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Columnas y artículos de opinión
La plenitud del p... poder
Helí Herrera Hernández
15 de agosto de 2016
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
La semana pasada comentaba con alguien a través del WhatsApp sobre lo que es el poder. Ese que pierde, atonta y envilece a los que no tienen las suficientes capacidades para entenderlo, comprenderlo y descifrarlo. Aquellos que pierden los estribos con él y los transforma en seres prepotentes, soberbios y banales, pensando que éste nunca se acabará.
 
Le comentaba que en una de las tantas pláticas que tuve como diputado local con el entonces gobernador del Estado, don Fernando Gutiérrez Barrios me dijo que “hay que estar preparado para resistir cuando no se tiene poder, porque es muy dado en ese tipo de seres humanos que pierdan la cabeza y tomen decisiones viscerales”.

 
Me puso ejemplos de políticos de mediana y gran estatura, incluyendo jefes de Estado y me recomendó, por ser tan joven en aquella época, que lo reflexionara siempre porque cuando uno lo tiene, los adversarios piensan dos veces en planear o tomar alguna venganza de algo que a su juicio los perjudicó, pero principalmente cuando uno no lo tiene porque nos volvemos vulnerables y si no estamos preparados para resistir, nos quebramos.
 
He sido edil varias veces, diputado local y federal, dirigente estatal de un partido político y tuve la enorme fortuna de ser candidato a gobernador en 1992 donde hice una campaña con un puñado de hombres y mujeres sin recursos materiales y económicos porque no había prerrogativas, tan solo en dos automóviles, reconociéndome en aquel tiempo el PRI-GOBIERNO poco más de 100 mil votos (aunque años más tarde supe que obtuve más de 250 mil), y construí amistades de distintas ideologías (algunos ya fallecidos, como el propio don Fernando), que hasta la fecha conservo, y considero, por el trato que de ellos recibo, que supe comportarme ecuánimemente cuando tuve poder, y que me prepare para cuando no lo tuviera.  
 
Y narro esto porque en aquella charla con el “hombre Leyenda” en ese despacho sobrio que tenía el Ejecutivo en Palacio de Gobierno, a un lado de la efigie de don Benito Juárez García, sentado no en la sala sino frente a su escritorio desde donde sobresalía un libro en inglés de Fidel Castro (quien el pasado sábado cumplió 90 años), me advirtió: “Diputado, hay que saber en qué momento debe uno retirarse de la política para salir ganando y con el poco o mucho prestigio que se tenga, y no perdiendo si no lo hace uno”.  

 
Observando todo lo que ocurre en derredor del actual gobernador viene a mi memoria esa vivencia de aquel hombre cuyo poder acumulado con varios presidentes de la república, además de la enorme amistad con Fidel Castro, como lo constaté en aquella visita histórica que realizó el 3 de diciembre de 1988 a Santiago de la Peña, cuando me presentó don Fernando con él y con Gabriel García Márquez (ambos me autografiaron mi libro >un encuentro con Fidel<, del periodista italiano Gianni Miná), el líder cubano me dijo "Felnando tiene un lugar en la historia de Cuba, sin él no hubiera sido posible la revolución”, jamás lo trastornó, sino todo lo contrario, supo en qué momento tenía que retirarse de la política y en esa circunstancia, en su casa, leyendo y escribiendo se autoexilio hasta que el candidato del PRI a la presidencia de la república Francisco Labastida Ochoa lo invita a ser candidato al Senado de la República, regresando a ella y muriendo en el cargo.
 
Aprendí en todos estos tiempos que la política es de señales, que hay que saberlas interpretar para bien o para mal. No hacerlo sería pagar consecuencias funestas como pienso puede ocurrirle a don Javier, quien más de cuatro políticos de alta envergadura se las han mandado, y la semana pasada el mismísimo presidente de la república Enrique Peña Nieto a propósito se las telegrafió en su visita a la zona conurbada del puerto de Veracruz-Boca del Río-Medellín y el municipio de Alvarado.  
 
Dio órdenes de que no hablara en el acto de graduación de cadetes de la escuela de Marina; de que no le permitiera el Estado Mayor Presidencial que lo fuera a recibir al aeropuerto; que lo ubicaran en el presidium lo más lejos que se pudiera y, durante toda su estancia no le dirigió ya no digamos la palabra, sino la mirada, inclusive.  

 
¿Que está esperando luego entonces para entender los mensajes cifrados que el gobierno federal le esta enviando? ¿por qué aferrarse al poder exponiéndose a las represalias de la nomenclatura que cobijan y protegen a sus camaradas cuando obedecen, pero castigan con severidad a los que se insubordinan? ¿Para qué anda buscando entrevistas y/o pagándolas cuando el reino de los cielos ya está perdido? ¿Qué gana con echarle la culpa a Héctor Yunes de la derrota del pasado 5 de junio, cuando le afirma a los medios de comunicación que él no perdió la elección porque su nombre no iba en la boleta, sin siquiera reflexionar en el tipo de desgobierno que hizo y que su sepultura se deriva de la protección que a toda costa le dio a Fidel Herrera Beltrán que fue, en realidad, el que inició el saqueo de las finanzas públicas?
 
El tiempo se ha encargado de sacar a luces todo el cúmulo de mentiras con las que presumía su cercanía con Enrique Peña Nieto, como aquella que, gracias a los resultados que había obtenido en las elecciones federales el presidente le dijo “Nunca me has fallado Javier, así que tu decide quién será nuestro candidato a gobernador, solo espero no te vayas a equivocar”.
 
¿Por qué aferrarse al poder cuando ya no se tiene? ¿Acaso no observa que la elección del 5 de junio fue un referéndum a su gobierno? que el pueblo calificó con su voto su administración ¿qué no solo perdió la gubernatura sino también el congreso (y que se dé de santos que no hubo elecciones municipales porque la debacle hubiera sido total)? ¿Qué mientras él siga aferrado al cargo se seguirá hablando de corrupción no solo de él sino de la inmensa mayoría de sus colaboradores?

 
Su falta de fogueo político, su impreparación para tan alta responsabilidad no lo deja ver el mar y prefiere aferrarse a un poder que se le escapó de las manos desde que protegió a quien le heredo el cargo. Si lo hubiera denunciado por corrupto, otro destino le sonreiría.
 
En el pecado llevará la penitencia, pues su rebeldía la pagará caro.