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Columnas y artículos de opinión
La justeza de la doctrina Juarista
Helí Herrera Hernández
23 de marzo de 2015
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
Este sábado pasado se han cumplido 209 años del nacimiento del gigante oaxaqueño Benito Juárez García, y su doctrina sigue siendo aspiración de la clase política nacional.
 
Cuánta razón tenía cuando epistolarmente le afirmaba a Maximiliano de Habsburgo que "Es el tremendo juicio de la historia el que se encarga de sentenciar al hombre". Con ello como herramienta, hoy los mexicanos y el mundo mismo conocemos su vida, que se empieza a escribir y contar a partir de su muerte aquel fatídico 18 de julio de 1872 cuando desde la tarde, su médico de cabecera el doctor Ignacio Alvarado, al notar la debilidad de su corazón que apenas latía, decidió aplicarle un remedio de aquella época pero eficaz: vaciarle un pocillo con agua hirviendo sobre la región del corazón que lo reanimó y mantuvo vivo hasta las once y media de la noche, cuando el presidente tranquilamente se recostó sobre el lado izquierdo de su cama, y no volvió hacer movimiento alguno, en una agonía que sólo duró 5 minutos.

 
"Ha muerto el presidente Juárez", exclamó el doctor Alvarado a todos quienes rodeaban el lecho, pero yo afirmo que a partir de ese momento el Benemérito empezó una larga vida, tan larga que se ha convertido en inmortal, que ha hecho que la mayoría de los mexicanos nos sintamos, en la medida en que ahondamos en el estudio de su vida y de sus actos, orgullosos de que un ser humano de virtudes tan significadas, haya nacido, para honra nuestra, hace 209 años en nuestra patria.
 
En medio de una existencia plena de amarguras, grandes fatigas y decepciones, mostró siempre la constante de los grandes hombres: inteligencia, sentimiento, carácter y la enseñanza superior de vivir siempre en el decoro y la dignidad, con la justa medianía de su salario.
 
Supo rodearse de hombres de excepción a quienes lideró: Melchor Ocampo; Guillermo Prieto, Manuel Doblado; Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada; de los generales Mariano Escobedo, Santos Degollado, Ignacio Zaragoza y por qué no decirlo, de Porfirio Díaz, y con ellos protagonizar una etapa decisiva en la construcción del México moderno en la que se consolida la identidad de la nación y forma cuerpo el Estado Mexicano, basado en leyes e instituciones republicanas, tiempo después que el país había perdido más de la mitad de su territorio a manos del imperio norteamericano, el más rico por cierto.

 
Todos estos liberales a su mando promulgaron en el puerto de Veracruz Las Leyes de Reforma, no por un simple anticlericalismo, sino como una acción de colocar al Estado por encima de voluntades, dogmas y religiones, cuyos representantes se habían enriquecido a costa de la pobreza de las masas sociales que Juárez no toleró, convirtiendo con la separación de la Iglesia y del Estado civil al matrimonio, al nacimiento y a la muerte, desamortizando los bienes de la iglesia y suprimiendo el fuero eclesiástico, elementos todos que conformaron la secularización de la sociedad.
 
Fue él y aquél gabinete de titanes que en franca desventaja militar, sin dinero, acosados y perseguidos llevaron La República de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, haciendo camino para evitar que el último reducto del Estado Mexicano y el Archivo Histórico de la Nación cayera en manos del imperio francés, que nos invadió con el apoyo de traidores para convertir a México, de nueva cuenta en una colonia, que solo estos gigantes al lado de los generales Ignacio Zaragoza, Porfirio Díaz, Mariano Escobedo y millones de mexicanos patriotas anónimos derrotaron en Querétaro al usurpador Maximiliano y a los traidores Miguel Miramón y Tomás Mejía, no como un acto de venganza política, o como un castigo a quienes por ambición sembraron el terror y causaron la desdicha de millones de compatriotas, sino para demostrar al mundo nuestra irreductible voluntad de ser una nación soberana, y como un acto de constancia y ejemplo para todos aquellos bastardos que en el futuro osaran repetir la hazaña.
 
Don Benito dio vida, forma y estructura al Estado Mexicano procurando siempre su independencia y ganando el respeto del resto de las naciones, abrazando el pensamiento de Simón Bolívar e influenciador en el de José Martí que lucharon por la libertad, por la independencia política, económica y la autodeterminación de los pueblos de América Latina.

 
El Benemérito fue un hombre ligado a sus circunstancias, un hombre excepcional ligado a su tiempo. Un hombre que tuvo vinculación estrecha entre el pensamiento, el ser humano y su comunidad. Un hombre que justifico su paso, su existencia en este mundo.
 
Modesto en su vida personal, sencillo, sin vanidades ni ambiciones pueriles individualistas, preocupado siempre por la suerte de su patria, hoy 21 de marzo, a 209 años de su nacimiento, le dedico mis mejores pensamientos al mejor Presidente de nuestra historia: a don Benito Juárez García, "El indio de Guelatao", "El Benemérito de las Américas", justo cuando los políticos neoliberales enquistados en el poder desde hace décadas traicionan su doctrina y tratan por todos los medios de sepultar su legado, que no debemos permitir desde cualquier trinchera en la que nos encontremos las mujeres y hombres que amamos a México y perseguimos un mejor destino para él y su pueblo: más justo, más humano, más democrático.
 
¡Viva Juárez y su obra!