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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

"No soy un robot"

José Manuel Velasco Toro 10/07/2025

alcalorpolitico.com

Hace poco, una gran amiga me obsequió el libro de Juan Villoro, No soy un robot (Anagrama, 2024), el cual empecé a leer y desde sus primeras líneas captó, no solo mi atención, sino particularmente mi curiosidad intelectual. ¿De qué trata la obra? De ideas, de inquietudes, de planteamiento de problemas y de reflexiones en torno a la realidad actual sumergida en el cambio de época que caracteriza a la sociedad digital del siglo XXI, no sin dejar de hacer comparaciones históricas fundamentales que nos recuerdan que todo proceso es cambio y que todo cambio posee su particularidad inmersa en la incertidumbre del tiempo.

De manera clara reflexiona sobre la cultura de la letra que enfrenta su desdibujamiento ante el avance abrumador de la cultura digital e Inteligencia Artificial (IA). A Villoro le preocupa, como debe preocupar a la sociedad entera, la paulatina pérdida del "factor humano" en el ejercicio de la habilidad intelectual frente al deslizamiento acelerado de las máquinas que ya están desplazando al ser humano de puestos laborales y del espíritu creativo que la libre imaginación puede generar.

En su introducción realiza un repaso capital de la enajenación de la consciencia que caracteriza al hombre unidimensional de la sociedad capitalista de consumo. Nos recuerda a Herbert Marcuse, Umberto Eco, Marshall McLuhan, Roland Barthes y Guy Debord, intelectuales, entre otros más, que analizaron y señalaron los peligros de las representaciones culturales dominantes en favor del principio del placer en "aras del principio de la realidad".



Drama de la enajenación, resalta, que no se resuelve en la sociedad de consumo y que, ahora, está más acentuado por las pantallas y los algoritmos que influyen en nuestra conducta y determinan la vida social. No soy un robot, es un grito de rebeldía ante la tiranía digital en la que no existimos como personas físicas en interacción comunitaria, sino como fríos códigos numéricos, entelequias que nos filtramos a través de pantallas y en las que, señala, "nuestra presencia se volvió opcional".

En este sentido, el autor transcribe a Paul B. Preciado, filósofo y activista español, quien dice con toda claridad que vivimos, como sujetos, tras una máscara que "No intercambia bienes físicos no toca monedas, paga con tarjeta de crédito. (...). No habla en directo, deja un mensaje de voz. (...). Es radicalmente individuo. No tiene rostro, no tiene máscara. Su cuerpo orgánico se oculta para poder existir tras una serie indefinida de mediaciones semio-técnicas, una serie de prótesis cibernéticas que le sirven de máscara: la máscara de la dirección de correo electrónico, la máscara de la cuenta de Facebook, la máscara de Instagram.

No es un agente físico, sino un consumidor digital, un tele productor, es un código, un píxel, una cuenta bancaria, una puerta con nombre, un domicilio al que Amazon puede enviar sus pedidos". Descripción que eleva a la décima potencia al hombre unidimensional de Marcuse. Ante esta realidad digital que avanza avasalladoramente escurriéndose, filtrándose por cada resquicio de nuestras vidas, la intimidad se ve asolada, o, mejor dicho, asediada. Un asedio que cada persona permite al exponer su vida de las redes sociales y que también está invadida por el tejido digital que se extiende por todo el ciberespacio.



No solo nos desnudamos frente al otro, también el otro nos vigila, nos hackea y nos desnuda exponiendo nuestras debilidades y fracturas. Enajenación que el Estado aprovecha para destilar mecanismos de control, vigilancia y espionaje, no exento de corrupción. Vivimos bajo acecho porque estamos permitiendo la robotización de nuestras vidas sin percatarnos de ello, por lo que es necesario recordar que la palabra "robot" proviene de la lengua Checa y su significado es "trabajo forzado" o "servidumbre", por tanto, un robot es un ser artificial creado sin alma ni voluntad, diseñado para trabajar en las tareas que le son programadas sin detenerse, ni hacer pausa.

Algo que nos acerca cuando nos sumimos en la pantalla digital del teléfono celular o móvil, absortos, enajenados con lo que ahí se refleja sin ni siquiera percatarnos de lo que acontece en el mundo real de nuestro alrededor. La realidad se nos distorsiona y reduce a una pantalla, cuya información ni siquiera somos capaces de analizar, reflexionar y asimilar porque pasa de una cosa a otra, saltamos irreflexivamente de un dato a otro, datos en movimiento infinito frente a los cuales no existe momento de reposo, tiempo de silencio intelectual para pensar, para observar, para meditar. Villoro lo recalca diciéndonos: "Los nuevos consensos dependen del poderoso pero volátil efecto de las redes, donde cada tuit aparece como una novedad sin antecedentes y donde se acumulan opiniones sobre opiniones", sin resolución alguna.

Dominación tecnológica que se asienta en el arrebato emocional, no en el pensar para existir, cual proclamó Renato Descartes, sino en el impulso emocional del "siento, luego existo" explicado ampliamente por el neurocientífico Antonio Damasio (El error de Descartes, Destino booket, 2013). Por eso las reacciones en red son predominantemente impulsivas, se responde desde la emoción más no desde el pensar reflexivo, situación que procrea malentendidos, distorsiona la realidad y provoca conflictos innecesarios cuyos entuertos, nos diría el Quijote, son difíciles, si no es que imposibles, de deshacer.



El estilo narrativo de Villoro en No soy un robot induce, inevitablemente a lo largo de su lectura, a la inmediata reflexión con relación al real peligro de pérdida de habilidades humanas frente al avance de la IA en el mundo laboral, la recreación, los procesos educativos, la creación cultural y más, si dejamos que su uso sustituya lo que nos hace humanos: pensar, reflexionar, aprender, asociar ideas, comunicar mediante el lenguaje escrito y hablado, cultivar la curiosidad, imaginar mundos utópicos, reproducir la memoria que entrelaza pasado y presente en función de futuros por construir. Cavilación que le lleva a señalar que el peligro real no es en sí el robot, sino el amo que diseña los algoritmos que lo mueven, por lo que expresa: "No mates al robot, vigila a su amo" que es la mente que pretende, desea y busca ser monarca.