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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Actuar o perecer, esa es la cuestión

José Manuel Velasco Toro 14/11/2019

alcalorpolitico.com

De hace dos años a la fecha, el número de notas periodísticas relacionadas con el cambio del clima planetario ha ido en aumento. Prácticamente a diario se da cuenta de acontecimientos relacionados de lo que está sucediendo en los diversos continentes y regiones de la Tierra. Notas que si se leen aisladas pareciera sin conexión o meros hechos fortuitos, cuando no es así. Cada acontecimiento no sólo es una manifestación de la alteración del equilibrio climático, sino también una causa que está generando nuevos e imprevistos acontecimientos que reafirman la interconexión de la dinámica planetaria. Acontecimientos emergentes que son parte de los fenómenos multiescalares de la naturaleza y que no se pueden mitigar si no se mitiga la continuidad de la liberación de gases de efecto invernadero, aunque ya hay daños irreversibles como la extinción de algunas especies animales o de difícil reversión como detener el acelerado derretimiento de los casquetes polares. Los efectos propician otros efectos y así, en red, se ensamblan de un modo tan intrincado que la acción humana, para mitigar el avance del efecto invernadero, tendrá que ser interrelacionada, variada, decidida y profunda, lo cual conllevará a un cambio radical de nuestro actual estilo civilizatorio.

El derretimiento de los hielos, que nos parecían eternos, del Ártico y la Antártida, no sólo repercute en un aumento de las aguas marinas que, invariablemente, inundarán las costas continentales y cientos de islas, sino que está dejando al “aire libre” el permafrost, capa de suelo congelado por siglos, que al entrar en contacto con el oxígeno se descompone liberando gran cantidad de gas metano y dióxido de carbono, gases, como sabemos, de efecto invernadero. Pero esto no es todo, el aumento de la temperatura en estas regiones constituye pérdida de hábitat para las especies que ahí habitan; es cierto, pero también propicia condiciones para que formas de vida que no se reproducen en ambientes gélidos, ahora encuentren un nicho de oportunidad para propagarse, como es el caso del virus conocido como moquillo Phocine (PDV por sus siglas en inglés) que afecta las vías respiratorias y ya empezó a perturbar la vida animal de leones marinos, nutrias y focas en las zonas marinas del norte. Otro efecto inesperado y muy pero muy relacionado con el comportamiento humano destructor, es la fractura del concreto que cubre desechos radioactivos producto de pruebas nucleares realizadas por Estados Unidos en la década de los años cuarenta y cincuenta en las islas Marshall. El aumento de la temperatura está ocasionando grietas en la estructura de concreto y por las hendiduras se está filtrando radiación hacia el océano Pacífico.

Las consecuencias van desde la muerte de corales hasta reproducción acelerada de algas, contaminación que, obviamente, se puede difundir mediante las corrientes marinas. Y qué decir de la sequía que este año de 2019 asoló diversas regiones del continente. En México afectó casi al 50% del territorio nacional, provocando la pérdida de cosechas de temporada y muerte de ganado, lo cual, como es lógico, golpea la economía campesina disminuyendo, aún más, sus ya muy precarios ingresos. En Centro América diezmó los cultivos de maíz y frijol, mientras que en Chile se declaró escasez hídrica que conllevó a la emergencia agrícola. Pero, por otra parte, por el prolongado estiaje las reservas de agua en presas que abastecen de este preciado líquido a las ciudades, han disminuido con el consecuente impacto de abasto si es que no hay suficientes lluvias durante el periodo invernal. Pero claro, como una cosa no viene sola sino acompañada de otra, el cambio del clima planetario también está permitiendo la reproducción de especies animales que tradicionalmente hemos considerado plaga por devorar vorazmente los cultivos, como son la langosta y el gusano barrenador. O el caso de la reproducción del mosquito Aedes aegypti en regiones antes templadas o frías y que se han convertido en nicho agradable para su reproducción y, desde luego, transmisión del virus del dengue, incluso en plena estación otoñal del hemisferio norte. Teniéndose casos de trasmisión local en Francia y Croacia, cuando en estos lares era considerada una exótica enfermedad tropical. Como también la proliferación independiente en diversos continentes del hongo Candida auris que es causante de infecciones en el torrente sanguíneo y oído.

Y así, día a día, leemos noticias que nos advierten de lo que ya está aquí el cambio climático con sus múltiples efectos, que no es una mera fantasía de la ciencia y de lo terrible que puede ser la nueva realidad planetaria. Es claro que se ha roto el equilibrio de la naturaleza. Como es claro, también, que si no se frenan las causas que lo han originado, las consecuencias serán desastrosas para la humanidad. Tenemos que dar un giro, o más que un giro, un salto espiritual que entreteja principios de justicia, equidad e igualdad planetaria para lograr el cuidado y respeto de la vida de todos los seres del planeta y conducir la vida humana a una situación óptima y justa. Un salto que proporcione condiciones para una economía y sociedad sostenible que no comprometa el futuro de las generaciones nacidas en el siglo XXI. Once mil científicos de 153 países firmaron recientemente un manifiesto que se publicó en la prestigiada revista BioScience (noviembre 2019) en el que el que ya no advierten, sino reclaman atención inmediata y acciones contundentes que van desde la reducción tajante del consumo de combustibles fósiles hasta frenar el crecimiento de la población mundial, cuyo aumento (a un ritmo de 200 mil individuos diarios) ya rebasó la capacidad de la Tierra para proporcionar los recursos necesarios y suficientes para alimentación, agua, vivienda y, con la deforestación y acidificación de los océanos, hasta de oxígeno. El “desarrollo sostenible” tiene que dejar de ser una expresión que llena la boca de políticos para convertirse en acción ciudadana para que sea una realidad aplicada, constante y de nueva forma de vida. Tenemos que “despertar y cambiar”, como lo advierte Greta Thunberg.
14 de noviembre 2019.