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Sección: V?a Correo Electr?nico

Un testimonio de fe

Fernando F. Cancela Xalapa, Ver. 02/02/2012

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Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Isaías Cap. 53. Ver. 4 y 5
Le comento apreciado lector, que en mi iglesia, que es la Primera Bautista de Xalapa, y que es bien dirigida por el Licenciado en Derecho y pastor Armando Díaz Salazar, contamos con un grupo musical de alabanza, cuyo ministerio se encuentra en las manos del tenor Joel Pérez Arciniega. El grupo toca y canta hermosas melodías para alabar a Dios, los miércoles de las 19 a las 20:30 horas, y los domingos en los sermones de 9, 11 y 13 horas. Cuando usted guste nos puede acompañar a escuchar la buena música cristiana. En fin, ellos se dieron a la tarea de invitar a la banda “Smirna” que forma parte de la Iglesia del mismo nombre, de la vecina ciudad de Coatepec y ministrada por Jonathan Matías.
Matías, aparte de su excelente repertorio musical, nos dejó una estupenda enseñanza, un testimonio de fe cuyo contenido espiritual quiero compartir con usted. En lo personal, me dejó perplejo ya que mientras narraba parte de su vida, daba toques en su teclado que le ponían sabor a sus palabras. Nos comentaba a los ahí reunidos, que se consideraba un joven sano y deportista; que desde que se encontraba en la secundaria le gustaba mucho practicar el fútbol y el básquetbol; que sus padres, desde muy niño metódicamente lo involucraron a él y a su hermana a practicar diferentes deportes.


Dice que su vida transcurría sana hasta ese día. Recuerda que entrenando en compañía de su hermana, quien actualmente colabora con su padre en una iglesia evangelista de Minatitlán, tuvieron un breve descanso. Que comieron después de regresar de la escuela y posteriormente practicaron entre sus actividades una hora de básquetbol. Dice que de repente no pudo seguir corriendo con el balón, se derrumbó, y que no podía ni respirar. Que lo comenzó a invadir un miedo terrible, y un pavor como el que nunca había padecido en su vida.
Dice que para esto hacía un calor insoportable y que los rayos del sol pegaban con todo su esplendor; sin embargo, un frío intenso invadió todo su cuerpo, que temblaba, y que estaba empapado en sudor. Fue entonces cuando dijo a su hermana. –Oye, ve por papá para que venga por mi-. No pudo levantarse por si mismo de la cancha en la que se encontraban. Su padre llegó por él, y como pudo lo llevó a su casa. Que subió a su habitación y de repente, calló en un estado de shok.
Mencionaba que cuando volvió en si, vio a toda su familia alrededor de su cama, a sus tíos, a su abuelita, sus papás, sus hermanos, que todo mundo estaba ahí. Sin embargo, cuando su papá lo observó bien en su habitación recuerda que tenía una cara de impacto. Él no se había visto físicamente porque cuando entró se desvaneció en su cama, sin embargo, cuando su papá preparó el coche para llevarlo al hospital pudo observarse en el espejo a la hora de irse a ver al médico.


Manifestó que su cabeza parecía una calabaza. Que estaba completamente inflamado de toda su cara y cabeza. Los médicos no pudieron saber de momento, cuales eran aquellas manifestaciones, sin embargo, su caso se diagnosticó sin gravedad. Únicamente le dijeron que había adquirido un problema de alergia a todo lo que se encontraba a su alrededor. Al polen, al polvo, a los medicamentos, a los ácaros, al clima, a algunos alimentos, y hasta los detergentes y aromatizantes que se encontraban en el supermercado. Todo le producía alergia acompañada de malestar general, estornudos y escurrimiento nasal. Que tenía que vivir casi casi dentro de una burbuja. Que parecía un niño de chocolate al que no se le podía ni tocar porque se derretía.
En una ocasión, estando en su escuela se sintió muy mal del estomago, y que se le ocurrió tomar sal de uvas, pero cundo se dio cuenta comenzó a inflamarse de los labios y los párpados. Inmediatamente llamó a sus padres para que fueran por él, no tanto por aquellas manifestaciones de alergia, sino por la pena y el escándalo de que lo vieran el director de la escuela, sus maestros y compañeros. Ese día, llegó a su casa culpando a Dios por lo que le ocurría, porque había dejado de hacer todo lo que le gustaba. Había dejado de practicar sus deportes preferidos. En pocas palabras a su edad, había dejado de jugar, y todavía para acabarla, en ese momento tenía que abandonar la escuela para irse enfermo a su casa.
Dice que aprendió a vivir con remedios caseros porque no podía tomar ni un solo medicamento. Aprendió a vivir con dolores al no poder tomar ni un solo analgésico para mitigar el dolor. Que no se podía ni exponer al sol, ni a la lluvia, ni al aire, ni al frió. Es decir, a nada.


Un día, tocado por el espíritu, se le ocurrió servir a Dios a través de la música instrumental que había aprendido en un instituto, así que comenzó a cantar al señor. Dice que ese día su madre se encontraba compartiendo con algunos miembros de su iglesia un curso que se llama “Nuestras debilidades”, que él escucho, y que le cayó como anillo al dedo. Mencionó que en ese curso, parecía que todo lo que decían se lo dedicaban a él, ya que se sentía subestimado y menos que los demás. Que sentía mucho rechazo y discriminación. Es cuando reflexionó que había perdido mucho tiempo en buscar a Dios.
Nos dijo que fue entonces cuando le hablo a Dios después de escuchar a su madre leer Isaías 53. Que le hizo una breve oración a Jesús diciéndole: “Señor Jesús, yo no se porque razón tu permitiste que me enfermara, no te estoy echando la culpa de lo que me pasa, pero tu me mandaste a esta tierra y cuando nací estaba sano. No se porqué razón tu permitiste que me enfermara de esta forma, pero esta situación no va a ser un obstáculo para que yo deje de amarte. Pero te pido que tu palabra me haga libre de todas mis enfermedades, de todas mis dolencias, porque se que tu todo lo puedes, para ti no hay imposibles y me puedes sanar. Es todo lo que yo le pedí al señor y saben, cuando yo me di cuenta hace aproximadamente cuatro años, no he tenido ni un solo ataque de alergia, comencé a realizar todo lo que no podía hacer, sin tomar ni un solo medicamento. Ahora puedo estar en la lluvia, en el aire, en el sol, en el frío, en cualquier campo florido, y pasar por el departamento de detergentes y aromatizantes en el supermercado, sin ningún problema”.
“Creo que Dios nunca nos deja, y siempre nos da una nueva oportunidad para seguirle, a mi me dio la oportunidad de seguirle, y de servirle. Eso usted y yo lo podemos hacer, para formarnos a su imagen y semejanza”, concluyó.


Lo que dice Isaías 53 es una realidad que nos puede traer no tan solo una sanidad emocional y espiritual, sino también física. La palabra de Dios es muy clara en Jeremías 33-3 que dice: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
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