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Columnas y artículos de opinión
Encuestas, el método capitalista para suplantar la voluntad popular
Helí Herrera Hernández
9 de mayo de 2016
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
Para la mayoría de los candidatos de los partidos políticos en México el voto ciudadano ha pasado a segundo término. Lo desdeñan, lo menosprecian, ya no tiene ningún valor para ellos. Ahora son las encuestas la que los hacen triunfadores mucho antes que la jornada electoral, lo que me lleva a un primer escenario: que ya no gasten los gobiernos federal y estatales en hacer elecciones y sean, a través de éstas como se elijan a todos los funcionarios de elección popular.
 
¿Quiénes estarían contentísimos con que esto ocurriera?

 
Definitivamente la burguesía reaccionaria, la aristocracia nacional que es dueña de los medios de comunicación y de las empresas encuestadoras. Permanentemente han influido con esa metodología a la población en edad de votar haciendo listos a los tontos, pobres a los ricos, sufridos a los explotadores, hombres con visión de estado a los que no han leído tres libros en su vida, honrados a los ladrones y buenos a los perversos.
 
Llevan por lo menos tres elecciones presidenciales sustituyendo la voluntad popular o influyendo en ella, por lo menos. Aunado a las sombrillas, las gorras, las despensas, las playeras, las láminas, los tortilleros, los mandiles, el dinero en efectivo, los morrales, las encuestas las han convertido los varones del dinero en un instrumento poderosísimo, sabedores de la influencia que la radio, la televisión y la prensa escrita tienen sobre las grandes masas, a grado tal que el día de la elección todas esas millones de personas cuando acuden hacer cola para ir a votar ya van predispuestos a hacerlo por el ganador, porque la psicología del mexicano es siempre irle al puntero y nunca al perdedor.
 
Se han convertido en un método persuasivo tan, pero tan efectivo que cuando entre ciudadanos y ciudadanas se preguntan por quién van a sufragar y alguien les dice que por tal candidato, y según las encuestas va en tercero, cuarto o último lugar, que la mofa florece y empiezan los epítetos de “perdedor, tonto, loco, inútil”, etc. porque para ellos esa metodología es una verdad absoluta.

 
Elección tras elección en los discursos de los candidatos a gobernador o presidentes de la república las encuestas ocupan más espacio que la propuesta electoral, el programa de gobierno y la oferta política. Buscan convencer al electorado que ellos van adelante por 5, 10, 15 o 20 puntos porcentuales arriba del segundo lugar, y que por tal motivo tiene uno que ir a votar por él para no ser mal calificado por sus conciudadanos, y/o para que el funcionario que va a “triunfar” los tome en consideración y no los ignore.
 
Esta nueva herramienta psicológica-electoral es el as bajo la manga de los candidatos, la kriptonita para frenar los crecimientos de uno y apuntalar el ascenso de otros. Son la tumba de los que arrancaron con varios puntos de ventaja y que gracias a las encuestas se desinflaron (caso Andrés Manuel López Obrador versus Felipe Calderón Hinojosa).  
 
Ha enterrado, en los hechos, al razonamiento que el ciudadano debe hacer de la propuesta de gobierno que los diferentes candidatos deben hacerle para optar, reflexivamente por la mejor, la viable, la creíble, tomando en cuenta, desde luego, el perfil del que la propone y su efectividad en sus anteriores cargos públicos.

 
Somos testigos hoy que todos los días, discurso tras discurso el tema toral es la encuesta: “yo voy arriba en las encuestas por 15 puntos, en todas, absolutamente en todas”; “yo ya alcance al puntero y en una semana más lo estaré rebasando dado que las tendencias de la intención del voto así lo marcan”; “Las encuestas de los punteros son falsas, yo traigo la mía y ella arroja resultados generosos para mi. Arranqué con 12 puntos y ahora no solo los alcancé, sino que ya los rebasé”.
 
Y si usted se sube al taxi, al autobús, va al café, va a la iglesia, en su escuela, en la oficina, en el súper y en todas partes el tema principal es “ya viste la última encuesta, tal candidato va arriba, ya rebasó aquel, a este, tu candidato ya no tiene nada que hacer porque va en el último lugar”. Partiendo luego esta, de que a juicio de los radio y tele-escuchas todas las empresas encuestadoras son confiables.
 
Ya no le importa a todos los que viven pegados a la televisión, al radio, al ostracismo, a la vagancia, a los que leen telenovelas y telenotas el perfil de los candidatos y su confiabilidad. Las soluciones que deberían proyectárselas para que fueran esas las que lo convencieran y no ese método informático.

 
Yo no sé si Charles Babbage y Herman Hollerith precursores de la informática y, de alguna forma, proyectistas de ésta herramienta hayan razonado los alcances perversos de éste método. Estoy seguro que no, pero ha sido este modelo económico capitalista el que generó esta deformación antidemocrática (el capitalismo prometió que nos haría ricos a todos. Afirmó que la democracia y el capitalismo eran sistemas de convivencia, familiares, embonables: sin capitalismo no es posible la democracia, por eso, bajo ese apotegma durante décadas afirmaron que el socialismo y/o comunismo son antidemocráticos).
 
Y como no si hoy, spot tras spot, discurso tras discurso, debate tras debate no solo aquí en Veracruz sino en todo el territorio donde hay elecciones el próximo 5 de junio los propios candidatos abrazan las encuestas antes que al ciudadano, le dan crédito a las encuestas antes que esperar la voluntad popular, adelantan resultados antes que los ciudadanos acudan a las urnas a sufragar, y de allí, cuando se equivocan, con una disculpa pública que piden en la televisión y en la radio arreglan todo, total, el daño ya está hecho. Perversamente, desde luego.
 
Allí están las encuestas de 2006 de Mitofsky, GEA-ISA, Parametría, BGC y las de Milenio que a través de Ciro Gómez Leyva daban a Felipe Calderón como puntero de la elección sobre Andrés Manuel López Obrador hasta por 15 puntos porcentuales, haciéndole creer a la ciudadanía que Calderón era inalcanzable, cuando al final menos de un punto porcentual fue la diferencia (0.56%).  

 
No se me olvida ver a Ciro al otro día en el recuadro de la televisión pidiendo una disculpa. “Lo sentimos, nos equivocamos, lo reconocemos. Les ofrezco una disculpa”. Total, el objetivo se había cumplido: hacer creer a los mexicanos indecisos que su voto útil por Felipe era mejor que dárselo al PRI, porque Andrés Manuel, ya no ganaba.