensilios de la eucaristía. El conjunto formaban el altar de la iglesia de El Milagro, misma que fue demolida por la maquinaria pesada.

Mientras este es centro de oración de los fieles desalojados. Cuando estaban en su comunidad, un padre iba a oficiarles misa una vez por mes, con eso se sentían satisfechos. Quienes querían fortalecer la fe cada ocho días se iban a la cabecera de Rodríguez o a otro templo.

María Félix Pérez Peña, morena, de rasgos indígenas, era la encargada de la Tesorería de la iglesia de El Milagro, a pesar de que dice ser muy católica, pide fortaleza a Dios para perdonar en estos momentos:

“Esos policías además de que tumbaron nuestras viviendas, se robaron nuestras cosas, trastes nuevos, lo que les servía y podían esconder. A mí me sacaron 12 mil pesos de mi casa, se metieron remiendo el candado. El dinero era de la rifa de unos zapatos que habían donado para mejoras del tempo. Cada uno de nosotros compramos un número y se juntaron los 12 mil pesos, ya no tenemos iglesia ni dinero”.

El grupo que se quedó en el edificio que ocupaba el cine de Rodríguez Clara, están en un inmueble viejo, caluroso y húmedo. Son 30 familias que hacen grandes esfuerzos por comer, bañarse y tener una vida normal. Cuentan con un solo baño para todos y el drenaje no sirve. Los olores fétidos se concentran y lo menos que siente uno es ganas de permanecer en su interior.

Las mujeres y los hombres se concentran afuera, a tomar aire, y de vez en cuando se ve a alguna llorar. No pueden creer que se quedaron sin tierra, sin casa y sin techo. La mayoría de los campesinos se miran fuertes, de manos correosas y curtidas por las labores del campo; sin embardo, al verlos a los ojos se les descubre tan endebles porque también sollozan, y sin ocultar las lágrimas.

“Lo único que nos queda es esperar a que gobierno del estado nos dé una respuesta de por qué nos sacaron, por qué no se pagaron esos terrenos a los dueños, si supuestamente para allá iban las negociaciones, y porque nos tienen en estos sitios tan poco dignos para vivir”, concluyó José Luis Vergara Muñoz.