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Columnas y artículos de opinión
Ciudadanizar los órganos electorales
Helí Herrera Hernández
6 de junio de 2016
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
¿Qué puede esperarse de una elección en el país y en los estados, cuando el árbitro electoral se encuentra partidizado?
 
Simple y sencillamente que ganen los partidos que se encuentran representados en el Instituto Nacional Electoral y/o en los OPLES de cada entidad federativa, como es el caso de Veracruz, quienes se vuelven ciegos desde que arrancan los procesos electorales, y mas el día de la jornada electoral.

 
Nunca ven que los presidentes, secretarios y vocales de los OPLES distritales se integran por representantes del Partido Revolucionario Institucional en un 50 por ciento, en un 33 por ciento por militantes de Acción Nacional y en un 17 por ciento por el PRD. ¿Por qué? Porque así lo negociaron esas tres fuerzas políticas en la pasada Reforma Electoral y dieron las instrucciones a sus diputados y senadores para que lo hicieran ley.
 
De esta forma, la estructura piramidal es espejo desde el INE hasta las comisiones municipales electorales, actuando en consecuencia todos sus miembros en razón de quien los puso y no de lo que la ley estipula: ser imparciales en todos sus actos tanto antes, como en, y posterior a la jornada electoral.
 
Por eso nunca observan lo que sus partidos políticos gastan en toda campaña, como tampoco cuando rebasan los topes de la misma, y mucho menos ven la regaladera de mercancías que realizan los candidatos de esos institutos políticos antes y el día de la elección, incluyendo las carretadas de dinero para comprar el voto, hechos que todo mundo se da cuenta como lo ejecuta a la perfección el PRI, a la vista de todos y sin rubor alguno, menos ellos, los encargados de evitarlo.

 
Y allí están, a escasas cinco casas de donde están instaladas las casillas operando la compra de votos con delincuentes electorales sin decencia ni ética alguna. Eso sí, los del OPLE andan correteando a los dirigentes de los partidos políticos opositores para que quiten las lonas que se encuentran no a 50 metros de la casilla, sino hasta 100, inclusive, pero se obnubilan frente a los pillos y pillas que de uno en uno meten a los votantes a esas casas para pagarles los mil, dos mil y hasta tres mil votos por su sufragio.
 
¿De qué sirve la FEPADE famosa frente a las acusaciones que la ciudadanía hace por esas coacciones, y de que las quejas que los partidos políticos presentan frente al Tribunal Federal Electoral, si al final los magistrados que la integran fueron aprobados de la misma forma que los INES y los OPLES?
 
Por eso, independientemente del resultado que vaya a darse hoy lunes sobre la elección de gobernador y diputados (yo lo desconozco por virtud que el artículo que esta leyendo lo entrego a los distintos medios de comunicación la tarde-noche del domingo), si esta es impugnada por los partidos perdedores, el partido oficial lleva una enorme ventaja por disfrutar de la simpatía del 50 por ciento de los consejeros del OPLE en primera instancia, y del 50 por ciento de los magistrados del TRIFE, lo que hace predecible la resolución a su favor.

 
¿Qué se requiere para que un partido distinto al Revolucionario Institucional triunfe? Que la diferencia entre éste y el otro sea de varios miles de votos y, desde luego, que no lo haya logrado con las mismas mañas que el PRI, porque también, hay que decirlo, hay algunos que le han aprendido bien y que cuando han sido gobierno, las han puesto en práctica.
 
Es necesario ciudadanizar de a de veras los órganos electorales y quitarles ese derecho a los tres partidos que hoy detentan ese derecho. No hacerlo se traducirá en seguir viendo la prostitución de la democracia generada por el mismo gobierno, que por un lado empobrece a las masas sociales, para después comprarle sus votos con limosnas y migajas.
 
¿Y esos políticos convertidos en autoridades son los que proclaman la democracia y las políticas de buen gobierno?

 
¿Hasta cuándo tendremos un poder público surgido de procesos electorales confiables?
 
Hasta que la sociedad se organice y decida participar activamente en política. Nada gana con decir que todos son iguales, como tampoco lo hace con estar desde su casa, oficina o negocio quejándose o criticando al gobierno, si cuando tiene la oportunidad de cambiar las cosas prefiere dormir en la hamaca, ver jugar a la selección nacional o irse al cine.