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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Universidad y cambio

José Manuel Velasco Toro 06/05/2021

alcalorpolitico.com

Todo es cambio y la Universidad pública no está libre del mismo. Así como se transformó en Universidad moderna durante el siglo XIX superando la visión y estructura escolástica, así como se trasfiguró al constituirse en organización educativa autónoma en el siglo XX, de igual forma la Universidad del siglo XXI tiene que transformarse para reinventarse o pasar a la obsolescencia. La crisis que actualmente vive la Universidad (en el sentido profundo de su significado de estar en un momento de cambio que requiere de decisión) no se inscribe sólo en el plano del flujo de recursos financieros para su operación que la hace dependiente y vulnerable ante el Estado, situación que a lo largo de su historia ha sabido manejar con inteligencia; como tampoco refiere al embate contra la autonomía que siempre está en la tentación gubernamental. Sino en la crisis silenciosa derivada del cambio de época que radica en la conexión entre conocimientos y enfoque formativo de las diversas profesiones en la realidad cambiante de la sociedad del conocimiento, contexto que demanda dominio de habilidades intelectuales y operativas transversales. Crisis que contrapuntea a la tradición academicista proclive a establecer estados estacionarios cuyo instrumento es la inclinación tecnicista que moldea actitudes de supuesta objetivación pedagógica, lo que limita la libertad de cátedra al acallar la comunicabilidad sensible con la irrefrenable dinámica de avances propiciada por la cuarta Revolución Industrial, donde el conocimiento de continua frontera constituye factor determinante de producción. Situación que obliga a la reflexión propositiva y profunda para replantear la dimensión científica, académica y social de su hacer. La Universidad deberá enfrentar el enorme reto, en ésta y las próximas décadas, de dar continuidad al compromiso formativo para el futuro de las generaciones por venir. De ahí que el desafío sea hacia su interior sin perder de vista su dimensión universal. Urge su transformación para relanzar su función social en el conjunto de la vida nacional y mundial en conjunción con el dinámico perfil de la era del conocimiento.

En 2018, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) realizó un Diagnóstico de la Educación Superior en Iberoamérica. En él, se señaló tajante, que, si bien la población estudiantil había rebasado los 30 millones de universitarios y cada joven originario de entornos tradicionalmente desfavorecidos estaban accediendo a la educación superior, muchos de ellos, sin embargo, no llegaban a desempeñarse en el campo laboral relacionado con la formación recibida. Sobre todo, aquellos que egresan de las áreas de conocimiento en Ciencias Sociales y Humanidades que, por otra parte, mostraban, hasta ese año, conservar la tradicional demanda de ingreso frente a las áreas de Ciencias Naturales y Exactas, Ingeniería y Tecnología, Ciencias Agrícolas y Ciencias Médicas. Una tendencia heredada, tanto del substrato colonial como de la idea de progreso del siglo XIX, que le asignaron prestigio simbólico de ascenso social, anclada a la falsa idea de ser fácilmente accesibles al intelecto, tautología que derivó en la clasificación de “ciencias blandas” y “ciencias duras”, metáfora simplificadora de lo “fácil” y lo “difícil” que se afianzó en el subconsciente colectivo al expresarse en la dicotomía pedagógica que separó unas de otras. Fórmula, ayer exitosa pero hoy contraproducente porque las excluye del dinamismo de la sociedad del conocimiento. Situación a la que se suma la inopia espiritual reproducida por las “redes sociales” que basan la opinión en creencias, el sentir en dogma y la razón propositiva en rechazo sistemático a la veracidad, lo que conduce al estado doloroso expresado por T. S. Eliot: ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? / ¿Dónde está el conocimiento que hemos pedido con la información? Se piensa hoy en el instante, en el momento del ahora relegando el pasado al desván de lo que no quiero recordar y se distrae a la mente con obviedades para no pensar en el futuro.

Es claro que el siglo XXI se caracteriza por ser el tiempo de la cuarta Revolución Industrial que está cambiando las relaciones estructurales en el orden económico, social y cultural a partir del paradigma del conocimiento científico, creatividad e innovación tecnológica como factores de producción, lo que conlleva un panorama muy diferente del vivido en las anteriores revoluciones industriales bajo las cuales emergió y se desarrolló la Universidad moderna. La velocidad exponencial con la que el conocimiento científico y la tecnología contribuyen a la emergencia de condiciones productivas inéditas que reconfiguran el mundo laboral y la constitución de un mundo múltiple interconectado, obliga a replantear el qué, cómo y el quiénes somos en el ámbito de sistemas complejos cada vez más alejados del pensamiento lineal que no percibe prospectivamente la constante disrupción que está produciendo el cambio de Era. La Universidad tiene el deber y compromiso social de refundarse para responder a la emergencia de las determinaciones económicas, sociales, políticas y culturales que entreteje el paradigma de la sociedad del conocimiento, responder a un mercado laboral que demanda crecientemente egresados con habilidades de pensamiento analítico para resolver problemas complejos, una actitud innovadora con iniciativa creativa, manejo de tecnología de la información, inteligencia emocional y, sobre todo, habilidad intelectual para aprender en el aprender a lo largo de la vida con autonomía. Por otra parte, la transitividad de la ciencia y la tecnología están conformando un factor de valor que permea a la sociedad, cuyos sistemas económicos están demandando campos emergentes de ejercicio profesional y nivel técnico superior, así como realización investigativa precursora fundamental y aplicada. El reto que tiene la Universidad es enorme. Los desafíos emanan del cambio de paradigma productivo que tiene como factor de producción al conocimiento, la innovación tecnológica, la transformación digital, la informática, inteligencia artificial y el aprendizaje de las máquinas. Cuarta Revolución Industrial donde la producción virtual coopera con la física de manera flexible, realidad que incita al manejo de conocimiento muy actual, de aplicación transversal y autonomía para el aprender. Habilidades de formación profesional muy distinta a la que demandó la transformación detonada por la sociedad de la segunda y tercera revolución industrial que requirieron de técnicos y profesionales especialistas en diversos campos del saber, cualidad “departamental” específica que fue útil en su momento, pero hoy es obsoleta en la sociedad del conocimiento, temporalidad actual y futura. La sociedad del conocimiento demanda personas con autonomía para aprender y habilidades creativas que le permitan responder a los cambios acelerados con independencia y movilidad. De ahí su necesaria refundación para relanzar su presencia en el siglo XXI, sin perder el ser solidario y de compromiso social.